En medio de dudas por el reciente sismo, la marcha por los 3 años de Ayotzinapa finalmente se confirmó para el martes 26 de septiembre a las 4:00 p.m. en el Ángel de la Independencia. Se acortó el recorrido y los padres de los estudiantes desaparecidos pidieron hacerla en silencio. Ruido de Machetes
Minutos antes del inicio, en la base superior del monumento un grupo de campesinos entonan consignas contra Peña Nieto y empuñan machetes en dirección al Antimonumento de los 43, el lugar final de la marcha. Compañeros, dice el líder del grupo antes de que inicie la misa, si nos perdemos hacemos sonar los machetes, no se llevarán a ninguno. Son miembros del CECOP, el Consejo de Ejidos y Comunidades Opositores a la presa La Parota, una de las tantas organizaciones sociales que han venido a apoyar la marcha.
Misa
Al pie del monumento, un cirio ardiendo sobre una improvisada mesa sirve de altar para la celebración ecuménica convocada. La misa la ofician dos sacerdotes, uno de coleta lacia y estola roja; otro con barba incipiente y estola con los colores de Jamaica. El evangelio dice asÍ:
“—Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?
—Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y le echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas.”
Terminando la misa, se pide un minuto de silencio. El sacerdote con estola jamaiquina cambia el puño en alto por un signo de paz. Un hombre de 50 años sosteniendo un panfleto con la foto de un estudiante desaparecido en las manos pide permiso para pasar al centro de la misa. Pase, y gracias, se apresura a decirle mi vecina de puesto.
El peregrinaje en silencio
Los padres delos desaparecidos se pueden reconocer porque son alrededor de 40 y llevan pancartas del mismo diseño con la foto de sus hijos. Ya marchando por Reforma, la congoja de sus rostros y el autoimpuesto silencio llenan el ambiente de solemnidad triste, dolor rememorante y empatía a flor de piel.
¿Por qué marchar?
Un sacerdote que participó de la misa mira desde un costado de Reforma como escuadrones de estudiantes normalistas desfilan frente a él en silencio. No hay risas, no hay más ruido que el de los pasos en el pavimento.
- ¿Por qué marchar?-, le pregunto.
- Marchamos para mantener el recuerdo vivo, para combatir la indiferencia generalizada, el silencio ante la impunidad, el crimen y la corrupción, ese que fatiga esfuerzos, que hace adaptarnos ante lo inaceptable. El gobierno nunca ha cedido ante el pueblo si no es por medio de la presión, y ésta es de las pocas formas que tenemos de hacernos escuchar-, me dice tranquilo.
El coquero
Con el fondo del mural Hotel Reforma Avenue, un vendedor de cocos es interceptado por la policía. Se rompe el silencio de la marcha: “Déjalo trabajar”, “Suéltalo, policía culero”, se escucha tímidamente de la masa, hasta que un grupo de avanzada, cámaras y micrófonos en mano, se acercan al lugar de la polémica. La horda sigue este movimiento y los dos policías se ven sorprendidos y rodeados de millenials transmitiendo en vivo. El coquero aprovecha la confusión para perderse entre la masa. Los policías se suben a su camioneta y se marchan rápido; el pick up está lleno de palas nuevas.
Muerta en vida
Julia Klug es una activista de larga trayectoria. Tiene el rostro completamente pintado: el lado izquierdo de negro, en derecho hojas verdes. “Soy una muerta en vida desde que el gobierno mató a mi hijo el 2010”, explica el arte en su cara. “Un sacerdote católico me violó a los 7 años, y de ahí nace mi lucha: contra la impunidad de los crímenes de los poderosos, vengan de donde vengan”. “El terremoto nos ha hecho marchar en silencio y con más dolor, el mensaje así da más en la madre”.
El discurso final
Vivos se los llevaron, grita un emocionado padre de los desaparecidos desde la tarima de cierre en el monumento de Bucareli. Las delegaciones de jóvenes normalistas son los primeros en cantar de vuelta “vivos los queremos”, y es inevitable no sentir algo: podrían haber sido ellos. ¿Cómo podemos ser indiferentes ante el dolor?, se pregunta el padre de familia. Esa es la invitación final: a sensibilizarse. Lamentablemente, las desgracias ayudan.
Los estudiantes invaden la glorieta en Bucareli. Ya oscurece, y los autos deben modificar sus caminos a casa después una larga jornada laboral. Otra marcha más en la Ciudad de México, rabiará más de alguno. A pocas cuadras los comercios funcionan de manera normal, se venden tacos, se toma café, los mariachis pasan la gorra.
Felipe Larraín