Un grito que tardó 18 años en llegar

Un grito que tardó 18 años en llegar

Foto vía: Alto Nivel

Foto vía: Alto Nivel

La tarde acaecía, sin embargo, los ánimos seguían subiendo. Sobre Avenida Juárez se congregaba más y más gente. Hasta este momento, todavía del lado de la banqueta sobre la Plaza de la Solidaridad, donde 32 años atrás sucedió una tragedia, hoy hay esperanza.

La gente miraba las pantallas colocadas sobre plataformas remolcadas por camiones, que transmitían los principales noticieros: Televisa con la voz de Denisse Dresser y Carlos Loret de Mola; TV Azteca con Javier Alatorre; Canal Once con Javier Solórzano. Todos transmitían una jornada electoral histórica: en México se elegían 3,400 nuevos cargos públicos. En la Ciudad de México, se disputaban Alcaldías, diputaciones para la Asamblea Legislativa Local y la Jefatura de Gobierno.

Foto: Diego Estebanez

Foto: Diego Estebanez

En las caras de los asistentes había mucha expectativa y nerviosismo; llegaban a su fin 18 años de espera. Un grito que había guardado silencio por más de una década, y que después de vivir el año más violento de su historia, estaba a punto de estallar.

Mientras, dentro del Hilton Reforma, una camada de periodistas entran y salen; no saben dónde está la nota. Afuera con la gente, adentro con las personalidades. Yeidckol Polanski, presidenta del partido MORENA, va y viene entre el pasillo del recibidor y los elevadores. Antonio Attolini, ex–132 que se convertiría en el vocero millennial de los morenistas para esta contienda, se echa una y otra vez agua en la cara en los baños. Desde las escaleras, afuera de la enorme sala de prensa, está Manuel Bartlett a quien algunos medios se atreven a entrevistar como si se tratara de un temido oráculo.

Hileras de mesas dentro de una sala de conferencias gigantesca, llenas de periodistas con una disimulada cara de concentración que refleja preocupación. No saben cuál será la historia de esta noche, no saben hasta qué hora les depara la nota. Ven las pantallas. Se sirven una y otra vez café, ¿ocurrirá lo inevitable? ¿Lo previsto? ¿Lo anhelado?

Cierran oficialmente las casillas en casi todo el país y comienza el conteo. Apenas a las 8 de la noche todas las encuestas de salida ya proyectaban resultados. Nueve minutos después, aparece la primera figura política de esta contienda:

“Siempre he defendido la ley y las instituciones. Creo en la democracia y en ese marco, con responsabilidad reconozco que las tendencias del voto no nos favorecen, en este momento habré de reconocer que, de acuerdo a las tendencias, fue Andrés Manuel López Obrador quien obtuvo la mayoría”.

Pronunció José Antonio Meade, candidato de la Coalición Todos por México (PRI, PVEM, PANAL); palabras que desde el inicio de este proceso muchos querían oír, probablemente, él incluido. Un discurso emotivo, de voz entrecortada y clara derrota. Histórico: el PRI admitiendo su partida.

Como si hubieran escuchado una alarma, los periodistas de la sala de prensa voltearon inmediatamente a las pantallas del exterior que extrañamente se habían silenciado. Un grito al unísono, como de aficionado al ver el primer gol ansiado de su equipo, se emitió desde las afueras del Hilton Reforma. “Él tendrá la responsabilidad de conducir el Poder Ejecutivo y, por el bien de México, le deseo el mayor de los éxitos”, concluía el candidato del partido aún en el poder, previamente Secretario de Estado.

Casi 30 minutos después, el candidato independiente más polémico, Jaime Rodríguez Calderón "El Bronco", reconocía también que “Las tendencias favorecen a Andrés Manuel López Obrador, a quien le damos una felicitación. Yo dije que con toda objetividad íbamos a trabajar con aquel que los mexicanos den la mayoría de las simpatías y yo le quiero decir a Andrés Manuel que haga todo el esfuerzo por sacar adelante al país”.

La euforia, como imán, seguía atrayendo más gente a la Avenida Juárez, que estaba prácticamente cerrada por las masas que se congregaban como si nada frente a las pantallas, con unas vallas metálicas de por medio que apenas y podían impedir el paso de los transeúntes.

Mientras tanto, Daniela y su mamá observaban sentadas sobre el último pedazo de banca que quedaba en la atiborrada banqueta. Con expectativa, o con incertidumbre, esperaban: “no se nos avisó que el licenciado iba a estar aquí (...) ojalá llegue más gente”.

Y así iba sucediendo, desde curiosos hasta devotos a la causa morenista, las expectativas, el deseo y el morbo también alimentaban el ánimo afuera del hotel transnacional.

8:49 pm, el candidato Ricardo Anaya, segundo en la mayoría de las encuestas, finalmente apareció para dar su mensaje. En él, la última palabra, el cierre esperado: “Reconozco ante las y los mexicanos que la información de los resultados con la que cuento me indica que la tendencia favorece a Andrés Manuel López Obrador. Como ya lo hice vía telefónica hace unos minutos que hablé con él, reconozco su triunfo, le expreso mi felicitación y le deseo el mayor de los éxitos por el bien de México”.

Brincos, más brincos, gritos. Era el último gol del partido, el minuto 90 con todo y tiempo extra.

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Avenida Juárez era un pandemonio. Cantos cíclicos y populares que entonaban “es un honor estar con Obrador”, “¡Presidente!, ¡presidente!” y de fondo, un “Ay ay ay ¡ay! ¡Canta y no llores!”. Personas subidas sobre vallas, personas subidas sobre personas. Máscaras de látex con la cara de AMLO, la cara que veremos aparecer como presidente en la televisión por los próximos seis años.

Los noticiarios mandaron a sus reporteros a seguir el Jetta blanco que transportaba al campeón. Andrés Manuel López Obrador, virtual ganador de las elecciones presidenciales de 2018 (todavía sin constancia de mayoría), sale de su casa. La sala de prensa se enardece y diversifica. Ya no hay sólo periodistas (nacionales e internacionales). Al tumulto de cámaras y grabadoras se suman personajes de antaño de la política mexicana de izquierda. Con chalecos guinda van entran y salen John Ackerman, Manuel Barlett, Yeidkol Polanski, Gabriela Cuevas.

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Dan las 11 pm. Las sillas frente al templete llevan una hora llenas de periodistas y ansiedad. En las pantallas laterales, aparece una imagen, la premonición, la que varios en esta sala, en estos asientos, llevan más de un año anhelando: Lorenzo Córdova, Consejero presidente del Instituto Nacional Electoral, conduce hasta las lágrimas a más de uno.

“Hace unos momentos, he recibido del Comité Técnico Asesor del Conteo Rápido la estimación de los resultados de la elección presidencial. El porcentaje de participación ciudadana en la jornada electoral se estima entre 62.9 y 63.8% de la lista nominal (...) Los rangos de registro de los partidos que los postularon son los siguientes: Ricardo Anaya Cortés obtuvo una votación de 22.1 a 22.8%; José Antonio Meade Kuribreña entre el 15.7 a 16.3%; Andrés Manuel López Obrador entre 53 a 53.8%; Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón obtuvo una votación de 5.3 a 5.5 %", declaró el Consejero Presidente del INE.

Mientras tanto, el hombre que estará al frente de la silla presidencial, Andrés Manuel López Obrador, había llegado al Hotel Hilton Reforma. Minutos después, llegó el mensaje del actual presidente, Enrique Peña Nieto. Un discurso que, según fuentes cercanas, había sido grabado varias horas antes. Mientras se reproducía en la televisión, quizás el mismo mandatario se encontraba viéndolo, con una probable cara de resignación, similar a la de muchos ciudadanos que a pesar de sus esfuerzos electrónicos y mediáticos, no pudieron parar lo que sería conocido internacionalmente como el “Tsunami Morena”.

No pasó mucho tiempo después, cuando el caos explotó con la entrada de AMLO. Primero Ebrard, después él. Venía con sus cuatro hijos y su esposa —quien había dicho que no quería ser Primera Dama—, Beatriz Gutiérrez Müller.

Andrés Manuel López Obrador, candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, en un mensaje histórico desde el Hilton Reforma #casilla909 #eleccionesEnCrisis

Silencio en la sala:

"Amigas y amigos: Este es un día histórico y será una noche memorable.Una mayoría importante de ciudadanos ha decidido iniciar la cuarta transformación de la vida pública de México.Agradezco a todos lo que votaron por nosotros y nos han dado su confianza para encabezar este proceso de cambio verdadero. Expreso mi respeto a quienes votaron por otros candidatos y partidos. Llamo a todos los mexicanos a la reconciliación y a poner por encima de los intereses personales, por legítimos que sean, el interés general. Como afirmó Vicente Guerrero: 'La patria es primero'".

La noche fue memorable. Una verdadera kermés, donde más de 10 mil personas se congregaron en la principales arterias del Centro Histórico y caminaron hacia la Plaza del Zócalo, motivadas por la victoria del candidato que habían apoyado por más de 18 años. Ríos de carnaval, música, gritos, cantos y cláxones de automóviles componían la sinfonía de una noche histórica para la Ciudad de México.

Había llanto, había conmoción en las calles. Era una celebración que nadie creía, ni propios ni ajenos. Parecía que había un sólo hombre convencido desde un inicio, aquel que estaba ahora en el escenario frente a la catedral, pronunciando poderosas palabras que hacían desgarrar gargantas a gritos:

“¡Gracias amigos! Vengo a agradecerles, por su apoyo, por su confianza. Desde este Zócalo de la Ciudad de México, corazón político, social, cultural de nuestra República”.

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Después de 16 minutos de discurso, el éxtasis se fogueaba por los callejones aledaños y las calles peatonales. Gritos, tambores y vuvuzelas. La gente continuaba la fiesta todavía en la madrugada. “La democracia ahora sí nos hizo justicia”, le decía un hombre a su esposa mientras abrazaba a sus hijos en la calle de Madero, esquina con Isabela Católica.

John Ackerman, académico de la Universidad Autónoma de México —antiquísimo simpatizante del virtual presidente electo—, celebraba. Abrazaba a la gente que se le acercaba, se tomaba fotos o lo entrevistaba, todo en un círculo tumultuoso de personas.

“Ni en un partido de fútbol ves tanta diversidad”, decía un joven con la playera verde de la Selección Mexicana, mientras veía pasar una hilera de personas que parecía escenificada: en ella, dos mujeres agarradas de la mano con la bandera del arcoiris, detrás de un hombre que cargaba a su hijo en hombros, a lado de una pareja de la tercera edad.

La hilera de luces y banderas blancas, recorría como desfile todo el frente del Palacio de Bellas Artes. La celebración duraría toda la noche. La Ciudad de México se teñía de historia, como Londres un 8 de mayo de 1945, o un Moscú el 7 de noviembre de 1917. El tiempo lo dirá. La democracia ganó, y su fiesta nos cobrará la factura.

La celebración del triunfo de Andrés Manuel López Obrador desde las calles del centro histórico

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