Ruizpalacios nos lleva a conocer la parte oculta de una/La Cocina
Por Jerónimo Balcárcel Alva
Altamente competitiva fue la selección de largometrajes mexicanos presentados durante la vigésima segunda edición del Festival de Cine de Morelia.
Entre las nueve seleccionadas una destacó sobre las demás, no solo por cómo involucró al público, sino por la manera en que provocó discurso en los espectadores. La Cocina, la nueva película de Alfonso Ruizpalacios, director de Güeros (2014), Museo (2018) y Una película de policías (2021), tres de las producciones mexicanas más aclamadas de la última década.
Ruizpalacios, acostumbrado ya a la ambientación singular de la Ciudad de México, ahora sitúa su narrativa en la ciudad de Nueva York, sede del sueño americano y la ciudad probablemente más representada por el cine contemporáneo. En el corazón de Times Square, “The Grill” atrae a turistas ansiosos por vivir la experiencia americana: aquellos que gozan de platillos secos y sin sazón, siempre y cuando no se enteren de donde provienen, porque bajo la superficie— y bien oculta del cliente— se encuentra la cocina.
Pedro (Raúl Briones) es uno de los muchos cocineros inmigrantes que trabajan ahí, aunque parece disfrutar más rebelarse contra sus jefes y llevar a escondidas a una de las meseras rubias al refrigerador industrial. Cuando Julia (Rooney Mara) inevitablemente queda embarazada, Pedro de alguna manera consigue dinero para pagarle el aborto. Sin embargo, el descubrimiento que falta dinero en la caja y la posibilidad de que alguien lo haya robado comienza un caos en la cocina.
Fotografiada enteramente en blanco y negro por Juan Pablo Ramírez, La cocina, además de lucir bella en su estilo clásico, resalta en sus imágenes los bordes rugosos, la inquietud que se esconde entre las sombras. De esta manera, la cocina parece más un calabozo donde los personajes se encuentran atrapados, cada uno forzado a cumplir una condena que quizás sea eterna. El triunfo de la película, por ello, es la manera en que va quebrando a sus personajes, conduciéndolos a su punto de ebullición e, incluso, algunos a la locura.
Esto se debe en gran parte al carácter frenético del guion de Ruizpalacios, que se nutre principalmente del elemento teatral de la obra de Arnold Wesker en la que se basa. La cocina rebosa vida, un escenario para que Ruizpalacios siga a un sinfín de personajes: desde el pastelero estoico, pasando por la estirada camarera puertorriqueña, hasta el astuto supervisor chicano.
Acompañándolos, el estupendo trabajo de diseño sonoro que caracteriza la obra de Ruizpalacios. Esta vez, además de reflejar la ansiedad que irradia de cada personaje, dotándola de un ritmo que complementa perfectamente su teatralidad.
Sobre todo, debe mencionarse el sensacional trabajo del reparto, que esencialmente forma la esencia de la película. En particular, Raúl Briones, que hace de su papel el que seguramente definirá su carrera, ejerce una presencia que no solo lo establece como un personaje sumamente cautivador, sino el núcleo emocional de la trama. Basta con presenciar el clímax de la película para borrar toda duda con respecto a su destreza.
Después de su estreno en la vigésima segunda edición del Festival de Cine de Morelia, la película resultó un éxito llevándose el Premio del público a largometraje mexicano de ficción. No habrá mejor manera de experimentar las emocionantes formas en las que se desenvuelve La Cocina que delante la pantalla grande, cuando se estrene el próximo 7 de noviembre. Igualmente, se podrá disfrutar desde la comodidad de casa a través de la plataforma MAX, a partir del 2025.