The Grand Budapest Hotel es una historia sobre la importancia y belleza de contar historias. Es decir, habla sobre confrontar la belleza de los relatos y las casualidades, con la cruda realidad latente dentro de ellas. Es un tipo muy particular de arte sublime. El soundtrack de este largometraje parece inclusive continuar la línea temática que el talentoso director Wes Anderson le imprimió al filme.
La mayoría de las composiciones fueron hechas por Alexandre Desplat, quien ya es prácticamente un colaborador recurrente de este director norteamericano. En la filmografía de Anderson, Desplat ha compuesto la música de las últimas tres, y el estilo es característico. Desplat, nativo de Francia, parece llenar sus composiciones de un contoneo pueril, de una sensación juguetona y una nostalgia de algún pasado que tal vez nunca existió, pero ojalá lo hubiéramos vivido. Las piezas que componen el soundtrack de The Grand Budapest Hotel parecen ser el equivalente sonoro a un filtro de instagram, lleno de su belleza obvia, pero con un trasfondo emotivo muy profundo, con una intención muy clara: conmover. Aunque este largometraje contiene varias piezas musicales de otros artistas, Alexandre Desplat confronta todos los temas serios que propone Anderson en su película, junto con piezas musicales que oscilan entre lo animoso, lo lúgubre y lo melancólico.
Música (y películas) para felicidad y tristeza.
Por @reecardough