Por: Misael Canales@MisAndRoll De las entrañas mismas de la selva de concreto tres tipos sin quehacer, pero con instrumentos, decidieron juntarse para mostrarle a México que el rock nacional podía tener un sonido único y una vestimenta aún más especial. Y es que un año antes de aquel temblor que tatuó a la conciencia mexicana, se grabó el disco homónimo de la Botellita de Jerez (Polydor), disco que gracias a su color de portada se ganó el nombre de “El morado”. Estamos en 1984, año en que el Guacarock hizo su debut en LP.
De la mano de “El Mastuerzo” golpeando a la bataqueria y voces, “El Cucurrucucú” acariciando el guitarrón eléctrico y voz y “El Uyuyuy” manoseando la guitarra y cuerdas vocales, grabaron un disco de diez canciones -y un final- que antes de ponerlo a girar en la consola nos cautivaba la mirada con una portada ciento por ciento mexicana. Ahí podíamos ver a la banda con pose de luchadores de plástico enfundados en los colores de la patria y presumiendo la imagen botellesca del charrocanrol.
El uso de un lenguaje sacado directamente del barrio de la ciudad, acompañado por una imagen que reafirmaba sus palabras y un deseo de criticar el caminar de la sociedad a través de la burla, la sátira y el albur, lograron que esta primera producción marcara una pauta en la historia del rock nacional, además refrescó un sonido que desde su nacimiento en México luchaba por ser igual al de los norteamericanos. Canción tras canción la Botellita de Jerez nos muestra esa mezcla entre rock, aguacate, Tin Tan, danzón y una pisca de blues, todos atrapados en una sola palabra… Guacarock.
Las primeras notas de “El Morado” justamente actúan bajo los influjos de un danzón llamado “Nereidas”, una creación de Acerina y su Danzonera, después toca el turno a la canción que a pesar de sus tres décadas sigue vigente en el día a día del trabajador mexicano, “Heavy metro”.
La aguja sigue rayando el LP y encuentra en su camino historias del oscuro negocio musical y grandes moralejas como: “el trabajo a lo tarugo para todos es verdugo”, pero sin lugar a dudas contiene la frase que aplica en todo momento, para bien o para mal, “¡Saca!”.
Voltear el vinilo o simplemente dejar correr el cd hasta la 6 nos deja escuchar el himno de ese individuo que viste de pantalón con botonadura charra y tenis con espuelas, el Charroquer. Y si hasta este punto el rock escandaloso de este trío no ha cobrado venganza con nuestros oídos, nos aguarda “San Jorge y el dragón” además de “Oh Dennis”, el clásico de clásicos “Alarmala de tos” –canción que en 1996 Café Tacvba decidió incluir en su disco Avalancha de éxitos- y “Los maderos de San juan”, una bella ronda infantil con el sello de la botellita. “El final” pareciera ser una especie de culminación del ritual, en donde hemos sido infectados con el mal de la botella, un mal que no se expulsa y que no deja de vivir en el inconsciente colectivo. ¡Claro! A excepción de Shanik Berman. Si bien esta agrupación retoma algo de lo que fueron Los Tepetatles, su música llegó en un momento en el que la juventud había sido golpeada, perseguida y castigada por las autoridades, además de encontrarse en una etapa en la que el rock reiniciaba su andar a paso lento por las aceras de la ciudad, por tanto lo mucho o poco que rescataron de aquella banda de 1965 les sirvió para tener un mensaje diferente capaz de reflejar lo que era la cultura urbana alejada de ese mundo consumista que comenzaba a cimentar su poderío. Tal vez “El Cucurrucucú”, “El Mastuerzo” y “El Uyuyuy” hayan cambiado la historia del rock e inspirado a bandas que ahora son grandes iconos, sin embargo dicen que en 1984 tocaban horrible, no se les entendía nada y los agandallaban en cualquier escenario, pero que importa… Botellita de Jerez, todo lo que me digas será al revés.
Y por si gustan escuchar completo este Guacarock, acá les dejamos el disco. Esto es de la cosecha 1984, ellos son la Botellita de Jerez y recuerden ¡Todo lo naco es chido!