Yoshua Okón: 30 años de reírnos incómodamente para darnos cuenta que somos parte del problema

Yoshua Okón: 30 años de reírnos incómodamente para darnos cuenta que somos parte del problema

Yoshua Okón frente a su obra Punto ciego en Proyectos Monclova. Fotografía: Rodrigo Lara

Por: Pamela Valadez y Ekatherina Sicardo

Cruzando el pasillo de la enorme galería principal de Proyectos Monclova, tres sillas nos esperaban al centro rodeadas de lienzos llenos de puntos de colores y palabras ocultas. En medio del cubo blanco recibimos a Yoshua Okón, artista mexicano que trabaja principalmente con video, performance y otros medios como escultura, instalación, dibujo y pintura. 

Su trabajo es un híbrido entre la realidad y la ficción. Su larga trayectoria ha sido atravesada por la llegada de las políticas neoliberales y los cambios que trajo la globalización consigo. A través del humor negro e ironía, Yoshua ha credo una obra de gran fuerza que interpela e involucra al espectador. Sus piezas son una crítica reflexiva al capitalismo, a los sistemas de poder, a las estructuras culturales y las dinámicas políticas. Cada una se aleja de las enseñanzas moralistas y nos hace dudar sobre nuestras ideas más consolidadas, recordándonos que somos tanto víctimas como causantes del problema.

Yoshua fundó  La Panadería junto con el artista Miguel Calderón, un centro de exposiciones, sala de conciertos, residencia de artistas, cineclub y muchas cosas más, marcando un espacio para la efervescencia del arte contemporáneo durante los 90. Además, es una de las mentes maestras detrás de SOMA, un espacio de pensamiento crítico, una plataforma de intercambio cultural y enseñanza de arte que estimula la colaboración entre artistas y agentes culturales. 

Platicamos con Yoshua sobre su trayectoria:

Hay una preocupación y una toma de acción por abrir espacios para la pedagogía desde tu práctica. Pensando en La Panadería y  en SOMA. ¿Cuál es tu interés en abrir espacios de exploración para el arte contemporáneo? 

Desde hace 30 años, he estado involucrado en la creación de espacios y de contextos dentro de los cuales el arte pueda existir. El arte requiere de contexto, es decir, el arte no son objetos aislados en el mundo. Y en la medida de que este contexto sea un contexto complejo y propositivo, es también la medida en la cual el arte puede llegar a tener más potencial y a lograr tener mayor impacto en la sociedad. Al final del día, el arte es una manera de comunicarse, es una manera de encontrarnos y por eso es que los espacios y las instituciones de arte son tan importantes.

A lo largo de tu práctica artística has combinado diferentes medios y el performance ha sido uno de los más importantes. Nos metes en artificios de la realidad y se desdibujan las líneas entre lo real y lo cotidiano. Pienso en Rusos Blancos, por ejemplo. ¿Cómo creas los vínculos con la comunidad? porque te integras a los espacios donde  vas a generar estas acciones. 

Por un lado,  uso múltiples  medios porque  siempre parto de conceptos, ideas y temas de los que me interesa hablar; siempre uso el medio  más conveniente o el que me permita articular de la mejor forma lo que quiero abordar. Una de las preocupaciones más constantes en mi trayectoria es en torno a cómo los humanos interpretamos la realidad, es decir, en qué se basa la visión del mundo que tenemos. Una de las formas en las que desde muy temprano empecé a explorar es en hacer obras donde haya un híbrido entre el documental y la ficción. Creo escenarios ficticios, artificiales, dentro de los cuales inserto aspectos de la realidad. Esto me ha servido como un proceso para hacer obra que obliga al espectador a reflexionar en torno a su entendimiento del mundo. A mí me interesa mucho que nos podamos replantear las ideas que tenemos sobre cómo vivimos. Se me hace una increíble plataforma para desarrollar el pensamiento crítico.

En cuanto a cómo logré esto, trabajo con gente de la vida real, es decir, no actores que introduzco dentro de escenarios ficticios. También muchas veces trabajo en sitios específicos, que son reales dentro de los cuales ocurren situaciones que son abiertamente artificiales,genero una tensión entre elementos familiares y elementos imaginarios. A partir de esta tensión nuestro cerebro empieza a tratar de entender qué tan real es lo que se está mirando. La obra de alguna manera estimula a pensar o analizar aspectos que no verías o no te detendrías a mirar normalmente.

Rusos Blancos es una videoinstalación a raíz de un performance realizado en colaboración y en casa de la familia Akien, para la edición 2008 del High Desert Test Sites.  

En la pieza participa un grupo de residentes de la localidad quienes, junto a la familia Akien, son presentados como una gran familia ficticia a la cual los espectadores van a visitar a lo largo de un fin de semana. Los huéspedes son recibidos con “rusos blancos”, la bebida favorita de Diana Akien. Las acciones que toman lugar dentro de ese hogar se repiten cada 20 minutos y son el resultado de ensayos en colaboración entre Okón y la “familia”. El resultado consigue que al espectador se le dificulte distinguir entre la actuación y el comportamiento ordinario.

Archivo: Yoshua Okón

Sobre esto percibo que muchas de tus obras se relacionan con más de una disciplina artística como el performance, literatura y cine. ¿Cómo es trabajar con la ficción y la relación entre formatos para contarla?

No hay forma de hablar desde un lugar neutro. Ni el documental más puro del mundo va a ser neutro. Siempre hay una visión, siempre miramos de una forma sesgada. Y si le sumas a eso todos los filtros culturales, la forma en la que tú estás mirando tiene cierto bagaje. En el arte eso se resalta, el hecho de que tu experiencia del arte es el punto de vista de una persona consciente de eso. Los documentales trataban de esconder ese punto de vista del autor, pero desde hace mucho tiempo hay muchos documentalistas que incluyen su punto de vista como parte de la obra como Jean Rouch. Y a mí me interesa mucho implicarme en la obra. No porque no hay manera de hablar desde fuera, solamente se puede hablar desde dentro. Y cuando hago una crítica me incluyo en esa crítica, porque me interesa hacerla no sobre individuos, sino sobre sistemas y  críticas estructurales. Yo también habito aquí y, por lo tanto, estoy de alguna forma implicado en esa crítica. 

En la historia del arte hay mucho esa mirada autoritaria y a mí me ha interesado desde siempre desmantelar ese punto de vista autoritario y de superioridad moral. Hablar como parte del problema. Y en ese sentido es fundamental yo incluirme en la obra para que, después, quien la mira también no la esté mirando desde afuera, sino que la mire desde adentro y así forma parte de.

Ya que está tan de moda hablar del neoliberalismo, ¿cómo piensas ahora el neoliberalismo frente a un contexto mexicano que pareciera que lo hace un concepto político desgastado y vacío? Estoy pensando en Chille o en Pulpo, que tiene mucho que ver con cómo las corporaciones conforman realmente las estructuras que nos determinan.

Andamos hablando de lo imperfecta que es la democracia y cómo mientras el neoliberalismo avanza, esa imperfección de nuestras democracias se acentúa todavía más. 

De niño viví en un México pre neoliberal y me tocó vivir esa transición y  alrededor del 2000 me empezó a interesar mucho. Antes de esa época, en los noventa, mi obra respondía mucho a mi contexto inmediato y era sobre la experiencia de vivir en la Ciudad de México. Luego, en el 2000, a raíz de que empiezan a haber esos cambios tan radicales, que para los jóvenes puede ser difícil tener esa perspectiva, empezó a ser muy evidente para muchos y para mí el hecho de que cada vez estamos viviendo más en un sistema plutócrata donde grandes corporaciones o grandes concentraciones de capital internacionales están teniendo cada vez más peso sobre las políticas y, cómo los gobiernos nacionales cada vez están perdiendo más soberanía. Resulta profundamente antidemocrático. La enorme influencia de esta estructura supranacional que está definiendo nuestras vidas y el pequeño margen de operación que tienen los políticos o los países y la pérdida de la soberanía ha sido un tema recurrente en mi obra.

Pulpo representa la guerra civil guatemalteca, pero a diferencia de las representaciones de guerra civil tradicionales, las cuales son escenificadas en el lugar real de los hechos y son representadas por personas que no pelearon en la guerra, en esta ocasión la locación responde a una naturaleza simbólica: el campo de batalla es trasladado a suelo estadounidense en un estacionamiento de Home Depot en Los Ángeles. Además es representada por combatientes que en los años 90 pelearon en la guerra que esta siendo re-creada: una docena de miembros de la comunidad maya de Los Ángeles, todos recientes inmigrantes indocumentados que se reúnen como jornaleros para buscar trabajo en el mismo estacionamiento donde la filmación toma lugar.

El título de esta pieza hace referencia al apodo utilizado en Guatemala para la United Fruit Company, UFCO (hoy en día Chiquita Banana), empresa estadounidense basada en Guatemala y directamente ligada al golpe de estado orquestado por la CIA y la consiguiente guerra civil. Archivo: Yoshua Okón

La Panadería y SOMA hablan de tu preocupación por la pedagogía del arte  y  las prácticas contemporáneas. ¿Tienes alguna perspectiva crítica con respecto al arte contemporáneo? 

En el arte contemporáneo hay muchas fuerzas que están coexistiendo. El papel del mercado hace que mucha gente, con toda razón diga “no, el arte se volvió nada más productos de lujo para gente rica y es totalmente hueco” o sea, de alguna manera es diseño caro y nada más sirve para que los ricos tengan sus símbolos de estatus o para que especulen financieramente. Eso está ocurriendo conforme el arte se incorpora cada vez más  a una lógica capitalista. Pero eso no quiere decir que el arte no tenga el enorme potencial de reflejar el mundo que vivimos. El arte también son espacios de muchísima libertad en los cuales podemos detenernos y mirar desde otros ángulos nuestra vida. En este mundo contemporáneo todos vamos a mil por hora. La información está increíblemente fragmentada, estamos bombardeados de información y vamos tan rápido que no nos estamos pudiendo parar a observar. El arte tiene ese enorme potencial: puede ser una manera de disminuir esa velocidad y realmente entender nuestro entorno con una perspectiva más crítica.

Punto ciego, es el más reciente proyecto presentado por Okón en Proyectos Monclova. Es una serie de pinturas que esconden ciertas letras y símbolos que son visibles según seas normovisual o tengas daltonismo. Para Okón la percepción de la realidad está condicionada desde la biología y después los valores culturales aprendidos. Fotografía: Rodrigo Lara

¿Cuál es el papel del arte en  un sistema del  que no podemos escapar? 

Si no nos hacemos conscientes del sistema, no tenemos suficiente agencia para tratar de escapar. Es necesario entender en dónde estamos parados para tratar de hacer un contrapenso desde ahí y tener cierto nivel de agencia, aunque no sea una agencia absoluta y total. Y para mí, el arte juega un papel en el poder imaginar otras realidades o imaginar otros mundos, porque el arte te da esa distancia crítica para imaginar. 

¿Cuál es tu relación con la ironía y el humor? 

Creo que, históricamente, la sátira y la ironía han sido grandes herramientas para la reflexión. Porque, de alguna manera, el humor te hace consciente. El humor irónico, el humor complejo, el humor negro nos hacen conscientes de nosotros mismos. Es decir, de repente te estás riendo, pero de algo que te pone increíblemente incómodo. Entonces, yo creo que el humor, especialmente la ironía y la sátira son muy buenas para la reflexión. Además, cuando tú haces a alguien reír, ya lo haces partícipe. Quien se ríe ya no mira desde afuera, está implicado automáticamente. Vivimos en una sociedad de lo que en inglés se llama “virtue signaling”, el “tú debes hacer esto” y esta posición de hablar desde una superioridad moral hace que no estemos posicionándonos dentro del problema, que no reconozcamos que somos parte del problema. Y además, si estás tocando temas tan horrendos como lo que está pasando a nivel humanidad, es mucho más fácil vivir en la negación porque son temas fuertísimos. Si los abordamos de manera muy solemne, mi experiencia ha sido que hay mucho más rechazo que si los adentramos con humor. Porque cuando lo desagradable del tema se mezcla con el placer del humor, nos sentimos bien.

Yoshua Okón frente a su obra Punto ciego en Proyectos Monclova. Fotografía: Rodrigo Lara






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