Por Daniela Muñoz (@danylagarza)
Históricamente la relación bilateral entre México y Estados Unidos, se ha caracterizado por tensiones y armonía –ocasional- resultado de los sentimientos idílicos por adoptar el modelo de desarrollo que ha guiado a los estadounidenses, desde su independencia, y nuestra lucha constante por detener su ambición.
El pasado 16 de agosto, con el inicio de la primera ronda de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en Washington, D.C., en la que Canadá será la balanza en la tensa relación México- EEUU, para redefinir el futuro de este instrumento trilateral, también dio comienzo un nuevo capítulo de ese vínculo, capaz de superar cualquier drama de amor y odio que vemos retratado en las series que disfrutamos cada fin de semana.
El contexto que acompaña esta renegociación resulta marcado por el alto grado de desaprobación interna que el presidente Enrique Peña Nieto y Donald Trump comparten; a su vez, este proceso es caracterizado por la premura del presidente norteamericano por cumplir alguna de sus propuestas electorales ante los próximos comicios intermedios en Estados Unidos a celebrarse en noviembre de 2018 y la inmediatez que requiere la administración del presidente Peña, previo a las elecciones presidenciales del próximo año en México, para lograr modernizar el tratado que ha posicionado a nuestro país como una potencia maquiladora y exportadora pero poca diferencia ha generado en los ingresos y bienestar de nosotros los mexicanos.
La influencia proteccionista que conduce los objetivos del país de las barras y las estrellas busca reducir el déficit comercial con México, evitar manipulaciones en el tipo de cambio, anexar polémicas propuestas en materia de: industria farmacéutica, propiedad intelectual, comercio digital, además de eliminar el capítulo referente a los esquemas de solución de controversias en temas comerciales, ya que consideran que se reduce su soberanía comercial.
Canadá con un equipo negociador diverso e inclusivo, que integra expertos en materia medioambiental, asuntos indígenas, finanzas y comercio internacional, liderado por la periodista Chrystia Freeland, desempeña un rol decisivo para frenar el proteccionismo de Estados Unidos. Entre los objetivos de Canadá, destacan la eliminación de la exportación de producción energética a EEEUU, situación que implica la producción de mayor energía y por lo tanto el incumplimiento de los compromisos establecidos en el Acuerdo de París contra el cambio climático. Así mismo Canadá buscará anular el agua como bien comercializable, restringiendo su exportación y privatización.
En cuanto a México, si bien no contamos con objetivos tan claros como los presentados por Canadá y EEUU, poseemos ejes de negociación que buscan acuerdos sobre mecanismos de solución de controversias, la modernización de los procesos aduanales, medidas anticorrupción y el establecimiento de una política migratoria más flexible que permita la integración de los mercados laborales. Nuestro país buscará integrar el sector energético y de telecomunicaciones, para consolidar los tan prometidos beneficios de las reformas estructurales de dichos sectores.
Durante la renegociación los enemigos a vencer son el tiempo y el siempre volátil Donald Trump. México tiene que aprovechar esta oportunidad para consolidar su capacidad de negociación, además de conducirse con cautela ante la inestabilidad en el liderazgo de Trump, quien con caprichos puede modificar los objetivos de EEUU e incluso dejar la mesa de acuerdos.
Por último, México debe comenzar a diversificar sus relaciones comerciales, aprovechando los doce tratados de libre comercio celebrados con 46 naciones en América Latina, Asia y Europa. A nivel interno tiene que constituir instituciones acordé a las necesidades de desarrollo y crecimiento económico del país que beneficien a la población. Los países de América del Norte, deben guiar el diálogo con responsabilidad para generar un acuerdo ad hoc a la actualidad, en el que se fortalezca la competitividad de la región y se propicie un comercio inclusivo y responsable que promueva certidumbre en las operaciones comerciales y beneficie a los tres países.