Por Yana Tumakova
Soy extranjera en México, no he pasado el suficiente tiempo para hablar sobre muchas cosas que ocurren en este país que es mi anfitrión. El tiempo que llevo aquí me ha permitido ver cuestiones que para el resto de los habitantes les parece “normal” aunque pudieran no serlas. Soy estudiante de políticas del desarrollo (sabiendo las nociones positivas y negativas que tiene esa última palabra), de ahí que mi perspectiva pueda ser muy estructural y racional, aunque no es la única que tengo.
Durante mi estancia he tenido la increíble oportunidad de conocer distintos lugares habitados por comunidades indígenas y que desde mi perspectiva representan dos caminos de desarrollo muy distintos. Aprendí que en México hay muchos Méxicos.
En estos lugares que he visitado me he encontrado a gente extremadamente amable. Me hicieron sentir aceptada, sin obstáculos o molestias, me sentí como en una familia.
Una de estas zonas que visité es productora de café. Sus habitantes parecieran muy individualistas, prefieren pasar su tiempo libre frente al televisor que con sus vecinos. Una parte importante de sus integrantes han migrado al norte del país o a Estados Unidos, por lo tanto regresan periodicamente, aunque algunos nunca lo hacen.
Ahí el trabajo rural se paga mal y es muy duro. Por ejemplo, un kilo de café se vende en 7 pesos a un intermediario que posteriormente puede venderlo mucho más caro. Según me comentaron los habitantes podrían reunirse algunos y armar una cooperativa para vender a mejores precios y tener más ganancias, sin embargo, no hay confianza entre ellos. Lo anterior provoca que sean reacios a dejar la responsabilidad de la cosecha a una persona que pueda vender el café de todos.
Por otro lado, en otras comunidades encontré cooperativas ya organizadas desde hace años. La meta que tienen es: “mejorar la calidad de vida de las familias de los socios, a través del trabajo organizado para alcanzar un proyecto de vida buena” (yeknemilis o “vida digna” en nahuatl). Este ejemplo ha diversificado sus objetivos y metas, es así que ya cuentan con producción orgánica, proyectos productivos varios, ahorro y prestamos, vivienda sustentable e incluso servicios de salud integral para sus miembros. La cooperativa se ha ampliado que ya incluso trabajan en el ecoturismo. Producen café, azúcar, miel y además cuidan el ambiente, a través del reciclaje o filtración. Su pimienta y café son distribuidos a nivel nacional y son exportados al extranjero. Ellos trabajan con marcas como Fairtrade y Naturland donde les compran el café a un precio muy superior a los 7 pesos por kilo.
Antes de llegar a México no concebia la diversidad de pueblos indígenas presentes en México. Por supuesto que los Aztecas y Mayas son conocidos en todo el mundo pero ahora sé que existen los Totonacas en Veracruz, Puebla e Hidalgo, los Popolucas en Veracruz y los Tarascos en Michoacán, solo por mencionar a algunos. Todos ellos tienen la nacionalidad mexicana, lo quieran o no. Ante ellos se presenta un reto cada tres años: las elecciones.
Juan Miguel Zunzunegui en su libro “La tiranía de las ideas” promueve la siguiente idea: “si el pasado no fuera exactamente como fue, nada de lo que hoy sería como es”. Y sí, por supuesto, el México contemporáneo no hubiera existido sin la conquista. Pero si no aprendemos de la historia – un fenómeno desafortunadamente tan conocido para la humidad – ¿todos los sacrificios son en vano?
Como en la conquista, los españoles necesitaban a la gente autóctona para laborar; ahora los partidos políticos los buscan por sus votos. Podemos imaginar todas las consecuencias negativas de los regalos y despensas para el sistema democrático de México, para la educacción ciudadana política, o consecuentemente para las políticas públicas y el desarrollo mexicano. Particularmente me interesan aquí los zanjas profundas que dejan los partídos políticos y sus campañas electorales en las comunidades. La evidencia es que en muchas comunidades comentan que entre sus integrantes no hay confianza. Me tocó presenciar enfrentamientos en estas zonas debido a que tenían una preferencia partidista distinta.
Valdría preguntarse qué fue primero; si la falta de confianza dentro de las comunidades, lo que provoca su alienación y facilidad para ser comprados por las despensas; o si las comunidades no están preparadas para retos como las campañas políticas con todo su embate de dádivas que buscan aprovecharse de su necesidad. Cada que hay elecciones la armonía de las comunidades se ve distorsionada por las campañas políticas.
Desde mi punto de vista, para lograr el desarrollo de las comunidades indígenas se necesitaría que tuvieran paz para establecer la confianza entre sus miembros. En México, como mencioné arriba, hay ejemplos de comunidades que han logrado organizarse y crear proyectos de desarrollo que benefician a todos sus miembros. Lo anterior con el elemento de protección al ambiente, de producción sustentable que busca beneficiar a las futuras generaciones y siguiendo los principios de sus culturas. Esos ejemplos de desarrollo no viven de acuerdo al postulado de Hobbes “El hombre es el lobo del hombre”, más bien y tomando en cuenta que la naturaleza es parte de nosotros y viceversa, viven de acuerdo a Séneca: “El hombre es algo sagrado para el hombre”.