Fotos por Beatriz Creel Así como en las historietas de superhéroes, estos chicos, al tocar música tan ácida, mutaron a unos torsos sin cabeza que gritan; su superpoder es tocarlo casi todo.
El concierto de Screaming Headless Torsos tuvo un mucho de todo: para empezar, salieron al escenario con ritmos "funkeros" bien atonales y experimentales para calentar motores. Acto seguido, salió el vocalista, Dean Bowman, vestido en un traje de tres piezas con falda y lentes de pasta mientras filmaba al público con su iPhone. Se podría decir que los géneros musicales de la presentación fueron tan variados como los peinados de los integrantes; rastas representando al reggae, mohawks, una fedora estilo jazz y un beanie hat haciéndole justicia al hip hop.
El término ecléctico se queda corto, tanto para describir a la banda, como a su música y a sus presentaciones en vivo. El concierto comenzó con la parte más mordiente y bailable de la banda: gritos al estilo gospel, líneas de bajo de funk clásico, una guitarra de dos brazos emitiendo riffs de hard-rock y un bailecito al estilo Usher acompañado por rap. Incluso su tercera rola, “Field of Light” de su nuevo material, constituyó un sabrosos tributo a la leyenda del funkadelic George Clinton.
Después, SHT decidió tocar la parte más experimental de su carrera, en donde escuchamos desde sonidos muy azules, salidos de una jungla nocturna, hasta unos gritos bien “zeppelinianos”. Pareciera que el rey del funk llegó al Amazonas, con sonidos de aves e instrumentos de viento creados sólo con la boca; mientras lo acompañaba un solo de guitarra cósmica.
Con un sabor que sólo tienen los afro-americanos, SHT también le entró al R&B. La voz de Bowman tenía una tonalidad bien suavecita, de esas que ponen la piel de gallina. Fue acompañado de un coro de cuatro chicas y dos chicos que parecían recién sacados de la fuente de la Ibero, quienes imitaban al líder de la banda alargando algunas sílabas en palabras como “crazeeeeeey” o “giiiiiiiiirl”.
Tras un buen descansito de bailar como locos, ¡Regresó el funk!.
Esta vez se apegaron más a los sonidos clásicos del género sesentero. Sin embrago, poco a poco evolucionó en una especie de ritual indígena por parte del coro, con un funk atascadísimo a cargo de Bowman, Fiuczynski, Ephron, Sadownick y Lake. A partir de este momento no hubo más recesos de la pista de baile, pues el frenesí que caracteriza a la banda ya había comenzado; y sabemos que no hay vuelta atrás.
Para cerrar, hubo un solo de percusiones latinas rápidas y limpias, que acompañadas con luces de colores; de esas que hacen que movamos la cadera en contra de nuestra voluntad, dieron pie a la ya legendaria “Smile in a Wave”. Como invitado especial estuvo Alonso Arreola en el bajo, quién también acompañó en las vocales de los coros sin sentido, que vuelven loco a cualquiera. Screaming Headless Torsos se despidió del público como lo hacen los actores de teatro, con reverencia incluida y todo; pues el concierto fue todo un performance.