Por: @reecardough Una pareja romántica que se expresa a través de composiciones extravagantes. Matmos oscila entre la creación esquizoide y la experimentación sónica. Aunque estos adjetivos parecen ser gratuitos, Matmos se ajusta a estas excentricidades desde sus comienzos: sus sonidos y sampleos originalmente provenían de fuentes poco convencionales, utilizando audios de globos, cojines, superficies chocando contra agua o —de plano— otros tan singulares como páginas de la Biblia, sistemas de soporte vital o tejido nervioso de langostas.
Pero esto fue los comienzos, el dúo de San Francisco no se ajusta a un estilo sonoro ya de por sí experimental, sino que están en constante cambio sobre este eje. Para su disco The Supreme Balloon la banda declaró “No se usaron micrófonos en este álbum”, y los sintetizadores y sampleos permearon a lo largo de sus 50 minutos. The Supreme Balloon toca áreas que van desde el house hasta el chiptune, rozando otras áreas como el glitch e IDM. En corto, como lo que uno esperaría oír durante una noche en la que hubo un exceso de papas fritas, videojuegos y gatos. Psicótico, lúdico y absurdo a todo lo que da.
Para su más reciente disco, The Marriage of True Minds, Matmos optó por un cóctel en el cual se podemos encontrar desde ritmos latinos hasta música concreta. The Marriage of True Minds y The Supreme Balloon son la prueba de lo amigable que puede ser darle tintes experimental a los productos sonoros, pues uno nunca se siente alienado ante el sonido tan sui generis de los álbumes, sino los oye en repetición hasta el cansancio.
Matmos no es un dúo sobrecogedor o intimidante, más bien se alzan como un proyecto sin pretensión innovadora pero sí con ganas de romper barreras y transgredir la comodidad.