Por: @daniel_san_
El hincha tiende a recordar los peores males, la imagen negativa y los fracasos. ¿De qué sirve un gran torneo si no se consigue el título?, ¿Quién quiere una medalla de segundo lugar?.
En términos futbolísticos, Argentina vive una realidad muy difícil. Fuera de lo que signifique perder su tercera final consecutiva en poco más de dos años, la albiceleste enfrenta quizás el problema más grande de sus historia reciente. No es la falta de títulos, ni la poca contundencia en los partidos importantes, es la partida del mejor jugador del planeta, y junto a Diego Armando Maradona el mejor argentino de la historia.
Lionel Andrés Messi Cuccittini, un pibe rosarino que en el terreno de juego hace genialidades que parecen de otro mundo, un chico que durante 90 minutos no piensa más allá del balón. Sólo cuando juega con su Argentina deja de pensar en “la caprichosa” para pensar en el título que sueña con regalarle a su nación.
Conseguir 28 títulos con el Barcelona no significan mucho cuando el objetivo más grande y la deuda más pesada es con la patria. El jugar con la albiceleste nunca lo dudó, de haber elegido a España quizás el Messi que conocemos sería otro. En 2008, el recuerdo amargo de perder la final del 2007 se olvidaba gracias a la medalla de oro en Beijing.
Durante el Mundial de Fútbol de Brasil 2014, ya como capitán, “la Pulga” llevó a su país a la final, misma que perdió frente Alemania. El deseo y la ambición de un título nunca cesaron, y al año siguiente ya jugaba la final de la Copa América frente a Chile, (el anfitrión). Los de Sampaoli mermaron la segunda oportunidad importante de Leo de darle un título a su gente.
El fútbol, a veces juega a nuestro favor, a veces en contra, pero siempre da revanchas, la Pulga consiguió la suya este 2016, ante el mismo rival en la Copa América Centenario. Sin embargo esta vez, tampoco pudo terminar con la sequía de 23 años sin un título de la selección mayor argentina, errando un penal en la tanda decisiva.
La tercera no fue la vencida para el ahora máximo anotador de la albiceleste, lo que significó la destrucción del ídolo. Cayó en llanto, la carga de la deuda con su selección y la presión de la hinchada terminaron por derribar a Lío. Llevándolo a tomar la decisión de no jugar más con la albiceleste. Las críticas de los medios, llamándole "Pecho frío" y las derrotas consecutivas en finales, desembocaron en que Lio se hiciera a un lado de la selección porque cree que él, es el problema.
La crisis real de Argentina no será nada en comparación a lo que puede estar por venir en caso de que el mejor jugador del mundo cumpla su palabra y no juegue más con la selección. La tristeza y el dolo de un ídolo se pueden transformar en la de un país. Messi no tiene que ser un líder ni un capitán para ser leyenda. Basta que siga haciendo lo que sabe hacer, no tenía porque darle gusto a los que lo llamaron pecho frío, pero aún así lo intentó.
La verdad es que Messi sí necesita a Argentina, pero Argentina lo necesita mucho más a él.