La distopía mediática de Black Mirror

El primer ministro de Gran Bretaña es forzado a realizar un acto sexual con un cerdo. Eres un avatar en una sociedad controlada por la publicidad, y un coach personal te da las estadísticas exactas para subir la cantidad de seguidores y likes en una red social que determina la vida por esos números. Esa es la realidad distópica retratada en la serie Black Mirror (Netflix, 2016), creada por el escritor Charlie Brooker, reflejo de la pantalla negra que ya estamos viviendo.

Donald Trump, un magnate misógino y racista es el candidato para gobernar el país más poderoso del mundo. Internet se paraliza por un día por culpa de un botnet -software que envía demandas masivas en los servidores, posiblemente distribuido a través de un refrigerador inteligente, un automóvil o un horno de microondas conectados a Internet.

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En esa narrativa, la malvada reina del cuento se pregunta al verse al espejo: ¿quién es en este reino la más hermosa?. El espejo oscuro se usa también en la magia negra, como la bola de cristal o el espejo de obsidiana portado por Tezcatlipoca. En la actualidad ¿No es Snapchat o Instagram?.

El Black Mirror es conocido también como espejo de Claude, un artefacto que usaban los paisajistas para poder visualizar y abstraer mejor la realidad, denominado así por el pintor francés Claude Lorrain. Este dispositivo le permitía al artista concentrar la realidad en un punto y desechar de su atención todo lo demás, algo parecido a lo que le sucede a Lacie Pound (Bryce Dallas Howard) en el primer capítulo de la tercera temporada, quien vive una realidad a través de su teléfono, ese pequeño objeto omnipresente en nuestras vidas. “¿Te acuerdas cuando teníamos conversaciones?” le dice su hermano Ryan (James Norton), un intento inútil de separarla de su espejo de obsidiana. La vida de Lacie estaba determinada por el número de likes o de favoritos que iba acumulando durante el día, como una especie de auto afirmación digital de todas sus acciones.

Nosedive, episodio 1 de la tercera temporada

Esto lo vemos constantemente. En este momento miles de personas hacen este ritual de aceptación al tomarse selfies, ponerle filtros para verse mejor y publicarlas en las redes sociales, que están basadas en material audiovisual. Estos rituales que pronto serán controlados por empresas para poder obtener el perfecto perfil de gustos, aficiones, adicciones y conductas realizadas por todo el mundo.

El episodio The Waldo Moment trata sobre una personaje animado interpretado por captura de movimiento que asciende al escenario político debido a popularidad. Waldo humilla en los debates electorales a sus contrincantes. Pero un personaje así, una parodia de si mismo lo pudimos ver con alguien como lo fue Silvio Berlusconi o lo que es ahora un Vladimir Putin o Donald Trump, un bufón con posibilidades reales de llegar a la presidencia con casi 13 millones de seguidores en Twitter.

Trump vs Waldo

Nuestras vidas dependen de las redes sociales, lo que decimos, hacemos, o la cantidad de likes que generamos en el día. Nos da una identidad virtual ¿Qué pasaría si nos dieran block en la vida real?. El episodio más largo de la serie llamado “White Christmas”, centra su temática en una pena capital digitalizada en la que lo más temido para los ciudadanos es su destierro; convertirse en una silueta de white noise físico, tal y como sucede con el ghosting virtual.

Aceptar ser un conejillo de indias para un videojuego ultra secreto de realidad aumentada, en el cual esta nueva experiencia en un casa del horror, con arañas y Poe incluidos, en una especie de “House of Haunted Hill” virtual, se convierte en una experiencia en la cual todos los gamers quieren sumergirse y trastocar los niveles de realidad a nivel neuronal.

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En “Shut up and dance”, un malware –un código maligno- invade la privacidad de un adolescente para extorsionarlo a través de su actividad por medio de su webcam y lo fuerza a realizar actividades ilícitas. El nuevo “Peeping Tom” tal y como la cinta de 1960. Algo que el propio Zuckerberg ha evitado colocando una cinta en su computadora portátil.

Brooker nos advierte sobre ese peligrosa obsesión a través de nuestros dispositivos, los cuales distorsionan nuestra realidad y provocan que un lunático pueda llegar a gobernar el país más poderoso del mundo o de que una estrella mediática sea un nuevo líder sólo por el número de followers o de likes que va recopilando diariamente. 

¿Vivimos en en esa distopía mediática? Solo nuestro estatus de Facebook lo sabrá.

https://www.youtube.com/watch?v=jDiYGjp5iFg

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