¡Nadie es ilegal!: los niños perdidos de Valeria Luiselli

Nunca es la inspiración lo que lleva a alguien a contar una historia, es la combinación de rabia y claridad”  

Por: Valeria Villalobos

La escritora mexicana Valeria Luiselli publicó recientemente su último libro Los niños perdidos, un ensayo en cuarenta preguntas. El libro expone los orígenes y el destino de los niños indocumentados centroamericanos que llegan a la frontera de los Estados Unidos huyendo de las terribles circunstancias que amenazan sus países de origen.

De acuerdo con la autora, el libro tardó varios años en gestarse; sin embargo, un evento que marcó los inicios de su escritura ocurrió en junio del 2014 cuando se declaró que había una enorme crisis migratoria en Estados Unidos (2014 American Immigration Crisis). Esta crisis anunciaba un aumento repentino en el número de niños indocumentados que llegaban a la frontera completamente solos.

Las cifras de octubre de 2013 a junio del 2014 registraban 80,000 niños; desde entonces hasta ahora son ya casi 200,000. La cifra es terrorífica. La primera vez que Luiselli escuchó la noticia sobre la crisis se encontraba viajando al sur de Estados Unidos con su esposo el escritor Álvaro Enrigue y sus dos hijos. En la medida en que se acercaban a la frontera, Valeria percibía un siniestro flujo en contracorriente. Ahí, el inicio de la rabia.

Meses después, la escritora fue contratada como intérprete en la Corte de Migración para traducir las historias de los niños refugiados que llegaban a Nueva York y encontrarles abogados que llevaran sus procesos y, en el mejor de los casos, conseguirles asilo político, visas o algún tipo de permiso de residencia. Esto fue lo que finalmente catapultó la escritura de su libro.

Los niños perdidos está estructurado a través de las 40 preguntas que conforman el formulario que le realizan a los niños al llegar a la Corte de Migración para ver si son sujetos a ser procesados y abogar por su permanencia en los Estados Unidos. A través de esta estructura Luiselli da cuenta de tres aspectos:

1) Cuenta algunas de las historias particulares que escucha en la Corte; 2) Muestra un panorama general de lo que es la vida de estos niños, los crueles trayectos por los que pasan y los riesgos a los que se someten; y 3) Realiza una radiografía del sistema migratorio estadounidense.

Además de esto, Luiselli entiende como una de las misiones de su libro, y de su escritura periodística y literaria, cambiar el léxico popular con el que injustamente se denota a los inmigrantes, a los refugiados y a los problemas migratorios. La jerga política, periodística y cotidiana agrava la situación del problema de los indocumentados pues al nombrarlos incorrectamente los infama: "A los migrantes indocumentados se les llaman ilegales".

Cosa que es un absurdo. Nadie es ilegal. ¿Cómo puede ser una persona ilegal? No tiene sentido. Pero eso marca, estigmatiza. La gente que carga eso sobre la espalda efectivamente se siente ilegal, entonces, de alguna manera criminal. Asimismo, mucha gente tiene la concepción completamente equivocada de que cruzar la frontera sin papeles es un crimen.

No es un crimen, es una falta administrativa. No son criminales. Esas pequeñas sutilezas, al final no son sutilezas porque la violencia empieza por el lenguaje”, explicó la autora durante la presentación de su obra en Centro Horizontal hace un par de semanas.

Otra de las empresas de Los niños perdidos, no menos ambiciosa que la anterior, fue no replicar el lenguaje periodístico meramente informativo que termina por impermeabilizar los acontecimientos. Luiselli trata de rearticular los balbuceos de los niños que llegan completamente quebrantados a contestar el formulario.

Para ello, tuvo que hacer una gran labor en la técnica de su escritura, reducir la visceralidad a la que fácilmente lleva la indignación y “volver la rabia capital político”. A su vez- como ella misma lo afirma- tuvo que hacer un exhaustivo ejercicio de traducción en varios niveles.

Tuvo que traducir del español al inglés; del lenguaje de los niños al lenguaje legal; y, sobre todo, traducir una experiencia que se concibe como radicalmente ajena a algo propio para intentar desextranjerizarla y afrontarla con la mayor humanidad y valor posible. Las palmas a Luiselli.

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