[RESEÑA]: Deftones @ Pepsi Center

Fotografías por Carolina Hernández

Ir a un concierto de los Deftones tiene un valor ambivalente que dificilmente se puede experimentar en presentaciones de otros artistas. Toparse con una escena que parecía sepultada y ver los estragos que la vida ha hecho sobre los aferrados a un género provoca nostalgia y un poco de incomodidad. Sin embargo, el deseo vence: aquel deseo de volver a ser victima de un ataque de amplificadores al borde de la colisión que dejan el molesto y satisfactorio zumbido en los oídos.

Una pasarela de moda urbana acontecía en las inmediaciones del Pepsi Center: tatuajes, bermudas, perforaciones, barbas, rastas y expansiones caminaban como por sí solas frente a cada personaje que, detrás de la ropa negra y deslavada, son oficinistas, contadores y demás individuos de bien. Para algunos, la jornada laboral no permitió cambiar de outfit para recordar sus épocas de grafiteros chafas y skaters mediocres. Finalmente, después de una larga espera, “Diamond Eyes” abrió la presentación de los Deftones.

CM2 La gente empezó a mover la cabeza al ritmo ensordecedor de la banda, mientras otros soltaban un ocasional golpe que esperaba ser respondido para iniciar un círculo de mosh; los intentos eran apagados entre la vieja escuela, pues el ajetreado día impedía a las piernas responder como en la adolescencia y los emos post-todo preferían practicar sus guturales. La violencia, sin embargo, estaba ahí y la conexión entre cada individuo que se dio cita en el lugar era representada con el ritmo sincronizado del headbanging.

Hay una ventaja de ser amante de Deftones: no es necesario conocer del todo las canciones. Entre la saturación de sonido, se pueden soltar gritos esporádicos que pueden ser bien comprendidos como ira reprimida, acompañada de gestos de enojo y sudor compartido.

Uno de los grandes momentos fue “My Own Summer”, donde nuevamente todo se sincronizaba, incluso el mal manejo de las cámaras del circuito cerrado del Pepsi Center. Hacían sentir que, por aproximadamente cuatro minutos, el recinto se había convertido en algún garage sucio en 1997.

Los aplausos a la memoria de Chi Cheng defendían la premisa del Hardcore de familia. La presentación fue un viaje por la carrera de esta ya legendaria banda que ha cambiado las patinetas y el maquillaje por camisas a cuadros, peinados para ocultar la calvicie y metáforas casi poéticas sin abandonar la oscuridad que caracteriza a los originarios de Sacramento, California.

CM G1 P

[RESEÑA] World Press Photo 2014

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