La noche suena como el momento perfecto para vagar entre las estrellas artificiales de la ciudad y la soledad es la mejor compañía para salir en búsqueda de ese no sé qué que mantiene inquieto al espíritu. ¿Sexo? ¿Aventura? ¿Alcohol? Será cuestión de perderse; de tomar la chamarra de cuero y dejar que el rebelde sin causa explore los universos nocturnos. Sin previo aviso, Wolfmother guía a los escuchas en el viaje sin destino que es New Crown.
Luego de cinco años sin lanzar un álbum de estudio, la despedida del baterista Hamish Rosser y el tecladista Elliot Hammond (sexto y séptimo miembros en dejar Wolfmother) y un anuncio de su posible separación, la banda australiana sacó New Crown, prácticamente gritando algo así como “¡Hey, aquí seguimos y no iremos a ningún lado!” Con Ian Peres en el bajo, Vin Steele en la batería y el único miembro de la fundador de la banda, Andrew Stockdale en la voz y la guitarra, Wolfmother se reafirma en el mundo del rock.
Tan solo en 2013, Stockdale daba por muerta la carrera de Wolfmother y se dedicó a hacer su propio disco pero, sorpresivamente lanzó su tercera producción con el grupo de rock sin más que un teaser como promoción. No hubo mayores anuncios oficiales ni publicidad (además de sus fotos en Instagram) hasta que a través de Bandcamp, Wolfmother lanzó New Crown.
Totalmente autoproducido, tanto en la publicidad como en la producción, el álbum cuenta con canciones que van desde un estilo muy sesentero como “Tall Ships” hasta un punk ochentero como en “Feelings”. Y en general, las letras de las canciones tocan temas que van más hacia lo íntimo. Una exploración de sensaciones y una búsqueda de cambio. Sobre todo en el track que le da nombre al álbum, “New Crown”, se puede notar esa necesidad de transformación.
New Crown está cargado de un sonido tan pesado como la cruda que llega después de beberse una botella de vino barato. Stockdale protagoniza este material, pues lo llena de solos de guitarra y su voz se transforma de tal manera que a momentos se parece a la de Ozzy Osbourne, Robert Plant o Johnny Rotten. Muchos solos en cada canción que hacen que la mente y el corazón se sintonicen en un delirio que engaña a los sentidos. Sin embargo, la batería de Steele y el bajo de Peres crean el fondo perfecto que penetra en los músculos y hace que el cuerpo quiera correr, bailar y alocarse al ritmo de la música.
Wolfmother juega con las épocas y combina el desenfreno contemporáneo con la psicodelia de los sesenta y el furor noventero. Con ecos, sintetizadores y saturación en su sonido, los australianos llevan a uno a definir el álbum como un heavy rock n’ roll. Oscilan entre las épocas y los géneros, cambian de estilo a medio track y combinan los elementos sensoriales para crear un ambiente vagabundo. Escuchar este álbum es aventurarse solo ante el laberinto nocturno y sacarle jugo a los placeres baratos de la vida: pisar el acelerador y no pensar en el camino de vuelta o lo que pueda pasar. El rey está despierto y busca corona nueva.