La derrota de México en el mundial. Cultura, género y fútbol
Entre los seres humanos, hay cierta unidad que compartimos por la cultura. Dentro de ámbitos como el nacionalismo y el género, se determina un hecho incuestionable: nuestras diferencias. En la conformación de un grupo —entre ellos, los grupos nacionales— mostramos lo que más nos caracteriza como miembros del mismo, distanciándonos de otros que de momento, llegan a parecer completamente ajenos. Incapaces de interpelarlos, cometemos el error de creernos, aunque sea por un segundo, superiores. Los resultados del partido de México contra Alemania nos permiten reflexionar al respecto.
Nacionalismos en el deporte
Hoy en día, la fiebre de los nacionalismos no es tan predominante. Era vital en épocas como la Primer Guerra Mundial, para mantener a los hombres en el fuerte: el apego a la patria no se limitaba a la personalidad de los individuos, sino que creaba la fuerza para que toda una generación peleara contra el enemigo. Una de esas naciones, era la alemana. Flamante y determinada, cruzó fronteras para invadir a sus vecinos. Declaró enemigos a franceses, británicos y austriacos. Se resintió con la derrota culminada por el Tratado de Versalles y resurgió para dominar Europa décadas después, bajo el mando Adolf Hitler. La derrota definitiva de Alemania significó una evolución en la caracterización del nacionalismo alemán que, con el paso de los años, se apaciguó para adaptarse al nuevo sistema internacional.
Hoy en día, Alemania, como el resto de los jugadores del sistema internacional, fluye en un escenario donde la globalización trascendió barreras. Las diferencias culturales se encontraron y muchas aprendieron a convivir. Los Juegos Olímpicos o las Copas Mundiales representan un espacio donde distintos países pueden competir sanamente. Sin embargo, cuando el encuentro entre naciones ocurre, resurge el nacionalismo. Ejemplo de ello son los enfrentamientos entre los aficionados de diversos países durante la Eurocopa a inicios del 2018; demostrando la realidad ineludible del ser humano que tiende a buscar la superioridad del grupo al que pertenece como muestra máxima del individualismo colectivo del que forma parte.
El fin de semana pasado, ocurrió un hecho que dejó impactado al mundo deportivo. Alemania, país campeón de la Copa del Mundo de 2014 en Brasil, perdió en un emocionante partido con México. Los ganadores hicieron retumbar en sus centros la tierra, pues incluso activaron los sensores sísmicos de la capital. La victoria estremeció al país que, en últimas fechas, se encuentra polarizado a causa de las próximas elecciones del primero de julio de este año. Aunado a esto, México fue seleccionado junto con Estados Unidos y Canadá para ser anfitrión de la Copa del Mundo de 2026. Será la primera vez que tres países realizarán el evento en conjunto, y la tercera ocasión en que México es seleccionado como sede.
Han sido días en los que ser mexicano es una cuestión de orgullo, generando confianza y brindando ánimos a la gente. Sin embargo, aparece el tan mencionado nacionalismo para no sólo darnos bríos de victoria, sino también de superioridad. En los días posteriores al partido, se han viralizado imágenes en la que los mexicanos se burlan de los alemanes haciendo cosas fuera de toda imaginación con la bandera del oponente, realizando manifestaciones de burla de todo tipo. ¿Por qué México tendría que exteriorizar tales formas, aún después de la victoria? ¿No basta en ganar y, honorablemente, respetar al perdedor?
Humillación y victoria
Alemania fue el gran perdedor de la Segunda Guerra Mundial. Con el país en ruinas, desmoralizado y controlado por las fuerzas aliadas, se llevaron a cabo los juicios de Nüremberg. Los vencedores impulsaron leyes retroactivas para someter a muerte a altos funcionarios nazis. Se tiene documentada la pregunta de un prisionero de guerra alemán que, durante la realización de los juicios, manifestó su angustia: “¿Por qué simplemente no nos disparan?” Las respuestas varían, pero hay una que algunos alemanes nacionalistas sostienen: para demostrar la preeminencia del ganador, utilizando la humillación contra pueblo alemán a través del enjuiciamiento de sus líderes. Pocas cosas son comparables con Nüremberg, pero la humillación es una herramienta que el ganador puede aplicar.
La derrota militar alemana dio paso a un nuevo sistema, dentro del cual la diplomacia predominaría sobre la guerra. Los juegos de fútbol internacionales se caracterizan por ser producto de aquel suceso y, pese a que los nuevos tiempos llegaron, la humillación evolucionó para continuar siendo una herramienta negativa.
Alemania volvió a perder y, nuevamente, en Rusia. Su derrota no fue en mano de los soviets, pero sí de los mexicanos: el marcador 1-0 y los gritos de ánimo estallaron en los primeros días del mundial. Tristemente, algunos mexicanos han utilizado la humillación como herramienta de celebración. Los videos en los que connacionales se burlan de forma obscena de los símbolos patrios alemanes, como es el caso de un youtuber que ha sido severamente criticado, muestra este comportamiento que, si no es generalizable, sí es viral.
Machismo al sonoro rugir del cañón
A las dimensiones mismas de la humillación ejecutada por el ganador, debemos sumarle más aspectos. Desde hace algunos años, la FIFA anunció que sancionaría a México por el grito homofóbico tan característico que la afición ha promovido. La Federación Mexicana de Fútbol saltó ante las demandas de la organización, haciendo público su interés por conciliar el típico cántico de los mexicanos con la exigencia de respeto, quedando condicionada a sanciones por futuras reincidencias. Sin embargo, parece que los mexicanos en este tipo de eventos no reflexionan la trascendencia de lo dicho, que va más allá del simplemente hacer hervir la sangre del que juega: es un reflejo del machismo arraigado a la cultura mexicana.
Digno de serios estudios sociológicos, antropológicos y hasta psicológicos, el machismo en México es algo que trasciende incluso en los deportes. Los estudios de género nos dan una perspectiva más profunda al respecto. Ellos han indicado que, el hacer uso de expresiones claramente homofóbicas, es una exposición del cotidiano machismo en México, no sólo en perjuicio de las mujeres sino también de los homosexuales. Es a través de la expresión que todos conocemos que el macho mexicano se reafirma: uno es hombre y, por lo tanto, triunfa en la vida. El que no es hombre, cae en la clasificación de cuatro letras que se asocian con la homosexualidad, la mofa y —por supuesto— un mal desempeño en un partido de fútbol.
¿Por qué causa tanto morbo el gritar a todo pulmón descalificaciones, cuando el objetivo es motivar al equipo? Ante un estadio, a cualquier cultura le parecería extraño que el contrincante motive a sus jugadores al son de palabras altisonantes y con profundo contenido de orden sexual y de género.
Al fin y al cabo, México le ganó a Alemania en el fútbol, pero sigue perdiendo en el respeto. Ya veremos si somos merecedores de la Copa Mundial, pero sabremos que nuestra derrota es más cultural que deportiva. Ya veremos si con el tiempo, nuestro ingenio y autenticidad –tan característicamente mexicana– nos dan alternativas de celebración.