Desde hace un par de libros Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) se ha distinguido como una de las plumas latinoamericanas más implacables de su generación. Si los perturbadores cuentos de Pájaros en la boca (Almadía, 2010) ponían a los personajes en ámbitos donde la cotidianidad hacía fricción con lo extravagante, en Distancia de rescate (Almadía, 2014) lo extraordinario se vuelve una forma de explicar los hechos cotidianos. Bajo la forma de la nouvelle, (es decir, con el aliento de la novela y la potencia del cuento) Distancia de rescate narra el sobrenatural percance que transitan una madre y su hija en un viaje al campo. Francamente, no se puede ahondar mucho sin sacar a colación ese nuevo pecado que ahora evitan a toda costa los reseñistas: los spoilers. Aunque al que esto escribe no le molesten los spoilers, en este caso creo que el factor sorpresa debe respetarse en el caso de este libro.
Se puede decir, en cambio, que Distancia de rescate se puede leer perfectamente como una fina historia de terror donde los hechos sobrenaturales (concretamente la migración de las almas) permiten ahondar con una honestidad insólita la relación entre padres e hijos: Amanda y su pequeña hija, citadas de viaje al campo, enfrentan una trama que parece imaginada por Stephen King pero escrita por Dino Buzzati: el terror que es capaz de provocar Distancia de rescate difícilmente se podría hacer película sin quedar en deuda con el efecto que sólo puede propiciar el texto.
Paralelamente a las conexiones que genera Distancia de rescate con otras historias de horror y la fortaleza de su trama, vale la pena recalcar el dominio total que ahora ejerce Samanta Schweblin sobre su prosa, con un temple mayor a sus anteriores libros pero con la frescura que distingue en la mayoría de sus cuentos. Lejos de tiempos anteriores donde se privilegiaba la canonización de novelas totales, estamos en una época donde acaso las grandes obras están siendo escritas en formatos más bien menores, con intenciones más bien humildes. Es en este terreno donde podría inscribirse Distancia de rescate, entre las novelas cortas que requieren de muy pocas páginas para mostrar una profundidad insólita.
En mi caso, leí Distancia de rescate en un corto trayecto en carretera y me quedé pensando tanto en su trama como en varias frases y escenas durante semanas. Lo dicho: en este libro la realidad y la imaginación hacen fricción como dos piedras capaces de soltar chispas; quien pone el combustible es el lector.
Por Eduardo de gortari (@edegortari)