La nueva generación literaria es un invento de los editores. Kazuo Ishiguro
Nuevamente la entrega del Premio Nobel de Literatura se vio envuelta en la polémica y la polarización de los círculos críticos y literarios. El triunfo del escritor británico-japonés Kazuo Ishiguro (Nagasaki, 1954) puso en tela de juicio a la Academia sueca así como la valía literaria-cultural del flamante Nobel. Ningún premio está exento de “sospechosismo”; además, independientemente de los juicios humanos, hay un juez que emite sentencias implacables: el tiempo. En 100 años (o más) se verá si las letras de Ishiguro superaron la barrera temporal, mientras tanto, trataremos brevemente de desentrañar las cualidades literarias que lo hicieron acreedor a uno de los galardones más importantes del mundo.
Cae una gota de lluvia, ésta golpea tu frente, inmediatamente como si se tratara de un gatillo, se detonan los recuerdos, múltiples sensaciones, aromas, sonidos y personas, azotan de manera implacable la mente. El recuerdo, la memoria, es un leitmotiv a lo largo de la obra de Kazuo, Ish para los amigos (Jorge Herralde dixit), consciente de que todo recuerdo se disuelve en la memoria, nuestro escritor lucha férreamente para que éstos no se desvanezcan en los laberintos de la mente. Hablar de memoria y recuerdos quiere decir que la pérdida también se hace presente dentro del bagaje literario del autor recientemente laureado.
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Hoy resulta difícil precisar cuánto sabíamos entonces. Ciertamente, sabíamos que éramos diferentes… Pero no sabíamos realmente lo que ello significaba. (Kazuo Ishiguro. Nunca me Abandones)
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En sus siete obras de largo aliento, Ishiguro cultiva la narración en primera persona (a excepción de su última novela El gigante enterrado). Lejos de las modas y movimientos literarios, el escritor británico posee un estilo ameno, es decir busca una sentencia muy básica y primordial en la literatura: ser leído.
Pálida luz en las colinas (1982) comienza con la rememoración de un suicidio— para Joyce Carol Oates: “Ishiguro se distingue como uno de los más elocuentes poetas de la pérdida".
Un artista del mundo flotante (1986) relata el mundo de la posguerra en su ciudad natal, la devastada y apocalíptica Nagasaki. Los restos del día (1989) contó el viaje de descubrimiento interior de un mayordomo atrapado por el recuerdo de una mujer. Cuando fuimos huérfanos (2000) aborda las peripecias de un detective en la búsqueda de sus desaparecidos padres.
Es muy importante sentirse nostálgico. Cuando nos sentimos nostálgicos, recordamos. Al crecer descubrimos un mundo mejor que éste. Recordamos y deseamos que volviera ese mundo mejor.
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Para Ishiguro lo verdaderamente importante dentro de su proceso creativo es la construcción de la identidad del protagonista; el desarrollo mental de sus personajes se erige como piedra angular de su novelas.
El Nobel plantea en sus obras diversas preguntas, cuestiones que rozan con lo metafísico, que aquejan e intrigan al ser humano desde hace cientos de años. ¿Quiénes somos? ¿Acaso somos libres? ¿Existe el futuro?
Sin grandes juegos lingüísticos u oscuridad semántica-temática, el escritor británico se caracteriza por la desazón y la andanada de sentimientos encontrados que sus obras producen en su miles de lectores, quizá ahora con el otorgamiento del Nobel serán millones. Leer a Ishiguro es un camino arduo pero gratificante, sus letras mueven y conmueven, llevan a la introspección y a repensar los procesos de la memoria, el olvido, el dolor, nuestro lugar en el mundo y en la sociedad… la vida.
En sus propias palabras, el oficio de escritor y la función de la literatura:
Pero estamos en tiempos inciertos. Todos tenemos la responsabilidad de ser parte de lo que pasa en el mundo. Una de nuestras tareas es determinar dónde empiezan y terminan nuestras responsabilidades públicas. Mucha gente ha perdido la confianza y sufre para encontrar su camino. Confío en que la literatura sirva para ello.
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Su consagración dentro del Olimpo de las letras no es segura, sólo Cronos sabrá si comparte plaza con Virgilio, Goethe, Dante, Calderón, Shakespeare y Virgilio, tiempo al tiempo.