Las Madres de los Falsos Positivos y el Derecho a la Memoria

Las Madres de los Falsos Positivos y el Derecho a la Memoria

El congresista colombiano Miguel Polo Polo, el 6 de noviembre, en un intento de criticar al gobierno de Gustavo Petro, publicó un video en sus redes sociales en el que destruía una instalación conmemorativa realizada por las Madres de los Falsos Positivos de Colombia (MAFAPO) en honor a sus hijos, víctimas de ejecuciones extrajudiciales por parte del Estado.

La exposición, titulada Con las botas bien puestas, consistió en botas intervenidas artísticamente por las madres y familiares de las víctimas, y constituye una construcción de la memoria que debe ser protegida como un derecho fundamental, no solo para el país, sino como una garantía para la agencia de estas mujeres y el reconocimiento de su dolor.

Para entender lo ocurrido, imagina que un día te dicen que encontraron a tu hijo muerto en una fosa común a 676.9 kilómetros de tu casa, porque, según el Estado, fue abatido en combate como guerrillero. Después, te enteras de que nunca existió tal combate, que en realidad miembros del ejército lo asesinaron para recibir beneficios de hasta casi 4 millones de pesos colombianos (alrededor de 17 mil 500 pesos mexicanos) otorgados por el Ministerio de Defensa por "dar de baja" a un guerrillero.

Para justificar el asesinato, hicieron pasar a tu hijo como miembro de un grupo armado, disfrazándolo sin siquiera asegurarse de que las botas que le ponían estuvieran en el pie correcto (bota derecha en el pie izquierdo y viceversa). Esta es la historia de más de 6,402 madres colombianas, que, en el periodo presidencial de Álvaro Uribe Vélez, de 2002 a 2008, enfrentaron la desaparición de sus hijos y su posterior ejecución extrajudicial.

Polo Polo, para alegar que la cifra de 6,402 falsos positivos -recopilada por diversos entes gubernamentales, como la Fiscalía, la Jurisdicción Especial para la Paz y el Centro Nacional de Memoria Histórica- era falsa, y que las botas habían sido colocadas por campesinos pagados por el gobierno, se grabó arrojándolas en una bolsa de basura y diciendo: “Ahí es donde pertenecen.”

Las botas que tiró Polo Polo no son basura, como expresó Ana, miembro de las MAFAPO, en su respuesta al congresista: "Estos fueron nuestros hijos, nuestros seres queridos a quienes mató el Estado." No importa si fue una víctima, mil, 6,402, o más, como aseguran las MAFAPO; Polo Polo no puede borrar el hecho de que existieron asesinatos extrajudiciales bajo el gobierno de derecha que tanto defiende.

Con su gesto, no está llamando mentiroso a Petro, como pretende, sino que está tachando de mentirosas a las madres que deben vivir con la ausencia de sus hijos, víctimas de una guerra en la que ni siquiera estaban participando.

Este acto es un recordatorio de por qué se debe pensar la memoria en la individualidad de cada caso; no se trata solo de un macrorelato histórico, sino de un espacio en el cual las víctimas y sus seres queridos luchan por justicia y promueven la no repetición. Como explica el jurista Eric Millard, el derecho a la memoria es un mecanismo en la justicia transicional para reconocer la singularidad de los hechos sufridos y su registro, para impedir así la impunidad.

Para las MAFAPO, las botas son una forma de recordarles a todos, especialmente a quienes no han vivido las consecuencias de esta guerra, lo que les ocurrió a sus hijos. Como escuché decir en un conversatorio a las madres buscadoras de Guanajuato: “ la memoria no es lo que nos dicen los políticos ni el Estado, sino la manera de mantener presente aquello que nos arrebataron”.

Lo que hizo Polo Polo demuestra por qué necesitamos esta memoria individual: con su acción, recrea simbólicamente el dolor, donde ya no hablamos de ejecutados extrajudiciales, sino de botas; ya no de fosas comunes, sino de bolsas de basura. Esa deshumanización es precisamente lo que las MAFAPO han combatido durante 16 años que se reconozca.

Polo Polo, con su video, que en este momento tiene 28 mil likes en TikTok y 14 mil en Instagram, reabrió una herida que muchas personas en Colombia están dispuestas a aceptar de manera activa.

Este es un grito para el país y toda América Latina, atravesada por dolores compartidos, pidiendo hacer silencio y escuchar a las madres de los desaparecidos y ejecutados. Es un llamado a proteger la fragilidad del derecho a la memoria, para que recordemos a sus muertos como ellas desean y neguemos la posibilidad de que su dolor se repita.

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