2/2/2012 Por Susana Medina
Una presentación de El Guincho es similar a los rituales de fiesta de las ardillitas de Madagascar o las aves de Rio, y es que el llamado a la pachanga es algo muy similar al llamado de la jungla. Bailar al ritmo de este músico de las Canarias es simplemente una reacción del instinto.
El Guincho se presentó el jueves 2 de febrero en el Teatro Fru Fru, convirtiendo el cementerio de recuerdos de la Tigresa, en un bacanal tropical donde mujeres y hombres sacudían el pecho cual gorila frondoso. Si Lorenzo Lamas hubiera aparecido ofreciéndome un coctel con ron Bacardi Blanco, no me hubiera sorprendido.
Momentum
Evidentemente, “Bombay”, mientras que El Guincho presentó canciones de todos sus álbumes, sin duda Pop Negro ha sido uno de los más brillantes y el que apareció cuando el público estaba más receptivo a este género musical. Pero el público asistente también coreó “Novias” y “Ghetto Facil”: incluso la enigmática línea “caballo negro en tu cara,” sea lo que esto signifique.
El Guincho tiene cierta química con el público mexicano: si en el Vive Latino soltó una carcajada cuando alguien le gritó “Ponle play” durante un momento confuso antes de empezar una canción; el jueves resumió en una sola frase la patología más mexicana de todas, haciendo referencia al programa Futbol Picante: “¿hasta qué nivel de picante puede llegar esta gente? Sin duda lo que tenemos en común es un ligero sentido del humor y facilidad por la sabrosura.
Extravagante
Ver a la manada comenzar a bambolearse como las palmeras enfiladas en la entrada de Acapulco cuando vienes por la carretera de cuota. Algo de instintivo tiene la incitación de El Guincho y como “Novias” dice, “si tanto me quieres, haz como el resto de las mujeres”… con sus presentaciones haces lo que el resto de los humanos harían ante tal provocación. Lo extravagante es que ciertos coros, ciertos arreglos y hasta la verbalización de vocales que expresan placer tales como “UH, AH”, hacen que El Guincho sea el Garibaldi de quienes tienen buen gusto.
Lamentable
El lamentable más recurrente y del que más nos olvidamos tras el estertor de la fiesta: el sonido. La banda abridora Little Ethiopia, probablemente no tuvo su mejor noche, pero el peor enemigo que tuvieron fue el audio, que a pesar de aguafiestas no logró impedir que se rescatara el hecho de que tienen muy buenas canciones. Su presentación fue tan frustrante como asolearse con bloqueador del 100. Con el Guincho mejoró, pero fue como asolearse con jugo de zanahoria… los colores de la música no eran los naturales.
Moraleja
Cuando su mezcolanza de ritmos tropicales, beats africanos y el “toque blanco” del indie rock se conjuntan, hasta los balcones lúgubres del Teatro Fru Fru se convierten en árboles selváticos que hacen sombra sobre el acalorado público y las tétricas esculturas doradas de una diva ahora caduca y arrugada, se transforman en ídolos paganos a los que hay que rendirle tributo sacudiendo lo sacudible. Entre tanto sudor y despreocupación: hasta el lenguaje se relaja y como lo hace El Guincho nos damos a entender sin pronunciar la letra “S” o terminar las palabras.