Por @AlanisMoon
Estoy seguro de que los fantasmas aparecen donde sea. El eterno retorno a lo que ya se ha vivido, la sensación de ya haber estado en algún lugar o el regreso de alguien o algo que creíamos olvidado y que, sin embargo, vuelve a aparecer frente a nuestros ojos, recordándonos las vivencias y sensaciones que, suponíamos, se habían quedado tan atrás —porque los fantasmas, no siempre (o nunca) son de ectoplasma y te aterrorizan por las noches, algunos ni siquiera se corporizan, pero de que causan sensaciones tan apabullantes como el miedo, es verdad.
El vacío es otro personaje recurrente. Perpetuo. Porque en la vida del ser humano, a veces nada parece tener rumbo. Nuestra existencia sin destino fijo, suele ser el más brutal gatillo hacia la angustia y la incertidumbre —dos de las más limítrofes e insondables sensaciones de las que pareciera que todos huimos de la mejor (o la más fácil) manera que encontramos.
¿Qué hay de la fusión de ambos? ¿Un fantasma vacío no sería la más terrible de las apariciones? O, quizá valdría más la pena preguntarse, ¿se puede combatir a uno?
Jesse Beaman vive en Austin, Texas y quizá, él es el remedio para rellenar la vacuidad. Su nombre artístico es My Empty Phantom y en sus presentaciones —gracias a su multi-instrumentalismo— le gusta jugar con el piano, con las guitarras y con las percusiones, creando loops que son capaces de multiplicarse hasta llenar la sala o foro en donde se encuentre. Con el post-folk como carta de presentación y un bagaje clásico, minimalista, avant-garde y rockero, My Empty Phantom y unos audífonos funcionan como un bonito, efectivo y rápido remedio cuando la incertidumbre parece nublar la vista.
Y si quieren ver en directo a My Empty Phantom, hay una cita organizada por Pedro y el Lobo (a los mismos que tenemos que agradecer por Balmorhea y Andrew Bird) el próximo 9 de noviembre en el Cine Tonalá, en Tonalá 261 Roma Sur. Así lleven a todos sus fantasmas o vayan vacíos, da igual, al finalizar saldrán valerosos y completos.