Fotos por Paulina Maqueda Como si se tratara de una avalancha conformada de nieves con sabores tropicales, la sesión número 12 llegó y se fue, dejando una masa de cuerpos exhaustos por una intensa noche de baile, frescura y locura.
Se llevó a cabo el pasado martes 12 de septiembre, una velada, que como cualquier otra lograda a mitad de semana, invitaba a no más que “unas cuantas cervezas a ritmo sabrosón”. Sin embargo, con los primeros acordes que interpretó Centavrvs, comenzó a correr la adrenalina, la alegría y, (perdone usted el cliché querido lector) el sabor. Acompañados de la singular Carmen Ruiz en el acordeón, la banda interpretó las calientes y atrevidas composiciones que componen Pacífico, primer y único material de la banda.
El público, como si se tratase de un ritual cumbiachero y chamánico, poco a poco se entregó (aunque aún con un poco de timidez) a lo que parecía el epicentro de la música en el mundo. Es difícil determinar cuánto tiempo duró este lapsus sensorial, sin embargo, gracias al repertorio limitado de la banda, se puede casi asegurar que duró menos de lo que se recuerda. Centavrvs tocó la última nota y los asistentes poco a poco regresaron del trance musical. Multitudes llenas de desconcierto salían del lugar a raudales con la esperanza de fumarse un cigarro para ayudarse a comprender lo que se había experimentado.
Los Macuanos prendieron fuego a lo que durante la presentación de Centavrvs parecía un galón de gasolina. El baile se volvió el principal ingrediente de la noche, y vaya, ¡qué ingrediente! La asistencia conformada por alrededor de 250 personas se unió en lo que parecía una coreografía improvisada, en la que todo paso de baile, era correcto. Personas que no sabían a lo que iban, oficinistas desatados, fanáticos del género, geeks musicales y demás personajes característicos de la escena musical capitalina; todos se convirtieron durante la presentación de la banda, oriunda de Tijuana, en una masa danzante.
La denominada "cumbia abstracta", en todo su esplendor, dominaba como si se tratara de puñetazos sonoros a un público que ya no respondía con gestos o palabras, sino con movimientos del "bote". Hasta que, sin ningún aviso, la banda desapareció detrás de aquella cortina de terciopelo característica del lugar, como si fuera de la “catafixia”. Fue ese momento, que RoCasarín, productor y locutor de Ibero 90.9, tomó como señal para tomar el control de las tornamesas, con el fin de revivir a aquellos que se creían muertos e incitar a una competencia, cuyo fin era llegar lo más exhaustos posible a sus labores del día siguiente.