fotografía por Ivonne Castelazo.
Rhye regresó por tercera ocasión a México para presentarse en el Teatro Ángela Peralta, donde ante un lleno total, el dúo formado por Robin Hannibal y Milosh volvió a seducir al público con su música.
Antes de comenzar el show los organizadores lanzaron dos peticiones en nombre de la banda danesa-canadiense que para algunos podrían parecer un tanto estrictas, pero que conforme evoluciona su presentación, es evidente por qué prefieren aislarse de elementos que pudieran romper con la experiencia sensorial que cuidadosamente construyeron para su público: No fumar y guardar silencio total.
Después de esa breve interacción con la audiencia, Milosh rompió con los primeros versos de la noche “oh my song says it all, do you hear it in the verse?”, para continuar con temas como ‘The Fall’, ‘Open’ y ‘Last Dance’.
A pesar de que no cuentan con un nuevo material discográfico desde su debut Woman, las interpretaciones en vivo de las canciones de ese material son versiones deliciosas donde la inmaculada dinámica que tienen como grupo les permite experimentar con un sonido mucho más funk y jazz que en el álbum.
La banda se toma su tiempo entre canción y canción. Esto es un baile lento y sensual donde Rhye tiene el control total del público. Lo saben y lo disfrutan.
La concha acústica del Teatro Ángela Peralta facilitó un sonido pulcro que permitió por momentos olvidar que nos encontrábamos en el corazón de Polanco, rodeados de edificios y del caos de la ciudad y no en la intimidad de nuestras habitaciones.
Conforme avanzó la noche se podía sentir que el público se encontraba en un dilema: Dejarse llevar por los ritmos de Rhye, obedecer los comandos del cuerpo y empezar a bailar o seguir sentados y en silencio como especificado, pero con temas como ‘Hunger’ y ‘Shed Some Blood’ la elección fue obvia.
Aunque fue una presentación corta (aproximadamente una hora y quince minutos) interpretaron tres temas nuevos, que si bien siguen la misma línea suave de Woman tienen un toque mucho más oscuro y melancólico.
En un juego de luces azules y rojas que colorearon el escenario, Rhye logró una vez más cautivar a miles de personas que resistieron el frío de esa noche de enero, donde al ritmo del violín y el trombón encontraron cobijo en la voz andrógina pero siempre seductora de Milosh, quien nos condujo a placer y conveniencia por un viaje emocional que irremediablemente tuvo que terminar pero que dejó a un público -bastante- complacido.