Monstruos, Fantasmas y Despedidas

Si por un momento nos ponemos a pensar en cómo la música puede afectar en todos los niveles al cuerpo humano, se empiezan a construir pensamientos y conclusiones de que en esencia la música primero se percibe a través de nuestro contexto y luego a través del oído. Muchas veces el contexto nos hace pensar en la música como una deidad, un culto al que le debemos ser fiel, por ende en ocasiones nos hacemos puristas y fanáticos de un género sin considerar la representación de otros universos a los que nos negamos por culpa de nuestra primera y única parroquia. Pero la salsa está en la sangre latina, vive del ritmo de la ciudad y el campo, de la piel quemada, de la agonía y la algarabía. La salsa más que un género parece un estado musical, que absorbe cada sentimiento, cada palabra, cada género y lo mimetiza en un sonido mesmerizante que envuelve todos los sonidos de la tierra y los representa en forma de notas musicales y capas de instrumentos que te envuelven y te llevan a experimentar todo lo que existe en el mundo. A la salsa nos rendimos tarde o temprano, sea cual sea nuestra religión musical.

Willie Colón conoció sus raíces a través de historias; vivió de manera virtual mucho de lo que cantaba. A pesar de eso “El Malo de la Salsa” siempre fue sincero consigo mismo, Fantasmas no fue la excepción, pero en él se escucha una historia más visceral de lo que se puede ver a primera impresión de la portada del disco en la que el cielo y Willie son uno mismo.

“Yo creo en muchas cosas que no he visto, y ustedes también, lo sé. No se puede negar la existencia de algo palpado, por más etéreo que sea, no hace falta exhibir una prueba de decencia de aquello que es tan verdadero. El único gesto es creer, o no... Algunas veces, hasta creer llorando. Se trata de un tema incompleto porque le falta respuesta; respuesta que alguno de ustedes quizás le pueda dar. Es un tema en technicolor para hacer algo útil del amor. Para todos nosotros, Amén”.

Nueva York siempre ha sido un lugar en el que está pasando todo. Un lugar lleno de luces, personas, colores, perversiones y tendencias, entre todas esas cosas la que más destaca es la desesperación. La desesperación de estar siempre al día, vivir bajo la presión de un sinnúmero de acontecimientos que constantemente alteran ese espacio, la mínima parte del monstruo que se nos permite ver. En Cazafantasmas 2 (1989) uno de los problemas principales es el odio de la gente y la hostilidad que incrementan una masa transparente asquerosa que termina por consumir parte de la ciudad y se alimenta de más y más coraje hasta que la música logra de una manera extraña regresar todo a la normalidad. En NY esa hostilidad se alimenta de la vanguardia y el miedo, el monstruo nos permite por momentos robar un poco de su vitalidad.

A finales de los setenta el arte, la música, el teatro y la economía estaban más que a tope. Después de una década en la que se afianzaron las identidades entre las naciones durante y después de la guerra, las artes empezaron a ser más atrevidas y experimentales. Esa experimentación duró a su vez dos décadas más, de ahí el fruto de muchas cosas que escuchamos aún hoy en día, pero para recibir a los 80, el mundo tenía preparado golpes a la economía, adicciones más fuertes y aún más superficialidad.

Willie Colón es un personaje que visto desde afuera es también un monstruo: asesinatos, negocios con tráfico de drogas y armas, música, mujeres, etc. "El Malo de la salsa" mantiene un historial de leyendas que parten de ser un gangster latino. No importa si es cierto o no. Lo realmente importante es saber que esas historias existen y que a Willie se le ha relacionado siempre con un hombre duro y violento que a través de su música narra la realidad de una ciudad y los sentimientos de un migrante en un lugar tan propio y ajeno. Willie Colón canta sobre asesinatos, sobre peleas, sobre criminales. Un tipo rudo, de los pies a la cabeza. Desayunando balas y descansando entre dinero. Willie siempre ha sido un personaje que detrás de su maldad y su mística, siempre ha tenido un corazón para el activismo latinoamericano, probablemente incrementó aún más durante su etapa con Rubén Blades, pero Willie siempre tuvo alma de activista.

A principios de los ochenta, Willie estaba buscando algo nuevo, seguir con la corriente de las tendencias y es que en esa época lo innovador era estar al pie de las necesidades de la demanda de avanzada. Exploraba la música de Latinoamérica y un golpe repentino lo hizo voltear a Brasil, ahí se dio cuenta que la salsa necesitaba algo más arrojado, un montaje mucho más estético, más profundo e incluso experimental.

 

Al hombre malo, al amigo del diablo, le tocó perder. El Destino le arrancó a su hermana de manera trágica en un accidente, de ahí y de su necesidad de sanar y de cambiar, en 1981, con muy poco tiempo como solista, decide llamar a su álbum Fantasmas en honor a sus muertos; y no sólo a su hermana, sino a una parte de él, la parte que lo mantuvo en esa actitud de hustler durante tanto tiempo. A la par, la salsa también se estaba renovando, para entonces necesitaba más romanticismo, más sexualidad, los temas ya no eran contraculturales sino globales. El amor y el sexo de la salsa trajo consigo una generación de salseros que le dieron un aire menos idílico y más aventurero.

Fantasmas, sin embargo, tiene en su médula más bien el misticismo de la ruptura del hombre malo, de una caída fuerte, de un rumbo distinto, letras contemplativas que se mezclan con más de Latinoamérica, en este caso mucho de Brasil por su visita y su apreciación por personajes de esa nación.

“¿Oh qué será?”, original de Chico Buarque, inicia hablando de lo que creemos y no necesariamente vemos, como un fantasma. Es una canción que enlista, como muchas salsas, a personajes cotidianos que se han convertido en fantasmas en relación con la ciudad y con la vida misma del intérprete, quien probablemente se encontró muerto en vida tras una pérdida tan importante y al mismo tiempo se refleja en esa muerte, pensando en la de todo lo demás, incluso en la de una etapa musical que agonizaba en aras de un nuevo formato. La apropiación de Willie en esta canción es impresionante, porque se siente Brasil y al mismo tiempo se siente NY.

“Sueño de papelote” es una canción llamada “Sueño de barrilete”, un tango también de avanzada en sus tiempos, en primer lugar por ser interpretado por una mujer: Eladia Vázquez, quien le dio a la música argentina un cambio radical; ella logró que el intérprete saliera y explorara con otros géneros. En este sueño Willie Colón se encuentra a sí mismo para hablar de su etapa de villano y de una forma humilde con caricias de salsa y tango, analiza la forma en la que la maldad lo ha golpeado tanto.

Nuevamente de Brasil nos topamos con “Mi Sueño”, original de Martinho da Vila, nombrada "Disritmia" por el portugués. Tiene un acercamiento más tradicional y acústico del bossa, meloso, casi blues por su crudeza, pero es interpretado en la orquesta de salsa como una dosis de emociones que cambian constantemente entre voces y cambios de ritmo repentinos. Podrá ser muy complicado adaptar una canción en portugués por la sensualidad implícita en el lenguaje, pero para Willie nunca pareció representar un problema, su interpretación y los colores musicales permiten percibirla justo como una canción distinta y casi visual.

A la muerte se le pude huir, pero no escapar. Willie huyó musicalmente a la Guyana y con su alma rota de hombre malo, se apropió de "Can’t Get Enough Of You" o "Do You Feel My Love". Esta es probablemente la canción más exitosa del disco y una de las más aventuradas. Willie la llamó "Amor verdadero". Para entonces la gente que trabajaba con Willie, quien llevaba relativamente poco tiempo de solista, le cuestionaban si estaba seguro de hacer algo que sonara tan cercano a la música disco, en teoría, al principio no iba a sonar así la canción. Los consejos de Jon Fausty y los músicos en estudios La Tierra rindieron frutos al fraguar un acercamiento al merengue con esas caricias en las que se puede dilucidar una esfera disco en una fiesta latina en la que la exploración del sonido se nota doloroso. Hasta aquí, incluso casi un adagio, muestra de esa generación de la salsa que en una época tan voraz también necesitaba mucha compasión.

En los arreglos, el disco tiene a Héctor Garrido, viejo conocido de Fania y del mismo Willie Colón, Marty Sheller también formó parte de ese dream team. Los coros del disco contaban con Rubén Blades, Milton Cardona, Willie Colón, José Mangual Junior, las voces femeninas fueron de Doris Eugenio, Sandy Mangual, Nancy O’Neil, Encarnación Pérez y Damaris Cortés. La experimentación aunada a viejos conocidos de Colón consolidaron al álbum como justo uno de los más experimentales de la salsa en la historia, no sería para nada extraño predecir que en algún momento no lejano de los ochenta la salsa empezaría a hacerse cada vez más popular, global y replicable.  

Willie ya había probablemente tenido la sensación de que el gangster en su ADN pronto iba a pagar, y el pago fue con una muerte cercana. Fantasmas no sólo es lúgubre, tiene también un planteamiento que se sostiene en las melodías, preocupa, es una fiesta en la que hay peligro. Pero es complejo explicarlo, los latinos tienen una relación extraña entre la tristeza y la algarabía, a veces no hay una línea que separe ambos conceptos, y justo la muerte es una de las mayores pruebas de ello. Willie toma un respiro en Fantasmas y habla de una felicidad más pura e inocente, NY se lo había tragado, su identidad latina se había visto entonces amenazada y en el disco trata de hacer una catarsis para sanar. De pronto el disco es una obra musical y de pronto es un episodio de spoken word que intenta contar una historia escondiendo las lágrimas, pero siendo muy sentimental, tal vez, más que cualquier llanto. Esa catarsis incluso se reflejó en un extraño modo en las ventas del disco, se cuenta que cuando finalmente se publicó nadie lo compró por casi seis meses, y luego de pronto se convirtió en el disco más vendido en la historia de Fania, múltiples discos de platino y el disco favorito del Mismo Señor Malo, las ventas superaron incluso al legendario Siembra.

Willie Colón y su rostro etéreo en la portada de un disco. Una carta de despedida que se convirtió en uno de los discos que marcaron la historia de una ciudad ajena, de un hombre que abrió su pecho y sangró canciones y que se globalizó y que al final se reencontró con sus raíces a través de covers y muestras de lo virtuosa que es la salsa al adoptar otros géneros dentro de ella.

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