Por Hanisi Sieteagostos Excelentísimo Marajá:
Reciba un cordial y afectuoso saludo desde el Sáhel nigerino.
Todos los lugares que visito causan una impresión en mí, de diferentes maneras y por diferentes razones. Cada lugar es una experiencia diferente y en ocasiones esas experiencias se pueden clasificar. Usted, que es un viajero, sabe lo que me refiero. Algún periodista de viajes escribiría sobre “Las mejores 5 ciudades para comer mariscos” o “Las 10 ciudades para irse de club”. Italo Calvino las llamaría “Las ciudades sutiles” o “Las ciudades continuas”. Yo aún no les pongo clasificación pero Illighadad sería una categoría por sí misma. Esta aldea en Níger no aparece ni en los mapas así que mi llegada a este lugar se debe a las recomendaciones de un comerciante de camotes y cassettes en Niamey que me enseñó una hermosa música. Con una sonrisa en la cara y mientras un pedazo de camote salía de mi boca hacia el infinito pregunté quiénes eran las artistas. Emprendí entonces una nueva misión en busca de “las hijas de Illighadad”.
https://www.youtube.com/watch?v=pgxCIs-SFpk&feature=youtu.be
Fatou Seidi Ghali y Alamnou Akrouni son dos primas. La primera es una de las únicas dos guitarristas Tuareg que existen y la segunda es la vocalista de este dúo que grabó el álbum que le envío hoy día, titulado “Les Filles de Illighadad”, lanzado en febrero de 2016 por el sello Sahel Sounds y propiedad del oriundo de Portland, Oregon Christopher Kirlkley, quien grabó las sesiones en un estudio a cielo abierto en el desierto en 2014.
Illighadad es un caserío en la mitad del vasto campo de Níger, una zona que pertenece a lo que se denomina el Sáhel, esa zona intermedia entre el desierto y la vegetación de sabana. Es por eso que el paisaje allí es cíclico, cambia según la temporada y la cantidad de agua que caiga del cielo.
“Les Filles de Illighadad” es un disco que refleja ese movimiento cíclico y cambiante en la música de esta región. Es un diálogo entre la vegetación y la arena, entre el agua y la aridez, entre el día y la noche y en sus delicadas melodías vocales marca una diferencia con la música Tuareg hecha por hombres como Mdou Moctar o Etran Finatawa. Las primeras canciones, más tranquilas, contrastan con las últimas, más hipnóticas. El protagonista del último corte es el tende, un tambor que le da nombre a ese tema y que cuenta con la participación de algunas amigas de estas primas, quienes se reúnen alrededor de este instrumento que participa de manera activa con su voz y las palmas de sus manos en una alegre comunión.
Envío a Su Majestad este hermoso álbum, que a su vez es documento de la existencia de esta preciosa aldea con sus amables habitantes y su mágica música.
¡Aloha, Marajá!
Hanisi Sieteagostos
Comisionado del Instituto Pocajuta para el Patrimonio Musical y Fonográfico