(Columbia Records, 2010) Un ratoncito asustado recorre una casa en busca de un trozo de queso, camina aferrado a las paredes que rebotan la penumbra de la madrugada, hasta que tropieza con un frío instrumento metálico: una campana rota. El pequeño roedor se sacude los bigotes, se talla los ojos con sus patitas y en cuanto los abre se percata de que la campana emite una luz que ilumina el cuarto y el resto del universo, donde se suspenden esferas celestes que producen resonancias musicales.
Broken Bells es un álbum que genera ambientes inexplorados compuestos por elementos acústicos y efectos especiales sacados de una película de ciencia ficción de los años sesenta. Entre sus melodías y entonaciones agridulces crecen plantas psicodélicas que son iluminadas por el estertor de un sol que arde debajo del agua. Nada pudo haber sido más acertado que lanzar un primer sencillo titulado “The High Road”, el álbum debut de Broken Bells, es un viaje por un paraje elevado; una gira intergaláctica donde cada track es un planeta al estilo de El Principito.
Cualquier viaje inicia con el momento en el que los héroes se conocen, James Mercer vocalista de The Shins tuvo que toparse con el productor Danger Mouse en un festival danés en 2004, donde descubrieron que cada quien admiraba el trabajo del otro. A James Mercer lo recordarán como el responsable de las brillantes y articuladas letras de todos los discos de The Shins. Mercer es reconocido en todas las laderas del espacio por ser capaz de entonar en un tono tan bizarro que cualquier que intente cantar sus canciones en la regadera fracasará rotundamente y secará incontables mantos acuíferos.
Danger Mouse, bautizado Brian Burton un día de julio de 1977, es perseguido a través de múltiples sistemas solares por uno de los escándalos más dramáticos en la historia de la industria musical: el Grey Album, pecaminosa mezcla del Black Album de Jay-Z con el pulcro White Album de The Beatles. Mr. Danger Mouse conforma la mitad de Gnarls Barkley y ha producido álbumes como el Demon Days de Gorillaz, el Modern Guilt de Beck y el Attack & Release de The Black Keys. Dark Night Of The Soul, producción en la cual trabajó junto al fallecido Sparklehorse, inmortalizó las voces de diferentes vocalistas en un agudo álbum sobre la oscuridad del alma…
Alineados Danger Mouse y James Mercer, las profecías de los astros se han vuelto ciertas: la combinación es digna de una explosión estelar que no necesita más que de una decena de canciones para expulsarnos del eje terrestre, todas ellas producidas con la maestría de Danger Mouse. “The High Road” primer sencillo y track abridor, despega calmado de una frontera donde se venden sobredosis para iniciar el viaje sobre el tan mencionado camino elevado. De ahí cada parada promete un mundo diferente, cada canción está compuesta por elementos que le dan personalidad o resonancias que evocan diferentes ambientes. Y, a pesar de eso todas poseen con ligereza el fantasma del sonido que le da unión al álbum.
Entre los mejores cortes se encuentra “The Ghost Inside” el cual se distingue por sus aplausos y vocalización agudita a la Prince; “Sailing To Nowhere”, el planeta acuático donde nuestros protagonistas parecen perderse entre efectos líquidos hasta recuperar el rumbo con una instrumentación divina al final del track. A partir de ahí todo se empieza a complicar, las canciones aunque siempre orgánicas se vuelven más profundas y difusas, hasta que llega el turno de “October” y “Mongrel Heart” planetas sintéticos donde Broken Bells deja ver su parte más rítmica y ligeramente bailable.
Cualquier viaje termina en la aduana, después de un glorioso aterrizaje… James Mercer y Danger Mouse deciden terminarlo con “The Mall & Misery” la pista que musicaliza con la sonoridad de un videojuego el encuentro final entre los héroes y el monstruo que vive al final del sistema solar. A pesar de que el álbum termina con una canción que denota cierta desesperación, la sensación que provoca es similar a la de quién ha leído El Principito y lo ha comprendido. Aquel libro como Broken Bells, parece una historia sencilla y sin embargo no lo es, por más épico que sea su viaje el secreto está en cada momento que se estimuló a la imaginación. Muchas cosas no son reveladas.
Nosotros como aquel ratoncito, contemplamos la odisea hasta que la campana ha perdido su luz, perplejos nos hemos olvidado de lo que estábamos buscando, pero el viaje no ha terminado.