"Yo no soy guapo": los sonideros resisten y reclaman la CDMX

"Yo no soy guapo": los sonideros resisten y reclaman la CDMX

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El largometraje documental de la directora Joyce García retumbó en todas las salas en las que fue proyectado en 2018. Relatada desde dos ponentes del sonidero actual en las zonas de Tepito y La Merced, Yo No Soy Guapo es un relato sobre el trabajo y cariño que implica esta labor tan icónica y significativa para la Ciudad de México, que pocas veces es reconocida como el patrimonio cultural que en realidad es.

El Instituto Francés de América Latina (IFAL) a través de su sala de cine Le Cinéma IFAL convocó al público general para acercarse a disfrutar de esta película. La proyección fue especial por la presencia de Ricardo Mendoza ‘El Duende’, protagonista del filme y titular de un prominente sonidero presente en La Merced, ‘Sonido Duende’

‘El Duende’ en la proyección del documental Yo no soy guapo

‘El Duende’ en la proyección del documental Yo no soy guapo

Dentro de esta proyección hubo un espacio para un diálogo con el público en donde Ricardo comentó:

“Somos muchos y tenemos muchos años, no hay manera de decirles cuándo empezó el sonido, ni cuándo va a acabar” […] “Mucha gente empezó con trompetas en los pueblos, dedicando canciones por 20 centavos, o 10 centavos. Es difícil poner una fecha, lo que sí es que siempre hemos sido muy alegres y siempre hemos tratado de hacer fiesta para poner a bailar a la gente.” 

Tanto Joyce como Lupita ‘La Cigarrita’ se involucraron de diversas maneras en el documental, no sólo aparecen como co-protagonistas del largometraje, sino que realizaron un enorme trabajo de investigación. Es gracias a él que sabemos que ‘La Socia’ fue la primera mujer sonidera del barrio de Tepito. Ella falleció hace más de 30 años, pero mantiene una firme presencia en la memoria comunal de quienes tuvieron el privilegio de escucharla en sus primeras tocadas. Su sonido fue tan icónico que es conocida como mentora de Sonido ‘La Changa’, a pesar de que La Changa se resista a aceptarlo.

“Nunca lo va a reconocer, pero antes de La Changa, fue La Socia. Él era su asistente al principio.” 

Además de aquella herencia sonidera que parece centenaria, permanece crucial su sistema para mandar saludos: uno escribe en una servilleta, panfleto, cacho de papel, o cualquier espacio que se tenga a la mano un saludo para sus amigos, familiares o colonia, entre otras cosas, y lo pasa al escenario, de donde una voz emite lo escrito entre la música. Sucede que estas fiestas son singulares por las formas que tiene, tan inherente a su expresión, de integrar al público en cada evento.

Por otro lado, lo que también los hace un fenómeno como ningún otro es su capacidad de congregar a grandes grupos de personas con la excusa de bailar hasta que amanezca, pues hay festividades donde estos espectáculos son cruciales. Como mezcladores, los sonideros reúnen una amplia variedad de ritmos latinos entre los que son prominentes la salsa y la cumbia. El Duende confesó tener una colección de alrededor de 10 mil acetatos en su posesión, en el documental narra que, de tener que elegir a veces entre comer y comprar un disco, siempre elegiría el disco.  

Sin embargo, no todo es danza, diversión y magia al cerrar las calles. Joyce García no podía retratar las vidas de quienes disfrutan del sonidero sin hablar de la represión constante que conlleva hacerlo, al menos para los habitantes de Tepito y La Merced, a manos de un gobierno insensible a las manifestaciones culturales de carácter histórico que representan estos eventos. “No se va a extinguir el Sonido”, recalcó El Duende en su entrevista filmada, “es como tratar de extinguir a un pueblo”. Aun así, pareciera que las prohibiciones arbitrarias del gobierno de Miguel Ángel Mancera estaban dedicadas a borrar la imprescindible celebración a la Virgen de la Merced en el mes de septiembre de aquel año.

El documental retrata este intento en toda su extensión, las negociaciones fallidas con las fuerzas policiales, enviadas para evitar que los equipos de sonido fuesen montados y conectados, evitando así la concentración de personas. Lo que se ha de enfatizar al ver esta clase de experiencias es la urgencia por una crítica a los estándares estéticos con los que juzgamos qué clase de expresión es permitida y qué clase no. La apropiación y uso del espacio público que incluye las calles que se cierran para bailes o tianguis, son aún para muchos sinónimos de desorden, crimen e inseguridad. 

Los sonideros de antaño son deslegitimados por considerarse expresiones de las peores connotaciones otorgadas a las zonas periféricas de la Ciudad de México. Los habitantes de Tepito lo decían ya en el documental: son criminalizados desde el inicio. Había pocos esfuerzos, anterior a la difusión de esta clase de material fílmico, por reconocer el potencial catártico que ofrece la unión de las colonias a través de este tipo de organización. Es por ello que su proyección en espacios como el IFAL, las puestas de sonido de la familia Duende en la UAM Cuajimalpa, más la presencia de Sonido La Changa en las inmediaciones de la Universidad Iberoamericana, son tan relevantes para la concientización y visibilización de esta forma de expresión musical. 

Yuli Rodríguez, productora del proyecto, afirmó que a partir del estreno del documental la respuesta ha sido predominantemente positiva. También comunicó información de lo más esperanzadora: los Diputados del Congreso de la Ciudad de México se mostraron abiertos para sostener un diálogo respecto a la importancia de reconocer a los sonideros como parte del patrimonio cultural de la CDMX. Además de eso, se está dedicando esfuerzo a redactar una iniciativa de ley en la que se incluye tanto lo anterior, como brindar a los sonideros un marco normativo como trabajadores. Sin duda queda un largo camino por recorrer, pero la lucha por ser visibles y reconocidos, como sonideros, se gana un baile a la vez. 

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