La pintura de Víctor Hugo Pérez: algo evidente pero difícil de concebir

La pintura de Víctor Hugo Pérez: algo evidente pero difícil de concebir

Fotografía cortesía de Proyectos Monclova

Por: Pamela Valadez

“Tengo un perro escondido, encerrado y amarrado, lo alimento de resentimiento, el desprecio que recibo lo guardo para su cena durante el día”
Mi perro bravo, Víctor Hugo Pérez.

En Proyectos Monclova encontré lienzos enormes de mujeres jugando gatos, pájaros voladores, ollas, platos y perros de barro con caras monstruosas, ojos de serpiente y piel de leopardo hechos con la técnica original de los artesanos de Tonalá. Estos artilugios son parte de la obra de  Víctor Hugo Pérez, quien me compartió sobre su arte y el enorme universo simbólico que ha construido a lo largo de 30 años de trayectoria.

Víctor Hugo nació en 1975 en Guadalajara, rodeado de artesanías, colores brillantes y murales de José Clemente Orozco como su primer encuentro con la expresión artística. En su adolescencia, llegó a la pintura siguiendo una corazonada. “En la secundaria tenía una compañera y su papá era un pintor que daba clases en el Taller de Artes Plásticas del Instituto Cultural Cabañas, le pedí que me lo presentara. Me invitó a unirme a la carrera pero nunca me inscribí, de repente me aparecía por ahí”.

Su formación artística fue en gran medida autodidacta. A los 15 años compró unos papeles Fabriano, unos acrílicos y comenzó a pintar. Su hermana estudiaba fotografía y capturó sus trabajos más tempranos que terminaron por casualidad en manos de la persona que le ofrecería su primera exposición en una galería de Guadalajara a los 17 años. Desde entonces, jamás se ha dedicado a otra cosa que no sea la pintura y su obra refleja su aguda intuición y el hecho de que, para él, su profesión es casi una necesidad y parte de sí mismo. 

Su estilo pictórico es una mezcla, un “licuado sabroso”, como lo llamó él, nutrido de todos los artistas que ha visto y lo han marcado en su vida. Cuando era joven, abrió un libro de Kandinsky y se enamoró profundamente del artista, integrándolo al resto de sus otras fuentes de inspiración como Dubuffet y Matisse, Orozco y Rivera, Picasso y De Kooning. A mí, sus obras me recuerdan también a las del pintor mexicano Julio Galán, con su fuerza visual, su narrativa casi autobiográfica y su manera de crear personajes.

Sus pinturas están repletas de texturas y colores disonantes, posturas incómodas y líneas gruesas que sirven de contorno a escenas cargadas de emociones que es imposible no sentir. En todas las pinturas de la historia del arte que se han adherido al canon de “lo bello”, incluso en los ejemplos más expresivos y realistas, la felicidad, la ira y la tristeza aparecen siempre como emociones contenidas. En las obras de Pérez, la emoción se cuela por las grietas y se vuelve incontenible. Distorsiona los colores, desborda sus violencias y pasiones, atraviesa las líneas que buscan encerrarla y las fractura para escapar en forma de perros, gatos y pájaros. En las pinturas de Pérez el marco que también conforma parte de la obra. 

Fotografía cortesía de Proyectos Monclova

Le pedí al autor que me hablara más de sus personajes ⸺el perro, el pájaro, la mujer⸺ e inevitablemente terminamos hablando de Mi Perro Bravo, un texto que escribió para un libro homónimo que publicó en 2015. Ahí, el “perro bravo” se muestra como una especie de yo interior formado por los carices más indeseables y violentos de los hombres. El “perro” en el texto era algo que debía ocultarse, algo que no les gustaba a las mujeres de la vida de Víctor Hugo y que él tenía que “esconder en la azotea” para que no arruinaran sus conquistas, sus oportunidades de acabar con la soledad en la que vivían él y su perro bravo. Era casi una cuestión de elegir entre tener una pareja o conservar al perro. 

Tras haber visto su obra, le dije a Víctor Hugo que, para mí, el perro bravo parece ser todo lo que forma parte de nosotros, lo bueno que existe en potencia y lo malo que tendemos a negar. Él me respondió que, más bien, los perros en sus pinturas representan lo animal: esos sentimientos que suceden en contra de nuestra voluntad, las pasiones que existen a pesar de las normas sociales. 

Los animales que ahora habitan temporalmente la planta baja y el primer piso de Proyectos Monclova, representan para el artista distintas aproximaciones a la seducción y al instinto. Por eso hay gatos cautelosos y a veces inconscientes, que intentan ganarse a la mujer de su deseo al ofrendarle un pájaro muerto. También hay animales rastreros, suplicantes y obsesivos, deshonestos y engañosos. Y está el perro, por supuesto, con su amor apasionado que exige atención y compromiso, sus arrebatos de energía y su lealtad desmedida.  

Víctor Hugo Pérez Fotografía: Carlos Díaz Corona, cortesía de Proyectos Monclova

En la galería está expuesta la obra más reciente de Víctor Hugo y en ella parece existir una especie de reconciliación entre el perro y las mujeres que en Mi Perro Bravo parecían enemigos mortales. “¿Cómo crees que ha cambiado tu obra desde que empezaste hasta hoy?” le pregunté. Lo pensó un segundo y luego respondió: “Siempre he querido conservar un poco de mi juventud, el lado de la gracia y la torpeza”. Me dijo que, aunque sepa lo que quiere pintar, procura no plasmar exactamente lo que ve en su mente. “Si lo pusiera tal cual”, explicó, “ya no habría aventura; no me estaría divirtiendo ni sufriendo”. Lo que pinta en los lienzos de Proyectos Monclova son escenas suyas, su vida con su esposa y sus 8 gatos. “Aquí pinto lo más doméstico de la vida porque encuentro cierta rebeldía en que, en medio de un mundo de corrupción, asesinato e impunidad, puede existir la posibilidad de que en tu sala te encuentres pleno”.

Antes de conocerlo, ya sabía que quería preguntarle si para él su obra tenía algún sonido o si la asociaba con algún tipo de música. Curiosamente, antes de que pudiera preguntar, me habló de la música para explicar su estilo enérgico y rebelde, y la mezcla de influencias que lo han ayudado a crear un lenguaje pictórico suyo. “Imagínate que descubro que me gustan los boleros y comienzo a escribirlos, pero también quiero agregarle unos metales, tambores, unas trompetas. Aún quedan vestigios de los boleros, pero no querría prohibirme nada ni ponerme el límite de no hacer lo que me gusta.”

Si hubiera formulado mi pregunta, tal vez la respuesta habría sido distinta. Sin embargo, creo que es muy acertado describir su obra con esa imagen: como un bolero con tempos mezclados, metales añadidos, trompetas y percusiones que mueven emociones con sus acordes suaves y sus claras disonancias. “En el error hay una especie de descubrimiento”, concluyó. “Creo que fue Francis Bacon el que dijo que, al intentar imitar a los artistas que le gustaban y fallar, al cometer errores, descubrió que los errores eran él. Los supuestos errores de mi pintura, son los que hablan de lo que soy yo”.

La obra de Víctor Hugo Pérez estará en Proyectos Monclova hasta el 17 de agosto del 2024.


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