Me dieron ganas de llorar con "Weyes de Luisa Almaguer

Me dieron ganas de llorar con "Weyes de Luisa Almaguer

Por Raquel Miserachi 

Un disco que empieza con una frase como “Me dieron ganas de llorar” revela de inmediato su inclinación a las vulnerabilidades a flor de piel, y sin duda, este disco es exactamente eso. Weyes es el título del tercer álbum en la carrera de esta cantante de la escena más subterránea y más independiente de la Ciudad de México. Se estrenó hace exactamente una semana, y fue elegido por nuestro talentoso programador Leonardo Espindola, el chico de los chinos más esponjosos de la radio, como uno de los discos más importantes de este 2024. 

Mi predilección por las advertencias de la naturaleza sobre la fragilidad de la vida es evidente, y “Un día nos vamos a morir” me parece una sentencia introductoria perfecta. No solo es perfecta para quienes ya adoptaron la postura de que el fin del mundo es ahora, sino para un disco que señala, por un lado, la toxicidad de las relaciones humanas, y por otro lado, las distintas caras del deseo en la construcción emocional de una persona, que en este caso, es una chica trans. 

En la vida y en el trabajo de Luisa Almaguer, los contrastes son una constante: la tensión entre dos fuerzas inevitables. La vida y la muerte, el deseo y el rechazo, el amor y el desamor, lo masculino y lo femenino, el cotorreo y la tragedia. Todas esas dualidades están presentes en sus letras, en su música, y se encarnan en su propia persona. “Wey” es el sencillo que anunció este álbum el año pasado y que tiene un carácter muy conversacional, como si fuera tomado de una conversación de mensajes de texto. Pero antes de entrar al estilo casual en el que esta mujer escribe sus rolas, les voy a dar un poco de contexto sobre quién es Luisa Almaguer y por qué se ha vuelto tan importante para la escena local.

Luisa es una chica trans que en muy pocos años ha logrado colocarse como una de las voces más importantes y claras en la comunidad trans local. Fue la primera locutora que hizo un podcast de personas trans para personas trans en Latinoamérica, es cantante, compositora y ahora está trabajando en una película. Hay muy pocas figuras trans que anteceden la aparición de Luisa en la escena local. Zemmoa fue nuestra primera Jane County, si pensáramos que el Max’s Kansas City del Nueva York de los 60 puede ser un paralelo para la época dorada del… ¿cómo se llama ese after al que no dejaban entrar a nadie porque éramos muchos y la cocaína era muy poca? Ah, sí, el M.N. Roy. Zemmoa fue la primera mujer trans en convertirse en la estrella pop más brillante de la cuadra y la encargada de elegir quién entraba al after más hot de la ciudad en 2010. No hubo ninguna otra figura trans en el pop local hasta 2019, que aparecieron Luisa Almaguer y La Bruja de Texcoco, aunque en el mundo empresarial y en los medios ya estaba presente la brillante Ophelia Pastrana, que transicionó y se popularizó en su campo más o menos en la misma época que Zemmoa. No hay muchas otras personas trans que hayan logrado rebasar la marginalidad para convertirse en una voz que se escuchara fuera de su comunidad cercana para representar y retratar (o, como les gusta decir ahora: visibilizar) la existencia de las personas trans en la Ciudad de México, y mucho menos, en otros estados de la República.

Foto por Micho Casas

La importancia de Luisa Almaguer se edificó en plena pandemia, con su podcast titulado La Hora Trans en donde le dio voz a cientos de historias de personas trans,  y con el lanzamiento de su segundo disco, Matar o no matar. Esos dos elementos fueron un parteaguas en la forma en la que se habla respecto a la cultura trans hoy en nuestro país, a la inclusión de estas personas en festivales locales, como en todas las intervenciones de TRAICIÓN, proyecto de NAAFI, que empezó a agendar actos queer en su espacio ahora tradicional en el festival Ceremonia, o en el Carnaval de Bahidorá de este año, donde la escena trans local tuvo un papel fundamental en la presentación de Africa Express, proyecto dirigido por Damon Albarn (líder de Blur, Gorillaz, The Good The Bad & The Queen, Rocket Juice & The Moon, DRC Music, Mali Music) con una banda de cerca de cincuenta músicos africanos, del Reino Unido, de Estados Unidos y de México.  


La situación de las personas trans en estadísticas puras y duras es alarmante. Según el documental Luisa Almaguer y La hora Trans (VICE, 2020) la esperanza de vida promedio de una persona trans en México es de 35 años. Entre 2008 y 2019, el 78% de los asesinatos de personas trans en el mundo, se cometieron en América Latina. El 90% de las personas trans en México no trabajan, o trabajan en comercios informales. Y Luisa Almaguer se convirtió en una especie de vocera de estas historias para una nueva generación de consumidores ávidos de música, pero también para las viejas generaciones de fanáticos de… Blur, por ejemplo.

La perra en la azotea, o en el patio de atrás, la perra que es más una parte de la casa que una mascota, es una figura que aparece muy a menudo en el discurso de Luisa. El título de su disco anterior, Matar o no matar, es parte de su monólogo eterno sobre especismo frente a los micrófonos. El especismo, a grandes rasgos, es esta tendencia del ser humano a asumir su superioridad frente al resto de las especies en este planeta, que es la justificación filosófica de miles de veganos militantes para evangelizarte mientras te comes unos taquitos, que es exactamente el caso de Luisa. Ella cuenta que en su infancia tuvo una perra, Kimba. Una Pastor Alemán, que fue una perra de patio trasero. Una perra de azotea. Esta figura tan común en todos los barrios de esta ciudad, y en muchas de las canciones de nuestra artista elegida para el día de hoy. “Una perra” es un pequeño regreso a su discurso sobre Matar o no matar. Cualquier conversación con Luisa te obliga a cuestionar tus decisiones cotidianas a partir de esa simple pregunta: ¿matar o no matar? Si compro carne en el súper, ¿matar o no matar? Si decido maltratar a mi mascota de una manera silenciosa como amarrarla para siempre, ¿matar o no matar? Si decido tirar un un plato de unicel en una bolsa de plástico, con restos de chilaquiles, ¿matar o no matar? Porque esas preguntas, cuestionan directamente la desición consiente que toman todas las personas que han asesinado a una persona trans, que al parecer, por los números, son un chingo de gente. ¿Matar o no matar?

La conciencia social es parte importante del trabajo musical de Luisa, y el éxito que ha tenido para plantear estos temas tan complejos se lo atribuyo definitivamente a su manera de hablar. Ella escoge la jerga más popular y las vías de comunicación en la que hablamos todos. Si “Wey”, tiene un carácter muy conversacional, como si fuera tomado de un mensaje de whatsapp escrito en un lenguaje muy coloquial, con una soltura casi borracha, en “Weyes” es muy claro el recurso del voice note para la composición de este disco. 

Otro de los contrastes evidentes en este disco son dos voces en la narrativa de las canciones. “A este mundo le haces falta” y “a este mundo le hago falta”. Este juego en donde las letras van como cartas dirigidas a un destinatario en segunda persona y eventualmente regresan al sujeto en primera persona como en un espejo, sucede todo el tiempo. Me gusta pensar que es una manera de darle valor y reconocimiento a ese cuerpo que, para las personas trans, a veces es el cuerpo de un extraño. Ese cuerpo que es “el otro” con el que hay que vivir. Y en un proceso de transición, supongo que primero hay mucho trabajo de aceptación, de confrontación y de asumir a ese extraño como propio, quererlo y cuidarlo. 

Una característica notable de este disco, es que las melodías son pegajosísimas. Basta con escuchar el disco una sola vez para aprenderse las tonaditas sin esfuerzo alguno. Para este disco, Luisa trabajó con Santiago Mijares, productor y músico para varias bandas locales como Little Jesus, Big Big Love y Joaquina Mertz. que recién estrenó su álbum debut bajo el nombre de Sanje y que además sale en el video de “Un día nos vamos a morir”. Sé que la mía siempre es la opinión impopular, pero si me preguntan, “El más insoportable” es mi favorita. Me lleva directo a un tablao vacío en el que una bailaora gitana trans baila con la muerte entre las sombras a las tres de la mañana. “No te vayas con ella, y si te vas me llevas”. Sin miedo a la muerte, sin miedo a casi nada, Luisa hace un disco con interludios de su voz que a veces ruega, a veces seduce y a veces, también, se regaña a sí misma.

Siempre me ha parecido que Luisa es excelente haciendo cumbias. Según mis revisiones anuales de Spotify, “Azotea” fue la canción que más escuché en 2019, una cumbia rebajadita con trombón de banda funeraria oaxaqueña. Y es que hay una fragilidad imposible de esconder en las personas trans que las hace brillar en un halo entre la belleza y la melancolía. Se puede escuchar en la voz de Anhoni, una de las más hermosas, reconocibles y profundamente conmovedoras del espectro musical de los últimos veinte años. La belleza, muchas veces, duele. Pero en el caso de una persona trans, su belleza es trágica y contradictoria. Es en esa tensión entre su cuerpo, el que les fue impuesto, y su identidad atrapada dentro de la propia carne, que las hace especialmente hermosas. Uno de los rasgos más contrastantes de una persona trans es la voz, que de manera muy inmediata quita el velo de la apariencia y hace evidente su dualidad. En el caso de Luisa, que es cantante y locutora, esa voz honda y profunda es una herramienta para acentuar su belleza. Proteger y reconocer el trabajo de Luisa Almaguer es una cuestión de matar, o no matar. 

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