Viviendas perdidas entre sembradíos, arrabales carreteros, carne, sangre, sudor. Susurros y chismes, palabras espesas entre humores de macho, humo y brebajes podridos. En medio de todo esto: un cadáver. Esto es un poco de lo que se respira en La Matosa, truculenta y sórdida realidad rural en la que nos sumerge Fernanda Melchor (Veracruz, 1982) en su novela Temporada de huracanes (Penguin Random House, 2017). Tras muchos años de buenas crónicas y relatos periodísticos, después de Aquí no es Miami (2013) y Falsa liebre (2013), Fernanda Melchor nos sorprende con una magnífica y desgarradora novela. En ésta, unos niños encuentran un cuerpo flotando en el canal: es el cadáver de la Bruja, una mujer temida por el pueblo que la encierra. A raíz de este crimen, un grupo de jóvenes, sospechosos del asesinato, narrarán sus historias con el ritmo de una vorágine. Gracias a un narrador inubicable, que recuerda a la polifónica voz que crea Ricardo Piglia en Plata quemada, conoceremos de manera enrevesada las amortajadas historias de Brando, Luismi, Chabela, Norma, Munra y varios otros miserables personajes a la deriva.
La voz del narrador (gran logro de Melchor) fluye como el chisme, pero al mismo tiempo rasguña para arrinconarse como un secreto. Su narración es un céfiro que ocasionalmente se acerca para mostrar cicatrices infectas. Cada capítulo encuentra pocos respiros puntuados. Su aliento es un espasmo prolongado donde se inhalan ansiedades, miedos, sometimientos, codicias y terrores.
Con una admirable técnica, la novela expone las miserias más viscosas de la sociedad mexicana: el narcotráfico, el maltrato familiar, el iracundo deseo sexual, la misoginia, el sofocamiento social, la violencia, el abandono, el crimen, la marginación y la desesperación: “¿Cuándo vas a dejar de ser un pinche chamaco putito, Brando? ¿No te da vergüenza seguir haciéndote la puñeta? ¿No habérsela metido nunca a una vieja? Ahí está tu oportunidad, loco, le dijeron esos cabrones; métesela, métesela en caliente, antes de que despierte”.
Con un gran dominio de la jerga mexicana, la autora hace uso de un habla popular que violenta; con él, aproxima a su lector y lo punza desde el lenguaje hasta llevarlo a la náusea. Relata con habla ordinaria abismales historias de abuso sexual, drogas, acosos, delitos y amenazas. Narraciones que escarban en los más recónditos deseos humanos. Como una especie de descenso en espiral hacia el centro del infierno, Temporada… es un huracán que en cada vuelta transita digresiones que conectan tiempos, crímenes y secretos. Cada historia es un relato que configura un mundo paradójicamente medrado y constreñido por la fuerza en el que ni los más fuertes sobreviven.
La Matosa, como una especie de Macondo, está también enterrándose día con día en un huracán de olvido, un huracán de cal. Como Veracruz. Como México. Temporada de huracanes de Fernanda Melchor es una nota roja que acerca y aleja al lector de la escena del crimen, escena que excede el espacio del asesinato, que se extiende conforme avanzan las páginas por pueblos míseros como Villagarbosa, Matacocuite, Palogacho, hasta que abarca todo un país efervescente en sangre.