¿Sí o No? La discusión por el Nobel a Bob Dylan

I asked Bobby Dylan I asked the Beatles

I asked Timothy Leary

But he couldn't help me either

The Who

Cuando regresaba a mi casa, cansado y afónico, tras haber visto a The Who en el Palacio de los Deportes, no creí que al día siguiente pudiera haber otra noticia más importante que la primera visita de este grupo a tierras mexicanas. Por supuesto, en la madrugada anunciarían el Premio Nobel de Literatura de este año y al menos de que el ganador fuera el poeta sirio Adonis, dicho anuncio no cobraría relevancia para mí.

Nunca creí que la broma que ha durado muchos años fuera realmente considerada por la Academia Sueca al grado de hacerla realidad: Bob Dylan, Premio Nobel de Literatura 2016. Esta decisión polarizó opiniones en las redes sociales, desde la celebración exacerbada hasta el repudio diciendo que él ni siquiera es escritor. Existen razones para sentirse de acuerdo con el anuncio, así como para renegar de él, por lo que hay varios puntos a considerar es esta avalancha de comentarios para tener un panorama más claro.

  1. “Bob Dylan no es escritor”

No, no lo es, o no al menos como nos han enseñado a imaginarlo: sentado en su escritorio frente a la máquina de escribir, rodeado por una gran biblioteca, tal vez fumando o bebiendo, mientras cae el crepúsculo. Bob Dylan es músico y se conoce en su mayoría por sus letras de protesta. Su carrera inició en el mundo del folk a principios de la década de los sesenta y en 1965 dejó de lado su guitarra acústica para electrificarse, empezando a tomar elementos de otros géneros como el blues, el country o el góspel. Estos géneros tienen sus raíces en la tradición popular donde el tópico de la lírica es la gente cotidiana y, sobre todo en el blues, de gente que sufre: es la historia de la opresión de un pueblo cuya única forma de difusión es la oralidad.

Pareciera que a muchos lectores se les olvida que la literatura tiene su origen en la tradición oral y que durante siglos no era concebible separar música y letra, o que la lectura nunca era un acto solitario sino público. Con la llegada de la imprenta se pierde el auditorio para ganar lectores; sin embargo, el que haya cambiado la forma de consumo no significa que haya desaparecido, pues permanece entre la gente sin acceso a la alta cultura del libro impreso ante la necesidad de seguir contando historias.

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Bob Dylan forma parte de la tradición oral norteamericana cultivada por la gente negra, pues sus letras toman inspiración en la resistencia de la raza oprimida para hacer de ello una protesta universal encontrando nuevas formas de expresar este dolor e indignación. La literatura y la poesía como medio de expresión no sólo se dan en los libros. Algunos dirán algunas letras no se sostienen sin la música, pero hay que comprender que este tipo de literatura funciona en relación con todos sus elementos (un cuentacuentos sin expresión corporal tampoco sirve al cien).

El considerar esta otra literatura, que realmente le pertenece al populus, habla bien de la Academia Sueca; el año pasado logró sorprender de igual manera premiando a Svetlana Aleksiévich, periodista que trabaja otro género poco atendido como lo es la crónica.

Sin embargo, también deja la duda si no existen otros representantes de la literatura popular y oral que pudieran ser merecedores del Nobel, y no hablo sólo de cantantes, sino de algún otro difusor de literatura que nadie conoce, originario de un país al que nunca voy a viajar y hablante de una lengua que nunca voy a aprender (como sucede cada año que se nombra un ganador).

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  1. “Hay otros que lo merecen más”

Por supuesto que los hay y no hablo de Haruki Murakami (cuya presencia en las quinielas se da gracias a su gran número de lectores). El Nobel de Literatura es famoso por haber ignorado grandes figuras de las letras como Marcel Proust, James Joyces, Virginia Woolf, João Guimarães Rosa o Jorge Luis Borges.

¿Por qué no lo haría con autores vivos año con año? A pesar de que es el premio literario más importante en el mundo no es el único y no se puede juzgar la calidad de un escritor por haberlo obtenido o no; pareciera que el lector moderno es sólo un lector de modas y al que sólo le interesa presumir que ya leyó o ya tenía conocimiento de recién galardonado (tal vez, por eso, les causa urticaria que un autor popular como Bob Dylan haya ganado el Nobel).

La tarea del lector está en buscar autores por cuenta propia sin la necesidad de que el libro que compre tenga un cintillo que diga “Premio Nobel de Literatura” y descubrir sus propias joyas. Si usted ve un libro de Ismail Kadare, y si su bolsillo se lo permite, ¡cómprelo! Igual si se trata de Joyce Carol Oates, Adam Zagajewski, António Lobo Antunes, Margaret Atwood, Cormac McCarthy. No espere el anuncio de cada año para leer un autor nuevo, ni tiene que gustarle a fuerzas todo lo que tenga el sello de garantía sueco.

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Por otra parte, hay autores cuya situación política nunca les permitirá colgarse la medalla con el perfil de Alfred Nobel a pesar de ser más que merecedores. Uno de ellos es Salman Rushdie, quien tras haber escrito una novela tan crítica hacia el Islam como lo es Los versos satánicos, es buscado por extremistas para matarlo. Algunos creen que Adonis aún no ha ganado por los conflictos en Siria, país de donde salió exiliado hacia Francia. Sólo por haber nacido en Israel, Amos Oz quizá nunca gane el premio en cuestión. De todas formas, estos tres escritores valen la pena con o sin premio.

  1. Mensaje político

La Academia Sueca sabe cómo tratar los asuntos políticos. Nunca se metería en casos que sigan en conflicto, como los mencionados anteriormente, pero sí en los ya superados. Por ejemplo, premiando en 2009 a la rumana Herta Müller, cuya obra habla en su mayoría sobre la vida durante la dictadura de Nicolae Ceausescu, 30 años después de que ésta terminara. Aunque la situación parece cambiar este año con un mensaje político que parece claro: anti-Trump.

Una muestra es la noticia que circuló donde se menciona que los seis ganadores norteamericanos (física, química y economía) de este año son inmigrantes. Por otra parte, en la categoría de literatura, una nota del periódico New Republic sobre las apuestas para 2016 decía que este no era el año para los estadunidenses a pesar de que su último Nobel fue en 1993 con la afroamericana Toni Morrison; sin embargo, si alguno de ellos tuviera oportunidad, tendría que ser alguien que representara todo lo opuesto a Donald Trump.

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Tras un análisis de quiénes podrían ser elegidos para llevar ese mensaje, el autor llega a la conclusión de que el indicado sería el poeta John Ashbery (autor de Autorretrato en espejo convexo, un verdadero hito en la poesía universal), pero las probabilidades eran prácticamente nulas. Curiosamente, el texto también dice: “Bob Dylan 100 percent is not going to win. Stop saying Bob Dylan should win the Nobel Prize”. Si el autor hubiera considerado a Dylan, sabría que él es el indicado para llevar el mensaje anti-Trump. (No sé por qué en las listas de apuestas no aparece el serbio, naturalizado norteamericano, y poeta laureado Charles Simic.)

  1. Entonces ¿sí o no?

En su materia, Bob Dylan es casi un dios, quien haya tenido la oportunidad de realmente sentirse movido por sus canciones lo sabe. Es obvio que cause resquemores en la alta cultura del libro impreso al no promover su obra de esa manera, o que haya gente a la que ni siquiera le gusta su música porque no les dice nada. ¡Y está bien! No encontramos las respuestas en los mismos lados, como dice “The Seeker” de The Who y que cité al principio.

Para mí, lo importante es que el Premio Nobel para Bob Dylan no significa que todo cantautor popular sea merecedor de él o que Dylan sea el único y el mejor, significa que la Academia Sueca está reconociendo esa otra forma de hacer literatura y que es más accesible para otros. Este no es sólo un premio para él, sino para la tradición oral porque remarca su importancia para la construcción de la alta y baja cultura. Así como en 1965 desestabilizó el mundo del folk al portar una guitarra eléctrica, hoy desestabiliza el mundo de la literatura impresa para mostrarnos que no sólo en papel se encuentra la poesía.

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Coda

Para profundizar en la importancia de Bob Dylan como músico-letrista de canción popular es recomendable conocer la historia de este tipo de música. La serie de siete documentales producidos por Martin Scorsese titulada The Blues (2003) dan fe del género como una forma de resistencia y en la que Dylan se ve inmerso para ofrecer la música que a tantos nos gusta. Después de eso, sería bueno ver No Direction Home (2005) también de Scorsese.

 

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