'La Vérité': El talento no tiene fronteras
El 19 de mayo de 2018, al recibir la Palma de oro del Festival de Cannes a mejor película con Shoplifters, el realizador japonés Hirokazu Kore Eda alcanzaba su consagración internacional tras 30 años de una sólida y exitosa carrera en el mundo del cine.
15 meses después, y ahora en el festival de Venecia, estrenaría La Vérité, su primera cinta rodada fuera de Japón y con un reparto de estrellas globales como Catherine Denueve, Ethan Hawke y Juliette Binoche.
Lejos de estorbarle, la fama de los protagonistas en su nuevo proyecto parece resultarle particularmente útil a un autor que, a fuerza de manejar un tema muchas veces -la familia y sus dinámicas internas-, cuenta lo que busca casi de manera automática.
Así, aunque los diálogos estén en francés e inglés y los intérpretes parezcan una moderna Torre de Babel por sus nacionalidades, Kore Eda sale muy bien librado en su aventura europea porque sigue filmando lo que le gusta e interesa: el eterno choque generacional que enfrenta desde hace mucho tiempo lo innovador con la tradición. Como pasa con muchos otros grandes cineastas de la historia, de quienes los entendidos dicen que filman muchas veces la misma película, el responsable de títulos como De tal padre tal hijo, El regalo o Nuestra pequeña hermana, vuelve sobre los pasos de sus relatos previos para conseguir una nueva gran entrega.
Dentro de una zaga familiar, en la que una diva del cine famosa y egocéntrica se reencuentra con su hija que le reclama la atención que le hizo falta en su infancia, caben todas las discusiones domésticas del mundo. En los diálogos y las miradas que intercambian “la Deneuve” y “la Binoche” caben todos los pleitos entre madre e hija de la historia.
Cine dentro del cine con toques mágicos que hacen que una filmación dentro de la trama funcione como hilo conductor y que una nieta encantadora se convierta en el catalizador de la reconciliación.
En suma, una demostración más dentro de la programación del octavo Festival de cine de Los Cabos de los tamaños de un artista en madurez y un amable recordatorio de que el talento no tiene fronteras ni sabe de nacionalidades o idiomas.