9 películas que expresan los sentimientos durante la pandemia

9 películas que expresan los sentimientos durante la pandemia

Collage: Aleks Phoenix

Angustia, claustrofobia, desesperación, incertidumbre por el futuro. En tiempos de reclusión y distanciamiento social por la pandemia del COVID-19, el impacto psicológico del encierro es un factor determinante en la percepción de nuestra realidad. Hasta el más mínimo estornudo o un escurrimiento nasal inofensivo, nos alarman. Limpiamos frenéticamente las perillas de las puertas y tenemos las manos ásperas de tanto jabón. La paranoia es usual en condiciones así, pero no todo está perdido. 

Desde que la cuarentena se volvió parte necesaria de nuestras vidas, numerosos amantes del cine han encontrado la oportunidad perfecta para compartir largas listas de recomendaciones de películas y series para ver en casa, ahora que el ocio y el insomnio se han convertido en nuestros fieles compañeros.

Sin embargo, estar en medio de una crisis no significa que todo lo que debemos ver durante la cuarentena son comedias románticas o finales felices. Por eso, acá una lista de 9 películas que, a su modo, representan a la perfección solo algunas de las tantas emociones que hemos transitado durante la severidad de esta pandemia.

Contagio. La premonición de nuestra era

Foto vía: Looper

Foto vía: Looper

Probablemente no exista otra película más acertada y pertinente para describir lo que está atravesando el mundo en este momento que la cinta del 2011 de Steven Soderbergh, Contagio. Lejos de ser la única película de desastre que centra su argumento catastrófico en la expansión de un virus letal, sí es la más realista en su tratamiento de los hechos y la más escalofriante por las inquietantes similitudes que guarda con la pandemia actual. En Contagio, un nuevo virus denominado MEV-1 causa, en menos de un mes, la muerte de 26 millones de personas, luego de presentar síntomas como convulsiones, fiebre y meningitis. El hipotético MEV-1, al igual que el verdadero SARS-CoV-2 (la cepa de coronavirus que provoca el COVID-19), es zoonótico, es decir, de origen animal y se especula que ambos provienen de murciélagos. Pero eso no es todo lo que tiene en común la ficción con la realidad. Ambos virus son descubiertos en China. En Contagio, sucede en Hong Kong, mientras que el COVID-19 tuvo su epicentro en la ciudad de Wuhan.

A pesar de que la película se toma suficientes licencias creativas para convertirse en un thriller con todo el ritmo narrativo que caracteriza a Soderbergh, la cinta fue elogiada por la comunidad científica dada la precisión de sus datos y la certeza con la que retrata la propagación del virus. Términos que ahora forman parte de nuestro vocabulario cotidiano como distanciamiento social, ritmo de infección (R-0) o tasa de letalidad son parte esencial de los diálogos de Contagio, sin mencionar que además introduce aspectos que hoy nos resultan naturales como las compras de pánico, los toques de queda, las pulseras de acceso restringido, la reconversión hospitalaria, el miedo a las superficies contaminadas y, por supuesto, las alarmantes noticias del mundo frente a la creciente infección.

El fenómeno por la película ha sido tal que desde que se difundieron los primeros casos en China, el guionista del filme, Scott Z. Burns, asegura que ha recibido mensajes de usuarios que lo acusan de ser un viajero en el tiempo por las similitudes que guarda Contagio con el brote del coronavirus. Sin embargo, la exactitud del retrato de Scott no es fortuita; para escribir el guión hace casi 10 años, se asesoró con expertos epidemiólogos como Larry Brilliant e Ian Lipkin. Incluso, recientemente, los actores de la película, Kate Winslet, Matt Damon y Laurence Fishburne, aparecieron en videos para advertir y aconsejar a sus seguidores sobre la importancia de tomarse las medidas sanitarias en serio y compartir lo que aprendieron de los especialistas durante el rodaje.

A diferencia de otras pandemias apocalípticos del cine como lo visto en Soy Leyenda, Guerra Mundial Z o Exterminio, Contagio es prueba de que la realidad sigue siendo más aterradora que la ficción. No por nada, la película abre, antes que cualquier imagen, con el sonido de una mujer tosiendo, algo que hoy basta para que corramos despavoridos.

Groundhog Day. El día interminable

Foto vía: The Wrap

Foto vía: The Wrap

En un tono más alegre —y, por ello, la única comedia presente en esta lista—, el clásico de 1993, Groundhog Day, continúa siendo hasta la fecha uno de los fenómenos pop más celebrados, duraderos y significativos en la historia del cine. La agudeza de Bill Murray, el carisma de Andie MacDowell y el resonante guión de Danny Rubin han permitido la perdurabilidad de su encanto, bajo una premisa que bien podría representar el purgatorio católico, el renacimiento budista o los mitos griegos de Sísifo y Prometeo. Groundhog Day sigue a Phil Connors, un reportero del clima arrogante y egocéntrico, quien durante un viaje al pueblo de Punxsutawney y luego de presenciar una tradición norteamericana, por decir lo menos, mortificante, es condenado a revivir de manera inexplicable una y otra vez el mismo día.

Esta crisis temporal y existencial de Phil es el formato ideal para explotar la vena cómica de Murray y los aspectos hilarantes que supondría la vida de un hombre atrapado en un bucle de tiempo, confrontado, de paso, con los efectos negativos de su vanidad y toda clase de excéntricos e insoportables personajes. Sin embargo, la historia también se detiene en aspectos más crudos y reales como el suicidio, la desesperanza, el tedio, la monotonía y el deterioro mental. Afortunadamente, Groundhog Day nunca cesa de ser una película luminosa y divertida que, en momentos como este, simboliza a la perfección ese sentir espantoso de estar atrapados reviviendo el mismo día, una y otra vez.

mother! El caos doméstico

Foto vía: TIFF

Foto vía: TIFF

Canibalismo, lapidación, referencias bíblicas, personajes sin nombre, un corazón tirado por el retrete... El séptimo filme de Darren Aronofsky tiene eso y más. Su “sueño febril” de 2017, mother!, falló miserablemente en taquilla y con la aceptación del público, pero algunos críticos salieron en su defensa y consideraron al cineasta norteamericano un genio incomprendido. Quizás lo más reprochable de su obra sui géneris no es el estrafalario tratamiento del mensaje sobre cambio climático que Aronofsky intenta transmitirnos, sino más bien, la inconsistencia de las propias reglas de su historia. Aún así, mother! no deja de ser una pieza fílmica admirable por su osadía, además de tener un diseño de producción y fotografía impecables.

¿Cómo se relaciona con la cuarentena? La historia ocurre, a lo largo de dos horas, en el interior de una sola locación: una casa austera y laberíntica de arquitectura octagonal, alejada de la civilización en un claro de un bosque. El evidente aislamiento y desconexión del exterior de los protagonistas y su hogar, son vitales para trasladar, con eficacia, la inmensidad de lo macro a la intimidad de lo micro. Cuando todos los matices de una realidad, desde los más admirables hasta los más violentos, ocurren dentro de un espacio confinado como si se tratase de un laboratorio, la experiencia resulta más potente y personal. Así, mother! transfiere el dolor, la rabia, el abuso, la insatisfacción y la hostilidad de toda la especie humana, a un solo y vulnerable espacio doméstico. Algo que, aunque aterrador, no está muy alejado de la marea de emociones e impulsos que nos asaltan en el espacio cerrado de nuestras casas. Además, la última media hora caótica de mother! parece resumir a la perfección lo que va del 2020.

El Resplandor. El delirio de la reclusión

Foto vía: Cine Premiere

Foto vía: Cine Premiere

La más escalofriante y opulenta representación del aislamiento y sus estragos jamás puesta en pantalla, El Resplandor de Stanley Kubrick es una sofisticada exploración por lo fantasmagórico y lo visceral del encierro. Pese al odio de Stephen King por la adaptación de Kubrick de su libro homónimo, la obra del cineasta neoyorquino ha cobrado vida propia, fortaleciendo su legado década tras década, no sólo como una de las mejores películas de horror de todos los tiempos, sino como uno de los retratos más contundentes y espeluznantes de la locura inducida por la reclusión… y un par de espectros de por medio.

Si mother! nos conduce al delirio a través de un recorrido de bullicio y atrocidades, The Shining lo hace en la engañosa calma del silencio, las habitaciones vacías y los espacios abiertos. El imponente hotel Overlook, oculto entre montañas nevadas, es el escenario idóneo para que la elegancia del lente de Kubrick, la música de Legeti y Penderecki y la actuación sobrecogedora de Jack Nicholson, nos conduzcan por la decadencia de un padre de familia que sucumbe tanto a fuerzas sobrenaturales como a sus propios impulsos nocivos. Mucho antes de que The Lighthouse explorara las aterradoras consecuencias del hastío y la soledad masculina, The Shining logró estremecernos con una simple mirada de locura a través de una ventana o las hojas de una máquina de escribir, difíciles de olvidar. Ya lo diría Homero Simpson: “Sin televisión y sin cerveza, Homero pierde la cabeza”.

Hereditary. Duelo y resentimiento

Foto vía: A24

Foto vía: A24

Una de las grandes y subestimadas virtudes del horror es la posibilidad que brinda a sus autores de explorar crisis profundamente humanas y vigentes, a través de mecanismos paranormales que intensifican los padecimientos de sus protagonistas. Un gran referente de ello es el joven director Ari Aster, que tan solo con un par de cortometrajes y dos películas exitosas, ha conseguido posicionarse como un talentoso relator de fábulas emocionales con trasfondos ocultistas. En Hereditary, su opera prima para la pantalla grande de 2018, Aster pone al frente y centro de la historia el tabú del resentimiento filial y parental.

Similar a otros grandes ejemplares de terror psicológico como The Babadook y We Need To Talk About Kevin, Hereditary exterioriza esa realidad tan silenciada del rechazo a la maternidad y la no idealización de los lazos familiares. Pero además, también explora otro factor tremendamente humano y relevante para este momento histórico: el duelo. La volcánica actuación de Toni Collette como Annie, la matriarca asediada por los fantasmas de su linaje (reales y metafóricos), consigue entregarnos una de las mejores escenas en la memoria reciente sobre el dolor por la muerte.

Sin duda, nuestra realidad actual nos confronta con diferentes tipos de duelos. Quizás, los más inmediatos, la pérdida de la normalidad que conocíamos y la cercanía social que hoy añoramos. En el aislamiento, frente al temor por la amenaza de una “fuerza” superior a nosotros, bien podemos transitar por sentimientos muy similares a los de Annie, como la desesperación, la tristeza o la paranoia. Además, la historia transcurre en su mayor parte al interior de la casa de los Graham, dejando escenas memorables sobre la dificultad de procurar lazos familiares sanos, aún bajo el mismo techo.

Los Otros. El miedo al exterior

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A pesar de su éxito en taquilla y su fortuna crítica, la tercera película del hispano-chileno Alejandro Amenábar, Los Otros, se siente criminalmente subestimada. No sólo es un elegante cuento de fantasmas musicalizado por él mismo y con una de las mejores actuaciones en la carrera de Nicole Kidman. También es un gran retrato de reclusión, demencia, sospecha y tradicionalismo.

Situada a finales de la Segunda Guerra Mundial, la historia de Grace, una devota madre católica confinada tras los muros de su gigantesca mansión victoriana, nos acerca a la realidad de lo que representa vivir enclaustrado por una condición de salud. Sus hijos pequeños, Anne y Nicholas, son fotosensibles y están relegados a vivir en las sombras, apenas a la luz de las velas, o su cuerpo podría cubrirse de llagas si son expuestos al sol.

Cuando arriban tres misteriosos sirvientes a la puerta de la mansión, una serie de extraños incidentes obligan a Grace a reconsiderar la aparente seguridad de su encierro, confrontándola con sus creencias y su aprensión al mundo exterior. Allá afuera, en la espesura de la niebla, aguarda un mundo que le ha arrebatado a su esposo y que impone daño a sus hijos, pero ahora, al interior de su hogar, co-habita una presencia inquietante que se oculta tras las cortinas, irrumpiendo en su simulación de resguardo. No hay lugar seguro cuando hacia adentro y hacia afuera, no hay donde escapar.

Aniquilación. El temor a lo desconocido

Foto vía: GQ

Foto vía: GQ

“Casi ninguno de nosotros comete suicidio, pero casi todos nos auto-destruimos”, asegura la Dra. Ventress en Annihilation, la adaptación libre de la novela de Jeff VanderMeer a cargo de Alexander Garland. Una joya incomprendida e infravalorada de la ciencia ficción, protagonizada por Natalie Portman, que exuda misticismo, anomalía y terror de formas escalofriantes en cada uno de sus cuadros. Un agente alienígena ha caído en la Tierra y echado raíces en un faro. Desde ahí, emite un resplandor que engulle y transforma todo lo que toca. Cuando un grupo de mujeres se aventuran en su campo de fuerza para descifrar la naturaleza de esta, aparente, amenaza extraterrestre, sus descubrimientos resultan más introspectivos y existenciales que prácticos.

Lo verdaderamente aterrador en Annihilation, no solo son las aberraciones biológicas que las exploradoras descubren en su expedición, sino lo que intentan dejar atrás y destruir de sí mismas. Al final, Lena, el personaje de Portman, se encuentra con que su última amenaza no es un monstruo mutante de colmillos afilados, sino un ente que se asemeja increíblemente a ella. Una confrontación cuerpo a cuerpo con lo que desea anular de sí misma y borrar de su pasado. Haciendo las respectivas diferencias a un lado, el alien de Annihilation y el virus del COVID-19 guardan una similitud: ambos son agentes extraños y nocivos para la integridad humana, pero a su vez, son elementos que ponen en crisis nuestra percepción de normalidad, replanteándonos aquellos esquemas que, tal vez, debemos destruir para convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos.

Melancolía. La fatalidad inminente

Foto vía: Screenmusings

Foto vía: Screenmusings

En momentos como este, la visión de un futuro desolador e incierto puede resultar abrumadora. Es común que, frente a un panorama crítico y doloroso como el de la pandemia, tengamos ideas pesimistas e incertidumbre sobre el futuro que se aproxima. ¿Cuándo acabará esto? ¿Quién seré yo cuando termine? Ese sentimiento de fatalidad y miedo frente a un destino desalentador es la médula emocional de la película del 2011 de Lars Von Trier, Melancolía. Si su título no es lo suficientemente explícito como para dejar claras sus intenciones, la cinta protagonizada por Kirsten Dunst es una mirada lóbrega y deprimente sobre el fin del mundo, una mezcla de drama existencial y thriller sci-fi donde un planeta amenaza con estrellarse con la Tierra.

La idea para la película surgió a través de la propia experiencia de Von Trier con la depresión. Un terapeuta le comentó que los depresivos y melancólicos tienden a actuar con más calma frente a escenarios adversos, mientras que la gente ordinaria es más propensa a reaccionar con pánico. La idea detrás de ese razonamiento es que los melancólicos ya están “listos” para desenlaces fatídicos y anticipan, de facto, que las cosas acabaran mal.

Lo relevante de Melancolía para estos tiempos de COVID, además de la sensación que muchas personas tienen de que se están enfrentando a una especie de “fin del mundo”, es el retrato de la parálisis frente al miedo y la tristeza y el contraste de cómo se enfrenta una crisis a través de dos formas diferentes de percibir la adversidad. Por un lado, la melancólica Justine acepta con relativa calma la fatalidad que sobreviene y, por otro, su hermana Claire, sucumbe a la desesperación e intenta frenar lo inevitable. El momento histórico que vivimos ahora sin duda no terminará en un desenlace tan trágico como Melancolía, pero sí exige de nosotros desde qué rol emocional lo enfrentaremos.

Interestelar. La esperanza de un nuevo mundo

Foto vía: DVD Talk

Foto vía: DVD Talk

De todas las películas de esta lista, pareciera que una épica espacial de las proporciones de Interstellar, con todo y su mensaje de que el amor es la única fuerza que trasciende el tiempo y el espacio, es la menos apta para definir nuestros tiempos de crisis. Viajes interplanetarios e interdimensionales, paisajes insólitos del universo, hoyos negros. Sin embargo, no olvidemos que la odisea planteada en la cinta de Christopher Nolan de 2014 surge a partir de la búsqueda de una nueva oportunidad de vida y prosperidad para la especie humana. Aunque de formas menos cataclísmicas que una película de desastre convencional, la Tierra en Interstellar también es azotada por catástrofes, en un futuro con tormentas de arena, plagas en los campos y enfermedades crónicas. 

Pero más allá del viaje exterior que emprende Cooper (Matthew McConaughey) en busca de una solución cuasi-divina para la supervivencia de la humanidad en otra galaxia, el personaje de Murph, su hija, quien se queda en la Tierra, representa esa aspiración por encontrar una última esperanza en un planeta abatido que muere lentamente. La secuencia donde Murph, interpretada por Jessica Chastain, huye de su hogar en medio de una tormenta de polvo y se enfrenta con la visión desoladora de un mundo en ruinas, solo para regresar a casa y hacer un último intento de descifrar la respuesta para salvar la Tierra, es una imagen de ese incansable ardor humano por salvarse así mismo. Hoy, los científicos y médicos que se encuentran en las primeras líneas de batalla contra el COVID-19, emprenden proezas similares: la búsqueda por un nuevo y mejor hogar, dentro de la misma Tierra, cuando todo esto termine.


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