Hay un nuevo disco de Blur, circulan rumores de que los hermanos Gallagher han dejado atrás sus conflictos y recién se estrenó un documental acerca de Kurt Cobain. Como diría el personaje de Robin Williams en Jumanji (1995), "What Year Is It?" Saber que hay una nueva temporada de Full House en camino y que las gargantillas elásticas están de moda, no ayuda a hacernos creer que vivimos en 2015 y no a finales de los noventa. Aunque las referencias a dicha época son la orden del día, es imposible ocultar todo lo que ha ocurrido durante el último par de décadas; cada throwback noventero viene acompañado de un toque del presente, de la madurez que le ha dado el transcurrir del tiempo. The Magic Whip (Parlophone), el octavo álbum de Blur, se siente justo así: como el resurgimiento de Blur en su mejor momento –del Blur era Modern Life Is Rubbish (1993, Food/EMI), Parklife (1994, Food/EMI) o The Great Escape (1995, Food/EMI)– con el añejamiento que sólo el paso del tiempo, la edad, y la experiencia pueden regalar. Han sido dieciséis años desde que el cuarteto de Colchester trabajara en un disco en conjunto por última vez, doce desde el lanzamiento de su más reciente elepé; Blur nos dejó en puntos suspensivos con Think Tank (2003, Parlophone). "I'm here because I've got no fucking choice, and furthermore, furthermore, you're boring. Can we stop now? Please", cantaba Damon Albarn en la última canción del predecesor de The Magic Whip, el hidden track "Me, White Noise". Aunque Think Tank dejó un sabor amargo que perduró años, el regreso de Blur está lejos de ser un mal sabor de boca. A diferencia de tantas reuniones que hemos atestiguado en años recientes –de Fleetwood Mac a The Stone Roses, pasando por The Specials, The Jesus and Mary Chain y hasta Led Zeppelin–, el comeback de Blur no parece forzado, se siente honesto e ingenioso. Es evidente que los de Essex no se juntaron por dinero ni por aburrimiento.
Tras remediar sus disputas a finales de 2008, Blur dio una serie de conciertos y apareció en festivales como Glastonbury y T in the Park en 2009. En 2010 lanzaron "Fool's Day", un sencillo conmemorativo de Record Store Day, y No Distance Left to Run, un documental inspirado por su concierto en Hyde Park el año anterior. Un par de años más tarde, el cuarteto regresó con "Under the Westway" y "The Puritan". Aunque tuvieron que pasar seis años desde su reunión de 2009, The Magic Whip es una declaración de que Blur no explotará sus viejos hits en vivo como lo hizo Pulp, y no se limitará a recrear glorias pasadas como lo hizo Suede con Bloodsports (2013, Warner). A diferencia de sus contemporáneos, Blur logró sacar material nuevo sin destruir su legado en el intento.
El esqueleto de The Magic Whip es importado desde Hong Kong. En mayo de 2013, la banda quedó varada en China después de que el Japan's Tokyo Rocks Music Festival, evento en el que se iban a presentar, fuera cancelado por razones aún desconocidas. Con cinco días que matar en Hong Kong, Damon Albarn y compañía declinaron las ofertas turísticas y se internaron en los Avon Studios para improvisar. Aunque el líder de Blur creyó que las sesiones no lograrían mucho por la libertad que las caracterizó, Albarn le permitió a Graham Coxon revisitar el material con ayuda de Stephen Street –productor londinense mejor conocido por su trabajo con The Smiths, The Cranberries y Kaiser Chiefs– mientras él continuaba la gira de Everyday Robots (2014, Parlophone/Warner/XL). Mientras el también líder de Gorillaz ha calificado a Think Tank como un álbum que "realmente no era un disco de Blur" por la ausencia de Coxon, The Magic Whip es un álbum con el nombre del guitarrista escrito sobre él. Cuando la mancuerna Coxon-Street le mostró los resultados de su trabajo a Damon, el cantante viajó de Australia a Hong Kong para encontrar inspiración lírica. La voz de Albarn fue grabada a principios de este 2015 y el disco fue terminado en febrero. La música no fue lo único traído de la ciudad. La portada del disco –que incluye las letras chinas 模糊 魔鞭, "Blur Magic-whip" si se traducen al inglés– fue diseñada por Tony Hung, quien también dirigió el video de "Go Out". Albarn se reunió con Hung para discutir ideas para el artwork y le mostró fotos de su viaje por Hong Kong. "El título del álbum, The Magic Whip, [Albarn] explicó que era multifacético. Un helado en Reino Unido, fuegos artificiales en China y un látigo en un sentido político. Esos extremos se reflejarían en diferentes texturas, amplitudes y profundidades en el álbum" explicó Hung. El artista añadió que la banda quería una portada que tocara esos temas y tuviera un aire crudo para transmitir cómo se logró el disco en Hong Kong.
"Suena como un álbum grabado en Hong Kong. He grabado en muchos lugares y cada uno tiene un espíritu propio […] Es en gran medida un disco urbano", afirma Albarn. Si hay alguien con derecho de hablar de la personalidad de los lugares y su influencia en la música, ése es el líder de Blur. El cantante puede jactarse de ser un connoisseur si de world music se trata –pensemos en Maison Des Jeunes, la colaboración de 2013 de Albarn al proyecto Africa Express–. La trayectoria de Damon es latente en The Magic Whip; a lo largo del disco se escuchan ecos de los momentos más serenos de Gorillaz, así como la elegante, melancólica y reflexiva sensatez de su trabajo como solista. The Magic Whip arrastra la temática Everyday Robots en canciones como "Go Out", "There Are Too Many of Us" y "Pyongyang", donde se yuxtapone la promesa de cercanía y conectabilidad de la tecnología y la sensación de aislamiento y sofocación por sobrepoblación. Sin embargo, el irreverente Damon Albarn de las sonrisa cínica de mediados de los noventa sigue vivo y presente en The Magic Whip. El cantante no ha dejado que su madurez desplace al revoltoso niño que lleva en su interior: Albarn no es un Peter Pan, Damon es un Principito. Brillante y vulnerable, permite que su mente y su corazón sigan jugando. Good ol' Damon Albarn no es el único que sigue ahí; Graham Coxon, Alex James y David Rowntree se oyen tan frescos como hace veinte años, pero tan hábiles como dos décadas de práctica dejan de evidencia. Blur ha crecido, no envejecido.
Indudablemente, The Magic Whip contiene guiños a la era más britpop de Blur. "Lonesome Street", el instant classic encargado de abrir el álbum, podría haber sido grabado durante la época Parklife. "Lonesome Street" instaura un buen mood, liviano y prometedor. El travieso bajo de Alex James produce líneas tan adictivas como la de "Girls and Boys" mientras la guitarra de Coxon ejecuta acordes divertidos que enganchan a la primera escucha. The Magic Whip está plagado de coros old school, contagiosos y animados. El tema recibe a los escuchas con brazos abiertos: "And if you have nobody left to rely on, I'll hold you in my arms and let you drift", canta Damon. Desde los primeros minutos del disco se detecta un sentimiento de familiaridad. The Magic Whip también explora tierras desconocidas para Blur al usar sonidos electrónicos que le rayan a un estilo sci-fi. En cortes como "Ice Cream Man", "Thought I Was a Spaceman" y "I Broadcast" hay un elemento psicodélico traído a la mezcla por Graham Coxon.
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"Lo veo como un gran y positivo signo de puntuación. No sé si es el punto final al término de un libro o si es un punto final al término de un párrafo. No creo que ninguno de nosotros sepa aún", declaró Graham Coxon respecto al álbum. Si The Magic Whip representa el punto final del libro de Blur, será un magnífico cierre para un libro entrañable. The Magic Whip, sin embargo, suena demasiado esperanzador como para que la saga de Blur sea descontinuada. Mientras el octavo elepé del cuarteto no contiene himnos masivos ni recurre al elemento de la gran sorpresa, se siente espontáneo, natural, inclusivo. Blur ha recobrado su confianza, ha asimilado su estatus de banda consagrada; el cuarteto ya no tiene nada que probar. The Magic Whip, una receta gestada por años, dio como resultado un sabor tan bueno como el de un helado. No es de extrañar, realmente, si se toma en cuenta que un cartón de leche los ayudó a reencontrarse con su guitarrista y su bajista es dueño una granja productora de queso.
Por Aurora Villafuerte (@AuroraVllfrt)