Los prejuicios que normalizan la violencia de género: el caso de Valentina Henriquez

  Cuando se cuenta la historia de los sucesos importantes a lo largo de esta corta línea de tiempo dentro de la que hemos vivido como humanidad, la mayoría de las veces las referencias que se hacen a las mujeres son estereotipadas: vírgenes, prostitutas, brujas o sumisas. Es blanco o es negro.

Esta no es una condición que preocupe en la actualidad al sexo masculino de manera dominante. La historia siempre los reivindica, los conquistadores son sólo personas con ambición aun cuando ésta los ciegue al punto de exterminar poblaciones, los chicos malos son únicamente “incomprendidos” a los que hemos llegado al punto de glorificar, porque ¿a quién no le gusta la imagen de Johnny Depp en los años noventa fumando un cigarrillo después de haber destrozado el cuarto de un hotel? La respuesta debería ser a nadie, pero esa no es la realidad.

Ésta imagen la hemos perpetuado al punto en el que si una mujer, aún en pleno 2017 se atreve a denunciar una relación violenta y abusiva, lo primero a lo que se enfrenta es a la duda de las personas que no pueden creer que un hombre sea capaz de tal atrocidad, incluso cuando existen pruebas que evidencian su crímenes, después se enfrenta a ataques personales por la mera condición de ser mujer, porque claro, ella “los debió haber provocado” o seguramente “se los tenía merecido”.

Uno de los casos más recientes que indignó a los cibernautas es el de Valentina Henríquez Albornoz cuando por medio de Facebook, una de las redes sociales más populares en el mundo, denunció a Camilo Castaldi, vocalista de la banda chilena Los Tetas por violentarla física y mentalmente.

En la denuncia ella narra episodios como:

Empezó a golpearme en la cara, me agarraba los brazos y me pegaba cabezazos o me escupía, también me tapaba la boca dejándome sin poder respirar y él encima mío, yo pensaba que iba a morir, me pegaba en la mandíbula muy fuerte porque yo lloraba y me decía cállate perra.”

Entre los comentarios de su post, se pueden encontrar preguntas tales como: “¿Por qué no denunciaste antes? ¿Cómo pudiste aguantar tanto?” O “El miedo no es una justificación válida”, cuando una relación violenta es una espiral viciosa en la que muchas veces la víctima no se da cuenta que se encuentra sumergida. A veces hay un punto de quiebre, a veces no.

Otro de los episodios que Valentina narra es cómo Camilo compró “como chiste” una guitarra robada de la banda de Javiera Mena, con el sólo propósito de que ésta se comunicara con ella para devolvérsela. Pero la gente no se enfocó en eso, e incluso llegaron a sentir más indignación por el instrumento musical que por la vida e integridad (ya no de una mujer) sino de una persona.

A tal acción la guitarrista de Javiera Mena contestó lo siguiente:

Por su parte, Los Tetas lanzaron primeramente el siguiente comunicado:

Después de mucha polémica y presión social, publicaron por la tarde la decisión final de marginar a Tea Time de la banda:

La denuncia recibió atención de otros artistas chilenos que se expresaron de la siguiente manera:

A pesar de que la cultura del rock no tiene por qué representar vicios y excesos, situaciones similares se han presentado en Argentina, como el sonado caso de José Miguel Del Popolo, líder de la banda La Ola Que Querí­a Ser Chau, y lamentablemente también en nuestro país con Sabu Avilés de Los Explosivos.

Muchas veces a falta de una respuesta eficaz por parte de las autoridades las víctimas de violencia de género han acudido a las redes sociales para denunciar las diversas clases de abusos que sufren por parte de sus parejas. ¿Pero qué pasa con todas esas voces que quedan calladas por la falta de acceso a ellas?

Para poder llegar a una respuesta positiva a esa pregunta se tienen que ir desarraigando los comportamientos machistas no solo de este sector, sino de manera general. Suena utópico pero es un futuro posible si nuestro imaginario colectivo deja de ser intangible para transformarse en opiniones informadas, independientemente del sexo que se tenga.

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