Tensión y misterio en 'The Return of the Durutti Column'
Alguna vez mi amigo Eduardo Díaz comentó que The Durutti Column era una banda que difícilmente te da lo que esperas al escucharla. Y es que The Return of the Durutti Column (1980) sí es un álbum lleno de tensión y misterio; yuxtaposiciones, excepciones a la regla de la estructura de la canción, de los tiempos, del ritmo y de la posible idea de la secuencia o sucesión de frases musicales. Para su momento comercial, la música sin forma es quizá lo que el autor quiso atinar.
"Dos aves nunca cantan la misma canción", dice un viejo refrán alemán. Y ahora entiendo, al escuchar "Sketch for Summer" repetidamente, que los sonidos revelan a estas aves como una reproducción en un sintetizador. Quizá fue a raíz del juego con un módulo de delay AMS Digital, como escriben los periodistas. En todo caso, sería inútil especular, pues el productor Martin Hannett adquirió una innumerable cantidad de aparatos y módulos electrónicos antes de la grabación.
Así como es un ejercicio interesante revelar los secretos de la primera pista mediante el oído, ocurre con el resto. Una pieza en dos diferentes compases y tempo variable como "Conduct", es un reto para el escucha que busca zapatear al ritmo de toda canción de post-punk en el infame Centro de Salud, pero que ahora debe permanecer en la (in)comodidad de su hogar durante un largo confinamiento. O "Jazz", que sorprende con una extraña coherencia sincopada, pero cuya piedra angular radica en una serie de bucles melódicos perceptibles sólo después de aprender la tonada del inicio.
Y así, confío en que los curiosos seguirán preguntándose cosas al atravesar el misterioso álbum de 30 minutos de duración. Si Vincent 'Vini' Reilly era el único músico grabando, ¿por qué suenan tres guitarras en el blues minimalista de "Katharine"? ¿Qué hay detrás de la decisión de que "Sketch for Winter" e "In D" sean la misma canción, con un efecto que marca la única diferencia? ¿Por qué la edición original de The Return of the Durutti Column incluía un disco flexi con dos aspectos del mismo objeto, sin guitarra alguna?
La "dialéctica" de The Return of the Durutti Column, como lo pone el sello Cherry Red en una reedición del 2014, se presenta en cada curva del viaje. Además, no sólo va de frases musicales, ritmos y montaje sonoro: la funda original del álbum, hecha de papel de lija, fue inspirada por un artefacto similar, ideado por el sociólogo situacionista Guy Debord para distribuir una publicación del artista Asger Jorn en 1959. Se supone que la lija de alto calibre causaría un daño irreparable en la portada del disco que tuviera la mala suerte de yacer junto a ella en cualquier colección.
Algunos otros enemigos públicos de la “vieja ola británica” también formaron parte de la travesura: los integrantes de Joy Division accedieron a pegar la lija en fundas recicladas tomadas de una planta de manufactura de discos. Ian Curtis necesitaba dinero, dicen, así que armó más de quinientas copias de fundas abrasivas en una noche. Algunas apenas pudieron mantenerse unidas durante un día, como fue el caso de la copia que le tocó al baterista Stephen Morris, según su recolección.
"Era una idea increíble y sólo Factory habría hecho algo así. Me encantaba su actitud, nadie ha podido emularla", diría Peter Hook, bajista de Joy Division, en una entrevista hecha para un relanzamiento del álbum en 2014.
La historia cuenta que Vini Reilly llegó sólo, con su guitarra, a los "legendarios" estudios Cargo, como los describía John Peel. Ahí permaneció, máximo, tres días. Simultáneamente, Hannett llegó con "mucho más que una cantidad inusual de efectos", de acuerdo con el ingeniero John Brierley.
Mientras que el ingeniero y el productor utilizaban la mayoría de las horas contratadas en conectar y probar varios kilogramos de equipo y cientos de metros de cables, la cinta magnética corría. ¿Pura suerte? Quizás. Vini Reilly grabó todos los pasajes de guitarra en los primeros dos días. Brierley cuenta que la segunda noche, después de cruzar algunas palabras posiblemente altisonantes con el staff, Reilly decidió marcharse. Todo, aparentemente, a causa del imbatible estoicismo de Hannett, quien estaba absorto en la complejidad de los módulos que acababa de comprar y sus posibilidades técnicas.
Vini después admitiría estar "fascinado por cómo Martin estaba completamente centrado en lo que estaba haciendo, como si no importara nada más en el mundo. Completamente enfocado". ¿Habrá sido más fácil decirlo en retrospectiva?.
Es preciso decir que Vini también pasó el umbral de la entrada a los estudios Cargo siendo una persona absorta en sus propios procesos, "completamente enfocado", como él diría. Los resultados de esas sesiones apuntan a que pensaba en una nueva forma de crear y hacer el llamado post-punk. Después de su paso por la agrupación de punk The Nosebleeds y una primera encarnación fallida del ensamble The Durutti Column, Reilly estaba harto. Parecía que la llamada nueva ola había tumbado todos los dogmas del rock, pero sólo para poner en pie nuevas reglas y una 'forma ejemplar' que todos los exitosos habrían de seguir.
Ahora, Vini se había decidido a hacer un álbum simple, únicamente con una guitarra y una pista rítmica debajo. Lo haría un poco al estilo de la naciente escuela del oscuro minimal synth, contando con las tecnologías de síntesis y cajas de ritmo. Es historia que estas tecnologías, poco a poco, comenzaron a individualizar y facilitar la producción de música con esta estética. Así lo cuentan la innumerable cantidad de lanzamientos independientes en cassette a lo largo de toda Europa en la década de los ochenta.
Con todo lo ocurrido, la realidad en esa segunda noche de 1979 en Cargo era dura: Hannett y Brierley tenían sólo un carrete repleto de guitarras simples, minimalistas. Reilly tocó melodías y pasajes antitéticos para la nueva ola: con forma de free jazz parecido a lo del sello ECM, cuasi-flamenco en sincronía con la música privada del underground español, blues a lo Peter Green o Dire Straits, country y americana afines al sonido de Jerry García o John Fahey.
Por otra parte, Hannett y su equipo tenían una preocupación clave: ya no tenían a Vini para completar las canciones. Trabajaron entonces a la inversa, sobreponiendo los patrones mecánicos y precisos de las cajas de ritmos sobre las ligeras y expresivas improvisaciones de Reilly. Contra todo pronóstico (la mejor forma de trabajar, en mi opinión), las grabaciones calificaron para este proceso gracias a su cualidad atmosférica al ser pasadas por el delay marca registrada del productor, entre muchos otros trucos más.
"Ni siquiera había escuchado el álbum realmente hasta que tuve el etiqueta blanca. Pasaron años para percatarme de que lo que Martin realmente hizo fue darle una identidad completamente nueva al álbum. De otra forma, no la habría tenido. Se habría tratado sólo de un puñado de canciones de guitarra".
— Vini Reilly.
Éste es un álbum severamente editado, donde el ritmo y la melodía contrastan fuertemente entre sí. Una mezcla que podría ser como una gelatina blanca con cubos de color suspendidos dentro. Es producto de dos poderosas personalidades, artificialmente enlazadas, que a pesar de todo lo mal que pueda verse para los puristas de repostería, consigue lograr una textura uniforme y brillante, única. Si los punks no lo escuchan, o sin poder asegurar que los hippies lo hagan, quizá sus padres son los que logren mover el pie o sentarse tranquilamente ante las bocinas.
The Return of the Durutti Column es, sobre todo, una grabación que muy probablemente se habría quedado en un carrete almacenado de no ser por el ímpetu de Tony Wilson y Alan Erasmus a la cabeza de Factory, la incansable labor de los trabajadores de Cargo, a las manos de mantequilla de Ian Curtis y a la decisión unánime de no soltar el proyecto, creando un álbum que influiría a miles en el futuro.