La profesión invisible y una cenicienta enmascarada
EXT. CINETECA NACIONAL - DÍA
Era Viernes, el último día de mayo. A las once en punto, el equipo de El cine y comenzó su emisión radiofónica del día, como de costumbre. Una mujer con aires bohemios y lentes oscuros se dirigió hacia la mesa donde se encontraba la consola y tomó asiento. Saludó a los integrantes y comenzó a dialogar con tal espontaneidad, como si aquellos desconocidos fueran cercanos a ella. Una clase magistral estaba por comenzar.
Su nombre es Paz Alicia Garciadiego, guionista, y creadora de las columnas vertebrales que sostienen las cintas del maestro Arturo Ripstein.
El imperio de la fortuna (1986), Principio y fin (1993), Profundo Carmesí (1996), El coronel no tiene quien le escriba (1999), Así es la vida (2000), La perdición de los hombres (2000), La calle de la amargura (2015) son algunos de los títulos, adaptados y originales, que llevan su firma. Hace tiempo que dejó de contar las películas escritas con su esposo: “Si las tengo muy contadas es la última”, nos menciona.
Con Arturo inició lo que hoy es un prolífico y admirable recorrido en el medio cinematográfico. Desde aquel primer guión de 400 páginas que le entregó, no ha dejado de ser su mancuerna, tanto en la vida privada, como en el ámbito profesional. “Es una colaboración casi invisible, tenemos gustos muy similares […] Se ha vuelto ya una cosa implícita”, asegura. Pero, como en todas las relaciones, ha habido discusiones, las más largas se han centrado en el porqué vale la pena contar una historia; una disertación que se ha convertido en un ritual quasi religioso previo a la filmación.
Hoy, el panorama mexicano en materia audiovisual ha cambiado mucho desde su llegada a los sets. Tanto ella como Ripstein, ambos capitanes del barco, tiene fama de haber trabajado siempre con la misma tripulación de confianza. En la entrevista nos cuenta que, con el arribo de las series y las plataformas digitales, ha sido difícil juntar a todo el equipo por los distintos tiempos de filmación que existen entre estos dos medios. No obstante, en su última película, pudieron contar con todo lo previsto:
“Una suerte que le agradezco a la Virgen de Guadalupe en estos días, y a Netflix por el permiso que nos da. En ese orden.”
A lo largo de su carrera ha sido nominada en cinco ocasiones por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), ganando en la categoría de Mejor tema musical por La reina de la noche (1994) y Mejor guión cinematográfico por Profundo Carmesí (1996). Próximamente, en la ceremonia del 24 de junio, le otorgarán un premio que celebra su trayectoria y excelencia en el crecimiento de la cinematografía nacional.
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Un Ariel de Oro para una guionista.
¿Qué significa esto?
PAZ ALICIA
¡Hombre! Es una gran sorpresa, y un gran gusto, y una gran reivindicación, […] porque soy miembro de un gremio totalmente olvidado y relegado: el de los guionistas.
Los guionistas no existimos, la gente no sabe qué es un guión.
En el imaginario colectivo, el quehacer del guionista pasa desapercibido o goza de muchas ambigüedades. Con frecuencia se cree que la improvisación actoral es la que resuelve los conflictos en escena, y que son los mismos intérpretes quienes deciden cómo será su personaje y la invención de los diálogos. Las propias Patricia Reyes Espíndola y Arcelia Ramírez han vestido papeles escritos especialmente para ellas. Pero muy pocos saben que, detrás de cada película, hubo un ser que enfrentó el cursor y el vacío de una primera página en blanco. Un arquitecto que se empeñó a construir y derrumbar, en repetidas ocasiones, espacios, tiempos, y cuerpos que obedecían senderos por él marcados.
La labor del guionista es la de un héroe enmascarado. Además, como mujer, Paz Alicia ha tenido que encarar desde sus inicios, a una industria mexicana con ideas en blanco y negro, estructuras rígidas y códigos inamovibles.
Ciudadana de la Juárez, aprendió a leer el cine en las salas del Parisiana. Hoy, agradece las tardes en las que Ernestina la dejó colarse en el mundo del celuloide, mientras ella se entregaba a los fragores amorosos en la cabina del cácaro. Adolescente rebelde, fue madre y a la par estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de México (UNAM). En un día de suerte, de los tantos como empleada del gobierno, se quedó encerrada en su Volkswagen, y después de terminar el último capítulo de la radionovela de La sombra del caudillo, supo lo que quería hacer: escribir aquellos universos. Entretejer la psicología de los personajes, crear atmósfera literarias y propuestas de ruptura. El cine dejaría de ser algo inalcanzable, para convertirse en su andar cotidiano.
PAZ ALICIA
"Yo nada más soy guionista de cine, y esa es una marcada diferencia. Yo no vengo del teatro, yo no soy una novelista que a veces hace guiones…No. Yo soy guionista cien por ciento. Guionista de largometrajes, además.”
Como en cualquier profesión, en esta existen también “gajes del oficio”, que no siempre hacen sentir cómodo al autor, sobre todo, cuando la persona que escribe no es la misma que dirige el filme. Para Garciadiego, un guión es como un hijo, y el proceso de ceder su obra a otro para ser moldeada de manera distinta, se torna casi como un secuestro, un arrebato. Pero a lo largo de los años, nos confiesa que ha encontrado una manera de temperar tal saqueo:
“Yo voy al set todos los días, […] Ese es un privilegio, al que tengo chance, porque soy mujer del director, vamos a poner las cosas en su lugar […] Voy por varias razones: una, porque escribir es muy solitario, y a mí me gusta la gente […], dos: porque puedo ayudar, […] Pero, sobre todo, la verdadera razón por la que voy, es para ver cómo se apropian de tu hijo, y si estás en el rodaje, eres copartícipe del secuestro.”
No se atreve a llamarle vocación, pero Paz Alicia siempre ha llevado una maleta llena de cuentos. Historias que han culminado en la pantalla grande por urgencia y deseo de ser contadas. La suya, en particular, dice ser la de una Cenicienta.
Treinta minutos de charla no fueron suficientes, nos dejó desconcertados y con muchas preguntas; admitió tener una larga lista de consejos que dar. Así, con el mismo aire bohemio, la guionista se volvió a colocar los lentes oscuros, se despidió, y desapareció paso a paso en aquel recinto fílmico que nos albergaba.
CORTE A NEGROS.