Unas luces rojas con el estilo de un burdel, bajo las que se reflectan unos pies ligeros y danzantes, y un vestido pegado acompañado de una cabellera roja al estilo de Jessica Rabbit, son las últimas cosas con las que generalmente se asociaría el género bossa nova, o en su defecto, los elevadores y cafeterías en los que éste tipo de música se suele escuchar. Así de pragmática se mostró la banda francesa, Nouvelle Vague el 11 de septiembre en el Teatro Ángela Peralta, donde la combinación de rítmicos y sensuales movimientos, en conjunto con voces seductoras y palabras en francés –bien conocido como el lenguaje del amor– de las vocalistas Elodie Frégé y Liset Alea hicieron vibrar a los presentes a partir de “Master and Servant” original de Depeche Mode; los covers a las bandas de punk rock de los '70 y '80 jamás fueron tan excitantes.
“Making Plans For Nigel” llegó bajo una luz anaranjada que recordaba un amanecer inundado de Melancolía, mientras que “Human Fly” hizo que Liset Alea dejara a un lado su peluca y parte de la vestimenta que recordaba a Mia Wallace de Pulp Fiction.
“Mala Vida”, con sus tintes españoles y floreceres de flamenco, regresó como una coincidencia poco accidental (¿O como un acto simbólico?) de uno de los grupos pioneros en la nueva ola de conciertos en el D.F. Mano Negra, que hace 25 años la tocó en el mismo lugar.