No hay demanda social que deba subestimarse o dejarse de lado: desde los grafiteros que arriesgan el pellejo en violentas persecuciones con tal de plasmar un ideal en una pared, hasta los académicos que alientan a sus estudiantes para que exijan, de la forma más inteligente, sus derechos sociales más elementales. El rap es una de estas manifestaciones cuyo mérito fue otorgarle una voz a los desterrados que sólo le rinden cuentas a la calle. Un ejemplo es Ana Tijoux, una MC chilena que, con el tiempo, ha sabido perfeccionar un discurso que desenmascara muchas de las averías sistemáticas. En La Bala, su tercer disco solista, esta guerrillera reproduce las voces del desgastado pueblo chileno que brotaron durante los movimientos estudiantiles del año pasado. Tijoux logró trasladar todo esta rabia a un material de grueso calibre cuyas rimas en cada canción retumban con la potencia y al ritmo de un revolver del más alto calibre.
La Bala es el disco que antecede a su obra nominada al Grammy, en su mayoría autobiográfica, 1977. Estratégicamente lanzado para alcanzar al mercado hispano en Estados Unidos bajo Nacional Records, La Bala es su obra mejor lograda hasta ahora, pues en ella ya no se sienten sus inseguridades ni dolencias personales. Tijoux deja atrás sus demonios y demuestra estar lista para pelear una batalla más grande, ahora sí, entregada al pueblo.
Otro detalle del álbum son las gratas colaboraciones de artistas como Jorge Drexler, un genio de la composición lírica que se atreve a experimentar con distintas frecuencias y sonidos, Curumin un interprete brasileño, Los Aldeanos, un proyecto chileno que no se caracteriza precisamente por su pulcritud, pero que Ana Tijoux logra introducir y usar como un limpio, pero sobretodo honesto, referente callejero, entre otros.
El disco abre con “La Bala”, tema que advierte al enemigo que la guerra ha comenzado. Con sonidos que recuerdan a los feroces pasos de un ejercito, Tijoux arroja las primeras rimas como golpes llenos de estrategia e inteligencia lírica: “La bala entre tanto suspendida fija bailaba un asesinato girando sobre sí misma”. Hay que resaltar que Ana Tijoux posee una gran técnica vocal para reproducir rimas, que se refleja en una soltura y una facilidad envidiable por muchos hombres que “están en el mismo negocio”.
“Desclasificado” es un tema mucho más callejero, un cruel himno dedicado a la gente del barrio: “Soy el último eslabón en la pirámide” suena una y otra vez mientra Tijoux se postra del lado del más débil, del marginado y del que no vive sino sobrevive todos los días. “Desclasificado” podría ser el soundtrack de una cruda serie de gangsters y pandilleros sin un final feliz por su brusquedad y aspereza tonal. A pesar de la claridad con la que se tratan estos temas, en varios momentos La Bala se desvía en canciones que implican un violento cambio en la temática (aunque dentro del mismo género) y rompen con el ánimo contestatario adoptado.
Temas como, “Las Horas”, “Mi mitad” y “Quizás” , a pesar de que engalanan y figuran la sensualidad y el goce con el que Ana Tijoux repite cada sílaba, se vuelven de mal gusto y hasta irrespetuosos por el flow evidentemente gringo en las canciones para “ir a la cama”, dentro un disco que pretendía ser combativo. Si la disquera buscaba complacer al público masculino estadounidense bien podía haber recopilado estos temas en otra producción.
Casi al final del disco “Shock”, el primer sencillo, vuelve a poner los planos sobre la mesa y pinta una escena muy clara de todas las manifestaciones que sucedieron durante las movilizaciones estudiantiles: ”Veneno tus monólogos tus discursos incoloros no ves que no estamos solos millones de polo a polo/ Golpe a golpe, beso a beso, con cenizas, con el fuego del presente con recuerdo, con el objetivo claro, con memoria y con la historia, el futuro es ahora.” “Shock” es el resumen en una sola obra de una tragedia que permanecerá dolorosa pero necesaria en la memoria chilena durante generaciones.