Iluminar la nada y convertirla en infinito: James Turrell en el Jumex
With no object, no image and no focus, what are you looking at? You are looking at you looking.
James Turrell
Se dice con frecuencia que un gran artista tiene la capacidad de ejecutar con sencillez obras de extrema complejidad. Este es el caso, por ejemplo, de Picasso, de Borges, de Tarkovsky, como también lo es del artista estadounidense James Turrell. Sus obras de luz logran una sencillez tan pura que bien podrían considerarse como místicas; en ellas, Turrell nos invita a contemplar y meditar en silencio frente ciertos juegos de luz que, más que dejarnos completamente asombrados, funcionan como una vía hacia la introspección. Ante sus Pasajes de luz, expuestos en el Museo Jumex, Turrell no acude a lo que nos dice nuestra mente sino a lo que nos dicen nuestros sentimientos y nuestra intuición sensorial.
Desde “Gathas” hasta el “Squat Blue”, cada instalación de luz expuesta en Pasajes de luz tiene el potencial de apapachar a la mente como de moverla lo suficiente para llegar hasta la interpretación. Es más, James Turrell no solo juega con la luz sino que le aporta un cuerpo en el cual devenir, una materia desde la cual manifestarse y presentarse ante nosotros. No por nada se le ha referido como un “escultor de luz”, pues tiene la capacidad de generar luces que parecen presentarse tridimensionalmente.
James Turrell —nacido en California en 1943— comenzó a experimentar con estos juegos de luz en 1969 junto con un grupo de artistas establecidos en Los Ángeles. Junto a Robert Erwin y Mary Corse, Turrell no solo empezó a crear espacios de luz y sombra sino que, además, se dedicó tanto a investigar cómo a aprender sobre los fenómenos sensoriales que estos juegos podían ocasionar desde un registro psicológico.
Desde ese entonces parecería que Turrell hubiese encontrado su lugar en el arte. A partir de ahí, su interés por la luz y la iluminación seguiría creciendo y evolucionando. Tomemos, por ejemplo, su serie de exposiciones conocidas por el nombre Skypaces. En estas instalaciones arquitectónicamente espectaculares, Turrell invita a los espectadores a meditar en cuartos aislados con un agujero en el techo desde el cual pueden observar el cielo. Los contrastes entre la luz natural del sol y la iluminación interior de los cuartos se fusionan en una experiencia visual más allá de lo sensorial y muy cerca de lo divino.
Cómo es posible que no haya Dios existiendo el azul, el amarillo, el viento.
Eduardo Chillida
En la exposición de Ganzfeld Effect —inspirada en experimentos psicológicos que estudian los efectos de la depravación sensorial— Turrell logra manipular la percepción hasta el grado de convertirla en una experiencia psicodélica verdaderamente reveladora. Sin embargo, mientras que una total depravación visual se lograría mediante una falta total de luz, Turrell la provoca de manera opuesta. El espacio está vacío pero lleno de luz; o lo que sería más preciso, el espacio se vuelve luz, engendra luz, es todo luz. Inmerso en la obra y el espacio, las medidas resultan imposibles de descifrar al igual que los métodos de iluminación: tiempo y espacio, luz y color se fusionan en uno y se vuelve imposible distinguirlos. Incluso la vista es tan divina que uno coquetea con la tentación de ingresar a ella. Ante esa nada bellísima, el infinito está al alcance y resulta que se viste de rojos, azules y amarillos nunca antes vistos.
Reflexionemos un momento: ¿cómo podríamos ver la nada si nadie había llegado a iluminarla? James Turrell ha sido el primero y el único: ha prendido la luz como profeta y nos ha mostrado, literalmente, que la nada es igual al infinito, solo que mal iluminada.