Puro cachondeo sonoro pocajuta: Sesión Tropicana
Fotografías por Esteban A. Catalán
Pocajuta que se respeta, nace con el ritmo en la sangre. En la nación isleña, bailar es el equivalente a respirar, en Pocajú toda celebración culmina en un guapachoso dancing. Como si de algún flautista de Hamelin de la cumbia se tratara, así la comitiva real siguió a sus homólogos de Ibero 90.9 hasta la región más transparente para tirar pasos coquetos con motivo de los XV años de alianza que nos hermana a través de la música y el sabor. Jolgorio, pachanga, pura sabrosura destilamos en la arrabalera atmósfera del H.H. Salón Tropicana.
El séquito imperial desembarcó en las costas del bello puerto de Acapulco, su Excelencia se tomó el tiempo para escuchar “María bonita” (clásico inmortal del inefable “Flaco de oro”) a la luz de la luna y con el romper de las olas, vuestra Merced recordó amores pasados, la costa y el viento marino que contrastaba con su loción de lechita de coco. Arribar a la majestuosa y otrora Tenochtitlán siempre deja a los viajeros sin aliento, nosotros no fuimos la excepción. Visitamos clásicos dentro de la geografía chilanga y degustamos tacos al pastor, tacos de canasta y unos buenos pulques.
Encaminarnos hacia la estrambótica Plaza Garibaldi nos recordó las múltiples afinidades de nuestros pueblos: somos bailadores, nos enloquece la buena comida, amamos el sabor de un buen trago y nos lanzamos a cualquier ruedo con una pasión irrefrenable. Somos unos gamberros profesionales.
Entre docenas de mariachis y varios caballitos de tequila, llegamos al mítico Tropicana. El vigoroso equipo de 90.9 nos trató con harta amabilidad, esa a la cual aluden todos los foráneos que pasan por la nación del nopal. Entrar al emblemático Salón es regresar al tiempo donde las vedettes y las reinas de la noche gobernaban sobre los espíritus de cientos de hombres que quedaban hipnotizados por los sugerentes movimientos de cadera de las musas del baile. Amparados con el manto de la oscuridad, escuchamos el DJ set del muchachón Mucha Onda, grata sorpresa para la comitiva pocajuta que siguió con detenimiento cada una de sus mezclas que navegaban entre el reguetón, el footwork y la world music, un mole sonoro digno de seguir con detenimiento. Fieles a nuestros hábitos, llegamos al inicio de las hostilidades. El aforo era escaso, pero la vibra comenzaba a tomar forma de bacanal de proporciones bíblicas.
Entrar al emblemático Salón es regresar al tiempo donde las vedettes y las reinas de la noche gobernaban sobre los espíritus de cientos de hombres
El escenario se sitúa frente a una pequeña pasarela de baile, rodeada por mesas y sillas, los meseros van y vienen con charolas de cerveza y comida, hace calor, mucho calor, como si el antro supiera que se avecina un tsunami de lascivia sonora. Después de Mucha Onda, subió al tablado el combo sound system llamado Spiritual Sounds, sistema de sonido mexicano que trae un flow pesado y que ofreció un intenso recorrido por los sonidos de raíz africana. A pesar de que la mayoría del respetable público no se animaba a tomar la pista de baile, los asistentes sí contoneaban sus cabezas y movían el piecito mientras bebían cerveza. Su set sonorizo y calentó los motores de la audiencia a la perfección, abrieron el camino para los actos estelares de la noche.
Así ocurrió y con el arribo de la luna, llegaron los amantes del zarandeo corporal al Tropicana, justo para degustar la cumbia psicodélica del combo llamado el Perro agradecido. Curiosamente homónimos de un jabón antipulgas, estos chicos oriundos del extinto DF, prendieron la mecha que dejaron bañada en gasolina los Spiritual Sounds. El incendio danzarín comenzó y se detonó el desfile de parejas dentro de la pista de baile para rendirle pleitesía a los espíritus que deambulan por el tugurio situado en pleno corazón de Garibaldi. Pura cumbia de cepa andina que desató a las deidades del baile.
El público se encontraba en estados alterados, como si el baile los llevara a un éxtasis místico o se presentara como una revelación trascendental. Ríos de cerveza, tintineo de vasos, parejas en coloquios amatorios, murmullos por aquí y por allá y mucho baile, la danza ocupó el lugar principal, se convirtió en nuestro lenguaje oficial.
Sonido Gallo Negro hizo que estallara la bomba sonora, son harto conocidos los efectos de los gallos, sus sets son implacables, se presentan como un vendaval sónico que arrasa con todos y nos esclavizan en la dictadura del roce de los cuerpos, la lascivia sonora se exacerba y nadie permanece indiferente cuando los gallos revientan. Sonidos espaciales, selváticos, guapachería transideral que invita a menear caderas y azotar el suelo con furiosa sabrosura, así fue la presentación del afamado combo.
Ríos de cerveza, tintineo de vasos, parejas en coloquios amatorios, murmullos por aquí y por allá y mucho baile
Calor a flor de piel, gotas de sudor en las diversas pieles, los Gallos dejaron que Ramón Rojo, líder y tótem de Sonido La Changa, pusiera fin a la apoteósica celebración de #SesiónTropicana. Todo el sabor del barrio, el regodeo de los cuerpos cuando se sincronizan en una danza que nos remonta al génesis de la humanidad. La Changa es y será el rey de los sonidos de barrio, el Tropicana se transmutó en un baile banquetero, Mister Rojo detonaba éxito tras éxito, no había clemencia ni piedad, teníamos que bailar hasta que La Changa lo decretara.
Ahora mismo termino estas líneas en el carguero real, mis piernas siguen adoloridas, mis pies siguen marcando los pasos de baile y mi espíritu está contento porque fuimos parte de una orgía de danza y música. Ayer éramos muchos y terminamos por convertirnos en un barrio unido por nuestras afinidades electivas, nos hermanó el baile y la música.
¡Aloha, Marajá! Que la música y el baile ilumine sus caminos. Octubre, 2018