Puebla y su vida sin Cuauhtémoc

Tres días después del día más brillante del Puebla en los últimos 25 años, comenzó una era que el tiempo de su estancia, quizás, no lo amerita, pero Cuauhtémoc Blanco hizo lo que nadie había hecho en el pasado cuarto de siglo: hacer campeón a “La Franja”. No fue su calidad técnica, no fue su participación, fue la pura presencia de un grande, esa que sublima a cualquier equipo. Y Pachuca, por otro lado, hace mucho que no sabe lo que es levantar un trofeo, aunque sea la Copa MX.

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La euforia de la final del título todavía no se desvanecía ni en la tribuna, ni en la cancha. Luis Noriega poco antes del cuarto de hora, de un rebote, dejó a un “Conejo” inerme y la crisis porcentual camotera se había mitigado. Campeones de Copa y ganando de visitantes: Puebla 1-0 Pachuca.

Diez minutos y un poste después, la Franja no podía mostrarse más superior, aunque por momentos, Pachuca tuvo destellos ofensivos, ninguno meritorio de recordar. Ninguno a portería.

Últimos quince minutos y el éxtasis poblano se convirtió en la clásica filosofía mexicana: cuidar el resultado. Los Tuzos encontraron la puerta y dos gritos ahogados de gol inundaron el Estadio Hidalgo. La fórmula hasta ahora, funcionó: Puebla 1-0 Pachuca.

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Duele el fuego, más cuando es amigo, dos minutos después del arranque del segundo tiempo Mauricio Romero devolvió el adjetivo de necesidad a los visitantes en forma de autogol. Pachuca 1-1 Puebla cinco minutos después, una falta separó a la necesidad de la desesperación y la pelota en las redes fue mero trámite. El marcador se mantuvo igual.

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A falta de un “10” genuino, de un orquestador, el partido vio la típica dinámica de la Liga MX. Un partido lento sin vocación ofensiva. No todos nacen con el “don celestial de tratar muy bien al balón” diría Andrés Calamaro.

Minuto 80 y sería el Puebla quien dejó la desesperación para entrar en un estado de shock. Sin reacción, inmóvil ante lo inevitable cuando le abrieron la oportunidad a un Pachuca que por la funesta vía del fusilamiento en once pasos, Ariel Nahuelpán puso a los Tuzos en una noche con sabor a tres puntos y la fortuna le sonrío, si es que se puede adjetivar así, dejando el 2-1.            

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Ésta vez, los papeles cambiaron y la “Noche Triste” derramó lagrimas por la raza de Cuauhtémoc que ya confunde, en lo simbólico, en el mejor de los casos, el deceso con el descenso.

Omar García

@omarrgc

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