Una presidenta para México
Por: Marisol Ochoa
Se cierra el periodo electoral más violento de la historia contemporánea y también el más grande de la historia de nuestro país. Así, entre 750 hechos de violencia, entre amenazas, secuestros y pérdidas humanas, debates poco profundos, y propuestas fugaces, fiestas de campaña, encuestas y metodologías dispares, alegría y llanto, esta jornada electoral se dirime entre dos mujeres.
He pensado que el 2 de junio representa, más allá de una elección, un cambio o continuidad de proyecto de gobierno. La presidenta que tome protesta el primero de octubre tendrá que dirigir, negociar y conciliar con el Congreso, instituciones y gobiernos estatales - con todos los problemas que esto implica-, las decisiones que marcarán el futuro del país.
Así que más allá de una discusión de género, sobre si a las mujeres les toca gobernar, o si nuestro país está listo para tener un liderazgo femenino, me gustaría proponer que esto trasciende una discusión sobre roles de género y proyectos partidistas, ya que lo que está en juego es un horizonte de expectativas que será forjado, construido y procurado o truncado, por quien tome las riendas en este país.
Siempre he creído que los roles de género no deben clasificar ni establecer nuestros límites y capacidades, sino todo lo contrario, de ahí entonces que me atreva a considerar otros aspectos que me parecen indispensables en nuestra siguiente gobernante frente a los retos tan complejos que le tocará sortear, gestionar, contener, transformar, e impedir con convencimiento, audacia, inteligencia, capacidad de discernimiento, pero sobre todo con fortaleza y confianza, donde el proyecto de nación sea ante todo, la prioridad en la cuál todos y todas formemos parte, trascendiendo intereses de toda índole: de partido, negociaciones o particulares, ya que nada de esto puede tener lugar en una verdadera visión de estado.
Yo le pediría a la siguiente presidenta lo siguiente: Que sepa escuchar más allá del horizonte político de donde proviene. Esta cualidad es necesaria en un México donde el dolor, el sufrimiento y la impotencia se han vuelto el pan nuestro de cada día, pensando en un país con cientos y miles de desaparecidos y muertos, donde miles de familias por años no han logrado conciliar una noche de sueño.
Le pediría también empatía, para comprender mejor lo que nuestro país necesita, sin negar, sin rechazar, sin ocultar, abierta a un diálogo siempre en vías de construir y contribuir. También le pediría que tenga mucho carácter y sentido autocrítico, para poder reconocer errores, transformarlos y mejorar. Le pediría paciencia para que, a pesar de no estar de acuerdo con todas las opiniones, tenga siempre la capacidad de dejar que la libertad de opinión y expresión puedan darse a conocer, ya que solo con libertad una verdadera democracia se desarrolla y se fortalece.
Le pediría coherencia y firmeza en sus convicciones, para tomar decisiones difíciles más allá de intereses de grupo, que siempre velen por México, apegadas al estado de derecho, que busquen fortalecer y legitimar nuestra democracia.
Le pediría respeto para quienes difieran de su proyecto, y que no por ello, sean estigmatizados o rechazados, le pediría una buena dosis de sensibilidad para no deshumanizarse frente a las atrocidades y entereza para pensar con claridad en momentos de mucha turbulencia y caos. Le pediría no perder rumbo, sencillez, y sensatez, que le permitan mantener siempre firmeza y claridad en los objetivos trazados, y que frente a la adversidad nos de la confianza de que siempre habrá espacio para construir una comunidad más pacífica, justa, solidaria y democrática entre todos.