Durante la tarde del sábado, la lluvia caía ligera sobre la cancha del Estadio Azteca. Se antojaba un partido rápido y reñido, pues América y Monterrey habían jugado bien durante el torneo y llegaban como primero y tercero de la tabla general respectivamente. Después de noventa minutos, lo único interesante sobre el terreno de juego fueron los dos goles de los de Coapa y una que otra llegada sin claridad de ambos equipos. Lo demás fue parte de un juego decepcionante en el que dos de los mejores de esta temporada mostraron poca calidad; fue suficiente para que las Águilas ganaran y mantuvieran su liderato.
Sobre el césped húmedo del estadio más grande de México no hubo espectáculo ni diversión. Pero el fútbol no es sólo de quien lo juega, hay un ingrediente indispensable y colorido en la receta de la belleza de este deporte: la afición. La verdadera esencia del fútbol se encuentra en las emociones y sentimientos que provoca, desde y en el lugar que sea: campo, banca, tribuna, mesa o sofá. Ayer cientos de aficionados de Monterrey se juntaron en la cabecera sur del Azteca. Veinte minutos antes de que comenzara el partido y hasta el pitido final de Erim Ramírez, los de La Pandilla no pararon de gritar. El Coloso de Santa Úrsula fue invadido por cánticos de acento neoleonés, pintados de rayas blancas y azules. Ni La Monumental ni El Ritual lograron superar a la porra de Rayados que parecía ser más ruidosa conforme avanzaban los minutos. “¡Dale, dale, dale Rayados! ¡Dale, dale, dale Rayados! ¡Dale, dale oh!” América era local en el papel, en el uniforme y en la cancha, pero la tribuna de su estadio le pertenecía a alguien más.
Luego de su derrota, los Rayados pueden reclamarle a quien quieran: al árbitro, a la lluvia, a Medina, a Jonathan Orozco, a la altura, al viaje. Pueden quejarse de todo, excepto de su afición. De principio a fin, con el marcador empatado o en contra, durante el tránsito de balón por la defensa o después de un gol recibido, bajo cualquier condición, el apoyo regiomontano fue incesante. La tarde de ayer, no fue Oribe ni Chupete, sino La Pandilla de Monterrey lo mejor del encuentro. Impresionante, imponente, fiel y apasionada son los calificativos que ayer confirmó para sí misma la Pandilla Rayada.
Desde el norte del país para el sur de la ciudad, ayer algo tuvo de regio el Distrito Federal.
Edmundo Romero // @mundo8a