Escribir de músicos como si fueran cercanos a ti no es más que un acto de pretensión. Extenderse en párrafos abultados de elogios, hacer gala de un extenso conocimiento en el trabajo de un personaje célebre o exhibir un vocabulario medianamente diverso a veces no hace justicia a lo que realmente significa para el inconsciente de quienes se interesan; sin embargo, al enterarme este 4 de mayo de la muerte de Adam Yauch –integrante de los Beastie Boys-, sólo me inspira a redactar un texto breve y honesto. Como todos los probables lectores de estas líneas, crecí escuchando los éxitos de los Beastie Boys. Me divertí con el ingenio de sus videos (“Intergalactic”), celebré sus himnos juveniles (“Fight for Your Right (to Party)”) y me creí un articulado MC al balbucear algunas de las rimas con cualquiera de sus canciones. Conforme pasó el tiempo, me percaté de su habilidad para componer música a un nivel ajeno al hip hop; su vasto conocimiento mostrado con el caído sello Grand Royal y el enorme respeto ganado para la comunidad afro-americana de Estados Unidos como uno de los pocos combos del género respetables con piel blanca terminaron de inspirarme para querer aprender más sobre su trabajo.
El trío de Brooklyn siempre me pareció un ente completo de tres partes, pero la figura de MCA siempre destacó. Ya fuera desde su alias como director de videos (Nathaniel Hörnblower) con trabajos como "So Whatcha Want," "Intergalactic," "Body Movin" o "Ch-Check It Out"; como el músico de voz ronca que tocaba el bajo en ese polifacético trío judío de Nueva York o como el activista budista que organizara los conciertos de Free Tibet en la segunda mitad de la década de los noventa, Yauch siempre se mantuvo activo como el integrante que veía más allá de la franja del éxito. Lo más admirable dentro de esta ardua labor, no fue la intención honesta –que eventualmente le redituó en popularidad-, sino la enorme capacidad de contagiar esos intereses tanto a sus compañeros de banda, como al gran público que les escuchaba.
Enterarse de la muerte de un personaje así de relevante –pese a siempre desenvolverse con un modesto bajo perfil-, no puede causar otra sensación más que tristeza. No fui cercano a él, no llegué a conocerlo y tampoco fui devoto a los Beastie Boys (aunque reconozco su gran trascendencia); sin embargo, conforme trascurre el día sólo me queda claro que el día de hoy se fue un enorme talento, pero sobre todo, un extraordinario ser humano. La pérdida de Adam Yauch es irreparable, pero me queda la clara impresión de que la vida de este hombre sí trascendió.