Entro a la página de twitter en mi buscador, y lo primero que me aparece es una pregunta en la pantalla antes de iniciar sesión: “¿Qué está pasando?” Me gustaría preguntarle lo mismo.
En una época donde la información veraz en la web es un recurso escaso, las versiones oficiales de los gobiernos superan a la ficción, y los políticos son más protagónicos que los pueblos a los que representan (tan sólo hay que ver la última polémica entre la llamada de Trump a Peña); las redes sociales se han convertido en el nuevo canal por el cual presidentes, gobernantes, congresistas y demás clase política se comunican, y de paso, nos enteramos.
Donald Trump vino a inaugurar una nueva era en la política: la de la diplomacia en 140 caracteres. Y es que sólo hace falta entrar a su timeline para entender que la ex estrella de reality show, no conoce de leyes, acuerdos, reglamentos, debates o cualquier otra herramienta de la que se valga un gobierno medianamente democrático, es decir, no Estados Unidos.
¿Qué hubiera sido si la comunicación entre el presidente John F. Kennedy y el dirigente de la Unión Soviética, Nikita Khrushchev, hubiera sido igual a la de Peña Nieto y Trump? Probablemente el mundo hubiera acabado en Cuba en 1962 por culpa de un tweet.
“Me encanta el hecho de que twittea, recibo –siempre– sus tweets porque lo hace todo el día. ¡Es muy divertido!” Esa fue la respuesta que dio una de las votantes y simpatizantes del 45º presidente de Estados Unidos entrevistada por la BBC. ¿Y es que a quién le gustaría perderse un solo episodio de este gran reality?
Otro mandatario fanático de la “diplomacia en un tweet” fue el Primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, que encontró nada anti-diplomático el apoyar en Twitter las medidas de Trump de construir un muro en la frontera con México, e incluso comparó el caso con el muro en la frontera con Palestina. Y a pesar de los reclamos de México, la comunidad judía, y su mismo ministro de relaciones exteriores que incluso le sugirió twittear una disculpa a su nombre, prefirió culpar a los medios de comunicación y negar los hechos, una Trumpinha.
Nuestro mismo presidente, aprovechó la confusión y tomó esta técnica para montarse en la creciente ola de nacionalismos en redes sociales, invitando a los mexicanos en Instagram, Twitter y Facebook a “consumir productos mexicanos” o lo “Hecho en México”. Después de algunos escándalos twitteros, probablemente olvidemos de la crisis en casa.
La política –si es que sigue existiendo–, entró a una nueva era, la del meme antes de la foto oficial, la del tweet después o incluso antes de la llamada, la del político antes que la política. En una sociedad de masas, un discurso pesa el número de retweets que tenga.
Tweeting ergo Imperium (Twitteo luego gobierno).