Horacio Quiroz, egresado de la Universidad Iberoamericana en la carrera de Diseño Gráfico, siempre tuvo la inquietud de dedicarse al arte. Después de trabajar durante más de una década en el mundo de la publicidad, Horacio decidió dedicarse de lleno a la pintura. El dominio del dibujo de la figura humana es un proceso complejo, de mucha observación y de de introspección, en este tratamiento Horacio lo percibe de distintas maneras y se vuelve el motivo principal de su obra.
Lo corporal ha sido uno de los principales puntos de estudio a través de la historia del arte, un ejemplo es el pintor inglés Francis Bacon, quien se inspiraba en el cine y la fotografía para la creación de sus obras. Sus piezas son fotogramas secuenciales de cintas cinematográficas, y más si consideramos las que son dípticos o trípticos de un mismo momento. Así, en sus pinturas las formas humanas son distorsionadas y desplazadas, muy acorde con la capacidad técnica de la fotografía fija y en movimiento.
Por otro lado, el escritor beatnik William Burroughs, quien probó cualquier droga disponible, usó su cuerpo como conejillo de indias. En su novela El almuerzo desnudo (1959) trata la historia de un hombre que le enseñó a hablar a su trasero. Este personaje trabajaba en ferias y lo usaba en sus actos como ventrículo. Poco a poco, el trasero desarrolló dientes y resultó ser más exitoso que él, de esta manera arrebató la personalidad de su mismo dueño. La experimentación de Burroughs con su cuerpo la manifestaba dentro su obra de una manera compleja e incoherente, como fragmentos de pesadillas.
El cineasta David Cronenberg nos muestra en su clásico de culto Videodrome (1983) a la nueva carne, esa unión demoníaca entre la tecnología y el cuerpo. En su obra como director el cuerpo y la mente son sus obsesiones, como lo vemos también en La Mosca (1986) y Dead Ringers (1988), donde las mutaciones del cuerpo humano son sometidas a la experimentación genética y a su transformación por medio de diversas clases de cirugías.
La nueva carne, esa que vemos en la televisión, en los desfiles de moda, en las redes sociales y en los gimnasios nos provoca una obstinación por el cuerpo en un mundo en el que al día se toman un millón de selfies. Los cuerpos de Horacio se mantienen en constante interacción con ellos mismos, se ven de múltiples ángulos y cambian por completo al colocarlos de una manera distinta en los muros de una pared. No es sólo la distorsión del cuerpo, se nota en su obra el dominio de la técnica tradicional del dibujo anatómico para atreverse a realizar estos collages-pinturas de humanos.
Las figuras de Horacio son personajes en donde las proporciones son objeto de exageración y de humor. Parecería que el diseño gráfico corporativo, tan lleno de limitaciones creativas, y de la publicidad lo hubieran incentivado a mostrar esos elementos humanos en un mundo comercializado en el cual no percibimos nada que no sea representado por las pantallas de nuestros teléfonos móviles.
La exposición Sneak Peak into Love & Fear nos muestra la obra de este joven artista, que obliga al espectador a descubrir lo intrincado, no solamente de cada óleo o dibujo, sino también de su montaje dentro del espacio. Se presenta hasta el 25 de octubre en la Galería Progreso, ubicada en la avenida Progreso número 33 en la colonia Escandón.