Los aficionados tuzos sacaron las banderas, los tambores y hasta el confeti por dentro, mientras que los del Monterrey no se quedaron atrás y ya tenían hasta una pequeña coreografía montada. Tarde placentera en Pachuca. Alustiza ante Pabón. Dos de los mejores equipos en los últimos años del fútbol mexicano. El partido prometía. Recordemos el verbo: “prometía”.
El partido comenzó a las 8:06 en el estadio de Hidalgo, ni un minuto más ni un minuto menos. ¡Caray, cuánta precisión! Si esa exactitud se reprodujera en el campo y en las oficinas de la Liga MX, el fútbol mexicano sería un espectáculo único en el planeta. Y así, entre las rayas de los tuzos y los rayados del Monterrey el balón iba y venía de una portería a otra, o al menos eso hubiera querido el balón, y nosotros; durante el primer tiempo el juego se concentró sólo en la media cancha.
Muy ofensivo el Pachuca, sin tino ni suerte. Ni las burladas de Irving Lozano ni los pases del ex jugador del Puebla Matías Alustiza fueron suficientes para que los tuzos metieran gol, por más que intentaban e intentaban no’más no entraba: o el impacto tronaba los postes, o pasaban sobre el travesaño, pero nunca alcanzaba a tocar la red, ni por fuera. En el otro lado de la cancha, el delantero Ariel Nahuelpán aplicaba la de Robben: un clavado por aquí, uno por allá. Esos, al menos, es lo único que le sale decentemente bien.
No tardó en aparecer ya tradicional grito de “¡ehe... puto!”, con el que la FIFA casi nos multa en el Mundial de Brasil. Los únicos que lo cantaron fueron los del Pachuca, pues “El Conejo” Pérez no tocaba el balón, ni para un saque de meta. Así de incisivo fue el ataque rayado.
Los aficionados tuzos mantuvieron el ánimo casi todo el partido mientras que los regios comenzaban a perderlo. Así terminó el primer tiempo: 0-0, eso sí, los tuzos habían intentado con más ahínco; la victoria parecía inclinarse a su lado.
En el segundo tiempo, el Monterrey ya empezó a manifestarse y la balanza comenzó a equilibrarse y, aunque las oportunidades de gol se presentaban, nadie lograba concretarlas. Moría el partido los Rayados metieron un golazo de Dorlán Pabón y, con las caras tristes, los aficionados del local empezaron a salir rápidamente del estadio. La tarde placentera fue una noche desabrida para los Tuzos, que estuvieron tan cerca como lejos. A unas rayas de su primer triunfo como local del Apertura 2014. El partido prometió hasta el final. Y fue eso, una eterna promesa. Y las eternas promesas se vuelven eternas desilusiones.