Fotografías por Paulina López Texto por Santiago Hernández Zarauz
A ritmo de son caben todas nuestras consignas, en el compás sincopado y la métrica de la rima estamos todos; hombro con hombro, codo con codo. Los que marchamos buscamos generar una propuesta, primero en la manifestación de la inconformidad y luego en la acción de nuestra realidad, para cambiar lo que muchos no quieren que cambie. Ayotzinapa detonó el descontento acumulado desde hace varios años. En repetidas ocasiones se menciona que las marchas no logran cambiar la situación, sin embargo con lo sucedido el 20 de noviembre es evidente que incluso con notas de voz, fotografías de infiltrados y demás amenazas que pretendían desvirtuar esta marcha, se sumaron mucho más personas de las que habíamos salido a las calles en ocasiones anteriores.
Entre familias, estudiantes, músicos, actores, y escritores marchan las gargantas que claman por un mejor mañana. Vamos juntos, con la cara descubierta y sin miedo a externar nuestros ideales, sin miedo a levantar la mano y pedir que acabe la violencia, los miles de desaparecidos y la impunidad que rodea la terrible maraña de la situación actual del país. Las mantas cobijan el frente de los contingentes de los que queremos acostarnos a dormir y despertar en un México con un mejor mañana, porque a fin de cuentas... aquí estamos todos y no, no están solos.
La fotografía, la música, las palabras y el arte como respuesta y propuesta frente a las atrocidades y peripecias que ha provocado un sistema coludido con el crimen organizado. El arte como inclusión y remembranza del color que nos han querido quitar y que no han logrado hacerlo.