Las mañanas continúan amaneciendo con bajas temperaturas en Santiago de Chile. Este cuarto día de Copa América nos despertó con 0ºC, toda una locura para la prensa internacional que cubre el evento e incluso para mi que, aún siendo chileno, tras 3 años en México lo había olvidado.

El día, que nuevamente tuvo futbol fuera de la capital chilena, estuvo perfecto para probar nuevos platillos con el equipo de La Barra. Y es que Chile tiene 6 kilómetros de costas en el Océano Pacífico, favorecidos por la corriente de Humboldt, que le permiten tener una gran variedad de peces y mariscos por lo que fue el escenario ideal para probar platillos del mar.

La paila marina es una exquisitez que reúne un caldillo y gran variedad de mariscos, incluidos camarones y pescado. El típico plato "levanta muertos" que se debe comer un domingo a la hora de la comida. Así como éste, se pueden probar otros menos variados, pero igual de ricos: pez espada, congrio, robalo, corvina, ceviches, locos o machas a la parmesana y así una lista interminable.

El problema de Chile es que pese a su gran cantidad de costa no es una fuente de trabajo redituable para los pescadores artesanales o las pequeñas empresas extractoras, ya que deben pagar altos impuestos por obtener productos del mar.

Por el contrario hay siete grandes familias privilegiadas con la explotación gratuita de los recursos pesqueros de Chile son: Angelini, Sarkis, Stengel, Cifuentes, Jiménez, Izquierdo y Cruz, quienes en el último tiempo se han fusionado en tres grandes conglomerados que controlan nada más y nada menos que el 76% de la capacidad pesquera industrial del país andino y que perjudican a los más pequeños extractores.

Otro de los grandes contrastes que tiene Chile y de paso crea similitudes con México: muchos recursos naturales, pero que sólo están en manos de unos pocos. Los andinos tienen grandes maravillas que se han visto perjudicadas por el avance económico acelerado y la libertad de mercado que ha ido de la mano con la corrupción.